#PorSoleares | Como van las cosas, a nadie asombraría uno de estos días ver a Kamel Nacif en el Club de Empresarios de Puebla
Por Jesús Manuel Hernández
Bien dice el refrán aquel “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, donde se remarca la importancia de la experiencia de vida.
Y los poblanos, su clase política, está más que reviviendo los proyectos que han tenido éxito en la historia reciente.
Pasados los tiempos de esperar la “bendición” de arriba para el destape, la suma, la multiplicación, la división y la resta de los grupos políticos, se pasó desde hace algunas décadas a la organización de los grupos para la toma del poder.
El último candidato a gobernador emanado del “centro” fue Manuel Bartlett Díaz, derivado de una operación al más puro estilo del salinismo a Bartlett lo sembraron con un cargo inexistente, pero que sirvió a la perfección para hacerlo candidato y gobernador.
Después los candidatos han sido derivados del trabajo de los grupos organizados. Melquíades Morales sin duda fue todo un ejemplo y después de él se organizaron muchos para sucederlo en esa estrategia.
En ese sexenio Rafael Moreno Valle encabezó al grupo para suceder a Morales Flores, pero su visión no calculó los intereses de Mario Marín a los grupos que sumaría y representaría en el corto plazo.
De ahí que Marín se llevó la candidatura con la premisa de hacer una “nueva generación” en la política poblana, estrategia mal calculada, fomentada por su cúpula que antes de tener el poder ya se había repartido la plusvalía de su truncada gestión.
Los errores de Marín fueron de tal tamaño que tuvo que doblar las manos y dejar el paso al nietísimo del general, jefe del otro grupo organizado para la toma del poder.
Desde su llegada a Puebla proveniente de Nueva York, Rafael se puso como objetivo ser el siguiente gobernador, se tardó seis años más de lo programado, pero al final lo consiguió.
Desde su llegada a Finanzas empezó a organizar a un grupo de resistencia al dominio de la clase política externa. Simplemente llamó, convenció y sumó a los hijos de los políticos de antes, les hizo ver que podrían recuperar espacios de poder poniendo en valor los apellidos de quienes en el pasado fueron los jefes políticos de la plaza, sin importar los orígenes o las ideologías, a fin de cuentas el pragmatismo, el funcionalismo, fueron las herramientas para conseguir el fin.
En el camino hubo enemigos, claro que los hubo, incluso dentro de la misma familia Morales Flores.
Hoy se repiten los escenarios, la migración de políticos, con huestes y activos del tricolor o del blanquiazul, a las filas de Morena, no ha sorprendido a nadie, salvo a los fundadores del movimiento y seguidores de López Obrador.
Y es que esta manera de hacer política muy a la poblana, lo que busca es muy simple, reacomodar los intereses de los notables para no perder el poder, es decir, prefieren compartir el poder con quienes en el pasado fueron sus enemigos antes de quedarse sin nada, como quien dice “de lo perdido, lo que aparezca”.
Y así, se vienen dando las reuniones privadas, sumando, apapachando, acordando, cediendo, aportando para garantizar un futuro estable en el corto plazo.
Por eso no debe extrañar lo que está pasando, ni debe asombrar leer apellidos que antes eran soldados del gobernador en turno y férreos defensores del PRI, con chaleco de Morena, importado claro está.
Los vasos comunicantes del poder político en Puebla son el conducto para mantener el establishment y lo mismo que Moreno Valle hizo, de sumar a los hijos de los notables, ahora afloran los nombres de quienes desde la oscuridad venían trabajando para Alejandro Armenta, los poderosos del pasado estarán de vuelta por encima de los nuevos cuadros, en una práctica más que exitosa para mantener el barco a flote.
Así que nadie se llame “asombrado”, “espantado” o “decepcionado” de quienes llegarán a ser los representantes del pueblo, simplemente es una puesta en valor del pasado, con menos años y más experiencia en el mundo de los negocios, que no tanto de la política.
Dicho de otra forma, como van las cosas, a nadie asombraría uno de estos días ver a Kamel Nacif en el Club de Empresarios de Puebla, donde siempre fue bien recibido.
O por lo menos, así me lo parece.