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Norman Foster: «Si eres arquitecto también eres optimista sobre el futuro» | El Mundo

El arquitecto británico, uno de los más destacados del mundo, presenta en el Guggenheim de Bilbao una exposición sobre las relaciones entre automoción y arte, que a la vez es una reflexión sobre el pasado y el futuro

El arquitecto Norman Foster posa en la exposición del Guggenheim de Bilbao. ANDER GILLENEA AFP

ANTONIO LUCAS / Madrid / EL MUNDO

Norman Foster es uno de los arquitectos que han diseñado desde su oficio el cambio de siglo. Un diseñador extremo. Un evangelista de la tecnología. Un tipo de curiosidad imbatible. Un hiperactivo del dibujo. Un generador de ideas. Un defensor de las ciudades. Coleccionista de arte y de coches clásicos. Dirige uno de los estudios de arquitectura más potentes del mundo. Y, a la vez, levanta puentes entre sus pasiones, que pasan también por la aeronáutica -también pilotó aviones-. Es británico. Es Sir. Es Lord. Y tiene 86 años. Tiene al inventor y arquitecto estadounidense Richard Buckminster Fuller como único dios verdadero. Y no se agota nunca.

De esa fascinación por el diseño, por el arte,. por la pintura y por los automóviles hace ahora vida y labor propias en la exposición que presenta en el Museo Guggenheim de Bilbao, Motion. Autos Art Architecture‘ (abierta hasta el próximo 18 de septiembre). Aquí repasa más de un siglo de creación automovilística, explorando las correspondencias con los ámbitos del arte plástico y la arquitectura a través de una selección de vehículos, piezas artísticas y documentos arquitectónicos y fusionándolos con sus enormes implicaciones sociales y culturales. Norman Foster mira hacia atrás para impulsar un puñado de ideas sobre el futuro, con la certeza de que los coches desaparecerán como sucedió con los dinosaurios, aunque algo nuevo está esperando. Pero cuándo, y qué.

Propone el coche como una obra de arte.

El automóvil, posiblemente el invento más poderoso de los últimos siglos, ha cambiado totalmente el paisaje urbano del planeta. Lo que quiero mostrar con esta exposición son sus vínculos culturales con el mundo del arte, la arquitectura, la escultura, la fotografía y el cine. Quiero romper las barreras que normalmente exigen comprender cada uno de estos territorios como compartimentos estancos. Y mostrar, en primer lugar, que el coche tiene una gran dimensión estética y cómo se vinculan el mundo de la tecnología y el del arte. Es apasionante observar cómo un científico ha producido un objeto extraordinariamente hermoso y te lleva a una obra de arte. En esta exposición puedes ver ‘El Pez’, una obra de Brancusi de 1926, junto a un modelo del túnel de viento de Paul Jaray. Y cómo tienen un enorme parecido… Jaray fue el padre de la aerodinámica, diseñó dirigibles y patentó los primeros coches aerodinámicos.

¿Qué le debemos al coche más allá del coche?

El visitante puede descubrir que mucho de lo que hoy creemos nuevo e innovador tiene su origen tecnológico en el pasado. En la exposición exhibimos un ejemplar de Porsche Phaeton de 1900 que ya tenía motores eléctricos incrustados en los cubos de las ruedas. El coche eléctrico fue casi la principal forma de propulsión a principio de siglo XX. Más de 100 años después, el coche contamina y es un villano, el malo de la película del cambio de siglo, pero no siempre fue así. Hubo un momento en que fue el salvador de las sociedades avanzadas. Favoreció una nueva higiene urbana en algunas ciudades contaminadas por los cadáveres de los caballos y el detritus de los animales.

Qué significa para usted un coche.

— La estética de un diseño universal. Proponemos vínculos y encuentros que tal vez parecen casuales, pero que son el resultado de siglos de búsqueda, de prueba, de error y de logro… Eso se ve cuando observas un hermoso clásico, el Mercedes ala de gaviota (el modelo SLS AMG). Y al lado hemos puesto una foto de la casa Eames, de 1949. De ahí puedes deducir que la ingeniería estructural, en arquitectura, tiene sus vínculos con estructuras ligeras en aeronaves y en automóviles. Es asombroso el diálogo entre algunas piezas escultóricas y ciertos automóviles. Pienso en la obra de Henry Moore y en algunos artefactos aerodinámicos. O en Calder y en ciertos diseños aeronáuticos.

