Por Fernando Manzanilla Prieto
Hace un par de días el Sistema Meteorológico Nacional (SMN) emitió un aviso respecto al pronóstico de que durante esta semana continuaría la tercera onda de calor sobre el territorio nacional, además de pronosticar temperaturas superiores a los 35 grados centígrados en 30 entidades del país e incluso previendo que éstas pudieran superar los 40 grados centígrados en algunas regiones.
Esta información ha podido ser corroborada fielmente por quienes habitamos Puebla, ya que desde la semana pasada hemos sentido como la temperatura ha aumentado de manera sustancial. Asimismo, se sabe que será en los próximos días cuando el termómetro aumente todavía más e incluso puedan alcanzar temperaturas superiores a los 40 grados centígrados en esta región.
Esto no es ninguna casualidad o parte de un extraño fenómeno, por el contrario, se puede atribuir a diversos factores relacionados con el cambio climático y problemas medioambientales.
Y es que el calentamiento global causado por las actividades humanas, como la quema de combustibles fósiles y la deforestación, ha aumentado la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Estos gases atrapan el calor cerca de la superficie de la Tierra, lo que resulta en un aumento de las temperaturas no sólo en México, sino en muchas partes del mundo.
También la deforestación, la expansión agrícola y otros cambios en el uso de la tierra pueden afectar el equilibrio térmico. La remoción de vegetación y la conversión de áreas naturales en zonas urbanas o agrícolas pueden reducir la capacidad del suelo para absorber y retener el calor, lo que resulta en temperaturas más altas.
Es por ello que hoy se vuelve urgente poner en el centro de la mesa de discusión el tema, ya que más allá de las precauciones que podamos tomar de manera personal, es muy importante preguntarnos sobre cuáles son los retos más profundos que demandan estas condiciones climatológicas a toda la sociedad.
Lo primero es tener presente que las olas de calor representan desafíos significativos tanto para el medio ambiente como para las comunidades que las experimentan, pues pueden tener impactos negativos en diversos aspectos, desde la salud humana hasta la infraestructura y los ecosistemas.
Una de las principales preocupaciones durante una ola de calor es el impacto en la salud de las personas. Las altas temperaturas pueden provocar agotamiento por calor, insolación e incluso golpes de calor, que pueden ser peligrosos e incluso mortales. Los grupos más vulnerables, como los niños, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas, corren un mayor riesgo.
Por ello es fundamental garantizar el acceso a agua potable, refugio fresco y medidas de protección adecuadas, además de brindar información y concienciación sobre los riesgos y las medidas preventivas.
Asimismo, estas condiciones pueden aumentar la demanda de agua potable, mientras que al mismo tiempo reducen la disponibilidad de este recurso debido a la sequía y la evaporación acelerada. Esto puede llevar a la escasez de agua, tanto para el consumo humano como para la agricultura y la vida silvestre. Para abordar este desafío, es necesario implementar medidas de conservación, promover el riego eficiente, la reutilización y la concienciación sobre el uso responsable del vital líquido.
También, las altas temperaturas pueden tener un impacto negativo en la infraestructura, especialmente en áreas urbanas, ya que el calor extremo puede causar daños en carreteras, puentes y edificios, e incluso provocar apagones eléctricos debido al aumento de la demanda de energía para la refrigeración. Para abordar este desafío, se requiere una planificación adecuada como la implementación de techos y pavimentos frescos, y el fortalecimiento de las redes eléctricas para resistir condiciones extremas.
Pero, sobre todo, las olas de calor pueden tener efectos adversos en los ecosistemas naturales, especialmente en áreas sensibles como los bosques y los cuerpos de agua. Las altas temperaturas pueden provocar sequías, incendios forestales y la muerte de flora y fauna. Para proteger los ecosistemas, es necesario implementar estrategias de conservación y restauración, así como promover la educación ambiental y la adopción de prácticas sostenibles.
De igual forma y aunque parezca un tema ajeno, las desigualdades sociales pueden agravarse en estas condiciones, ya que las comunidades más vulnerables enfrentan mayores dificultades para hacer frente a los impactos del calor. Las personas con bajos ingresos pueden tener dificultades para acceder a la refrigeración adecuada, y las áreas urbanas más pobres pueden carecer de espacios verdes y sombreados. Por tanto, es esencial abordar estas problemáticas, asegurando la equidad en el acceso a recursos y servicios básicos, y promoviendo la resiliencia comunitaria.
Para afrontar estos desafíos, se requiere una combinación de medidas de adaptación y mitigación, que incluyan la protección de la salud pública, la gestión sostenible del agua, la conservación de los ecosistemas e incluso la planeación de la infraestructura, pero sobre todo cambiar nuestra visión de cuidado y protección del medio ambiente. No olvidemos que la madre Tierra nos habla y sin duda esto es un urgente llamado de atención a actuar a su favor tanto en Puebla, como en todo el planeta.