Los Periodistas

Opinión | Construir ciudadanía 4T: realidad o quimera

Luis Alberto Martínez

La construcción de ciudadanía en México, desde la óptica de la izquierda progresista, es para muchas voces urgente, sin embargo, enfrenta importantes desafíos que emergen de las complejidades políticas, sociales, económicas y culturales del mundo contemporáneo.

¿Cómo y desde dónde se debe formar una ciudadanía acorde a la llamada Cuarta Transformación? ¿Es una labor que desde Morena se ha omitido, como lo ha señalado Paco Ignacio Taibo en la falta de formación de cuadros?

¿Es una tarea del Estado y sus instituciones? ¿Hay un antes y un después en la autopercepción y acción ciudadana del Pueblo mexicano, luego de 2018? ¿Y los medios de comunicación, las escuelas, las organizaciones sociales, cómo han jugado en la construcción de ciudadanía?

Para respondernos esto, primero hay que entender los grandes desafíos que enfrenta la sociedad mexicana actual.

Uno de los desafíos más evidentes es la creciente polarización política, alimentada por discursos populistas y extremistas de diferentes espectros ideológicos. La red social X —antes Twitter— es hoy un ejemplo de la exacerbación de los radicalismos. Un espacio muy conveniente de la derecha donde no se permiten diálogos ni encontrar puntos de acuerdo en nada. En este ambiente, las posiciones intermedias y el diálogo constructivo pierden terreno frente a narrativas que exacerban las divisiones sociales, étnicas y culturales. Desde una izquierda progresista, esto significa una dificultad adicional para construir consensos amplios que permitan avanzar en reformas estructurales.

Además, la fragmentación social y la multiplicidad de identidades —género, etnia, clase, orientación sexual, entre otras—, si bien son una riqueza cultural, pueden generar tensiones entre los diversos movimientos que forman parte del espectro progresista. Por ejemplo, las demandas específicas de los movimientos feministas pueden entrar en conflicto con algunas visiones tradicionales en comunidades indígenas o sectores populares. El reto radica en encontrar puntos de convergencia que no diluyan las demandas particulares, pero que permitan avanzar en objetivos comunes.

La era de la información, marcada por la proliferación de redes sociales y plataformas digitales, presenta un arma de doble filo para la construcción de ciudadanía. Si bien estas herramientas permiten amplificar voces alternativas y generar movimientos sociales, también han sido utilizadas para difundir desinformación, noticias falsas y narrativas que socavan los proyectos progresistas.

El control de los medios de comunicación tradicionales por parte de élites económicas y la falta de regulación de las plataformas digitales han contribuido a la construcción de percepciones distorsionadas sobre las iniciativas progresistas. Aumentando también por su dinámica un creciente desinterés en la participación e involucramiento de las personas quienes hoy pasan horas en estados de pasividad consumiendo permanentemente contenidos alienantes.

Hay que decirlo claramente: existe una creciente desafección social hacia la política y las instituciones, especialmente entre las juventudes. Que no nos autoengañen los resultados electorales de 2024; si bien la participación electoral aumentó, en proporción millones de personas mexicanas no salieron a votar. La corrupción, la falta de resultados tangibles y el desencanto con gobiernos locales ineficientes -incluidos los emanados de la 4T. han erosionado la confianza ciudadana. Esto limita el potencial transformador de la ciudadanía, ya que muchas personas prefieren mantenerse al margen de la política.

La participación ciudadana va mucho más allá de acudir a las urnas en los procesos electorales; es un ejercicio continuo y multifacético que abarca la intervención activa en las decisiones que afectan la vida colectiva. Esto incluye acciones como involucrarse en consultas públicas, formar parte de movimientos sociales, participar en presupuestos participativos, asistir a asambleas comunitarias, expresar opiniones en plataformas digitales y exigir cuentas a los representantes. La ciudadanía activa implica tomar un rol protagónico en la construcción de políticas públicas, la defensa de derechos y la transformación de las estructuras sociales, promoviendo así una democracia que trascienda el acto de votar y se convierta en un proceso cotidiano de deliberación y acción colectiva.

Sin embargo, aunque desde las instituciones del Estado en los diversos órdenes de gobierno se fomenta la participación, esta suele encontrar poco eco en la sociedad mexicana, reduciéndose a la fuerza de convocatoria de militancias y personas afines a un determinado proyecto. Es decir, las mismas personas militando y participando.

Una ciudadanía activa y consciente no surge de manera espontánea; requiere procesos de formación que permitan a las personas comprender sus derechos, deberes y el funcionamiento de las instituciones.

Este asunto lo analizaremos en la próxima entrega.

Hasta la próxima.

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