La relación entre los coches y la arquitectura…

Es que ambas construcciones son decisiones de diseño. El matrimonio de estos mundos diferentes es fabuloso. Un buen ejemplo es la firma Bugatti, que fue una exquisita empresa familiar vinculada al diseño, la arquitectura, la escultura, la pintura, la joyería y el automóvil. Cuando comienzas a mirar los detalles y formas de algunos de sus diseños para coche ves la delicadeza de las proporciones, la belleza del objeto. Así fue concebido por el ojo del diseñador de esta familia de vocación artística que encargó las líneas de algunas de sus creaciones a arquitectos y artistas… Luego hay grandes nombres de la arquitectura, por ejemplo, Le Corbusier, que veía el automóvil como el símbolo preeminente de la modernidad y lo utilizaba habitualmente en sus dibujos, libros y fotografías.

¿Y ahora, qué?

Estamos en el umbral de una nueva era de movilidad. En ese sentido, el presente es especialmente afortunado.

¿De veras?

Estoy seguro.

Por no ir a asuntos más graves, los jóvenes tienen un futuro difícil de precariedad salarial y laboral… Pensar en un coche es algo ajeno a muchos de ellos cuando su realidad impide hasta la posibilidad de independizarse.

Es una buena observación. Soy consciente de que una parte importante de las generaciones más jóvenes están menos interesadas en la propiedad, están más abiertas a la idea de la movilidad como servicio -de ahí el éxito de Uber-. Pero, a la vez, el mundo se mueve cada vez más rápido porque nosotros somos cada vez más portátiles, más eficaces en el desplazamiento, más audaces en el ahorro para poder llegar más lejos. Estamos preparados para aplicar velocidades hipersónicas, sin olvidar que existe un mundo paralelo aún inexplorado donde la movilidad es virtual y está por ver su alcance… El futuro es un signo de interrogación cada vez más fascinante e imprevisible.

¿Cómo imagina el futuro?

El futuro es de las ciudades. Y eso, me atrevo a decir, es una tendencia irreversible. Hay más personas viviendo en ciudades que en el medio rural y eso, como tendencia, va en aumento. Y no se puede mirar a las ciudades en el cambiante escenario del cambio climático sin vincularlo a la energía. A la energía limpia y sus impactos en el paisaje urbano. Es un tema que requiere más tiempo del que tenemos ahora, pero sugiero las ciudades tienen que adaptarse, ser más limpias, saludables, seguras, tranquilas y divertidas.

Un escenario optimista en tiempos de guerra.

Si eres arquitecto o diseñador… Si de verdad lo eres, y yo lo soy, también eres optimista sobre el futuro.

¿Es así?

Es que una parte importante de nuestro oficio consiste en hacer conjeturas sobre el futuro. Y hacerlas en el contexto del presente que estás ayudando a cambiar constantemente. Como he dicho en alguna ocasión, la mejor manera de enfrentarse a lo desconocido del futuro es con una firme y rica conciencia del pasado.

Incluso, insisto, en periodo de guerra, como en este momento de invasión de Rusia contra Ucrania…

Fijémonos en la capacidad de las ciudades para renacer. Y en la capacidad de recuperarse de las crisis más fuertes. Y cuando digo crisis digo desastres naturales, guerras, epidemias… Propiciaron el desarrollo de algo nuevo mucho más rápido. Aceleraron los procesos, avanzaron a mayor velocidad hacia el futuro.

¿Qué queda de aquella frase del escritor Marinetti cuando afirmaba que un coche a toda velocidad es más bello que la Victoria de Samotracia?

Aquello fue sólo una boutade, una gran demostración de audacia verbal para alabar el poder del movimiento, de la velocidad, que siempre nos ha fascinado. Imagino que para la generación de Marinetti, la velocidad de los coches debió ser como para las generaciones posteriores ir al espacio: algo casi mágico. Pero hay más: el filósofo francés Roland Barthes, décadas después de lo Marinetti, comparó algunos modelos de coche -como el Citröen DS- a las catedrales góticas. La creación suprema de una era concebida con pasión por artistas anónimos y consumida en imagen, y en uso, por la totalidad de una población que se la apropia como objeto puramente mágico. Yo puedo identificarme totalmente con esos sentimientos.

Esta exposición, entonces es la celebración de una época… Quizá de un fin de época.

También es otra manera de desplegar una serie de preguntas sobre lo que vendrá… Y la demostración de que los automóviles y la aeronáutica fueron (en su origen) el resultado de una liberación romántica, del infinito en perspectiva con el horizonte, y ensanchó las posibilidades incalculables del drama y de la experiencia táctil y visual en todos los sentidos. Así que creo, porqué no, que esta exposición es la celebración de una época.

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/arte/2022/04/07/624715b4e4d4d8da398b4577.html

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