Por Ricardo Martínez Martínez / @ricardommz07
En un contexto electoral marcado por la profusión de memes y propaganda, preguntarnos si realmente estamos ante narrativas políticas articuladas se vuelve una tarea primordial. Toda vez que es imprescindible analizar cómo la construcción de narrativas efectivas puede transformar la percepción pública, más allá de la mera transmisión de datos o eventos.
En el campo de la política, la capacidad de organizar los elementos en una estructura cohesiva y significativa, involucrando conflicto, personajes y una trama que evoluciona, se ha vuelto una herramienta fundamental.
Sin embargo, si no fuese por los memes que circulan por la red, o por la exagerada propaganda que es posible ver, uno no pensaría que estemos ante una de las elecciones con la mayor cantidad de cargos de elección popular a definir y también en un proceso histórico de continuidad de la denominada Cuarta Transformación o bien de alguna otra alternativa electoral a la vista.
Esta aparente saturación de contenido nos lleva a cuestionar si realmente estamos ante narrativas articuladas o si, por el contrario, se trata de un uso indiscriminado del término.
No hay narrativa, sin conflicto o problema por resolver ya que éste proporciona al protagonista aquello que debe superar. Lejos de ser un mero accesorio, el conflicto profundiza el desarrollo del personaje y enriquece la experiencia del público, conectando emocionalmente con ellos a través del «mito del héroe». Este concepto, donde el protagonista enfrenta un desafío crucial que lo propulsa a la acción, puede ser aplicado estratégicamente en el discurso político para resaltar el liderazgo y la capacidad de superación de una figura pública.
Sin embargo, se diga lo que se diga, no hay a ciencia cierta alegría o demasiado interés en este proceso electoral. Pese a que todos los actores hablen de la narrativa de cada uno de los candidatos, quizás esta aparente falta de entusiasmo por parte del electorado nos lleva a cuestionar si realmente estamos presenciando narrativas que logren conectar emocionalmente con los ciudadanos.
La narratividad, entendida como el proceso mediante el cual los eventos se suceden y se transforman dentro de un discurso, es crucial para la producción de sentido y la conexión emocional con el público.
Al organizar los acontecimientos en una estructura cohesiva de inicio, desarrollo y desenlace, los líderes políticos pueden formar percepciones y guiar el comportamiento de los votantes a través de historias convincentes y emocionalmente resonantes.
Finalmente, la narratología, el estudio de cómo se estructuran y se cuentan las historias, ofrece herramientas valiosas para entender y manipular la percepción pública. A través del uso consciente de elementos como la historia, el relato, la voz y el modo, los actores políticos pueden diseñar narrativas que resuenen con los valores y emociones del electorado, organizándolas según la estructura dramática clásica para maximizar su impacto persuasivo.
En resumen, la construcción de narrativas efectivas se ha convertido en una habilidad indispensable en el campo de la política. Sin embargo, la aparente saturación de contenido y la falta de entusiasmo del público nos llevan a cuestionar si realmente estamos presenciando narrativas articuladas o si, por el contrario, se trata de un uso indiscriminado del término. Para transformar la percepción pública, los líderes políticos deben comprender y aplicar principios como la peripecia, el conflicto, la narratividad y la verosimilitud, creando historias convincentes que conecten emocionalmente con los ciudadanos y guíen sus decisiones. Solo así podremos discernir si estamos ante una verdadera transformación narrativa o ante una simple saturación de contenido.