La miocardiopatía de Takotsubo es una afección que se experimenta al vivir una emoción estresante relacionada con una mala noticia o experiencia vital desagradable
MAR MUÑOZ / LA RAZÓN
Se ha utilizado en innumerables novelas o canciones como una metáfora romántica con la que expresar el intenso dolor emocional o angustia que se experimenta cuando sufrimos un desengaño amoroso, una traición o la pérdida de un ser querido. Se nos «rompe el corazón». La metáfora aparece en los textos de dramaturgos y poetas ilustres de nuestra Historia e, incluso, ha protagonizado grandes éxitos musicales. Pero detrás de su significado poético, hay una afección cardíaca provocada, en la mayoría de los casos, por situaciones estresantes y emociones extremas: es el síndrome del corazón roto o miocardiopatía de Takotsubo.
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Esta patología fue descrita en los años 90 en Japón y su nombre hace referencia a la vasija abombada con el cuello estrecho especialmente diseñada para la captura de pulpos usada tradicionalmente por los pescadores nipones. Esta apariencia, similar a la de un reloj de arena, se asemeja a la forma que adopta el corazón cuando se infarta de golpe. Y es que, la presentación clínica de este síndrome es superponible a la del infarto agudo de miocardio, pero, por lo general, sin graves consecuencias. «Las personas que lo sufren suelen reportar dolor repentino y opresivo en el pecho acompañado de falta de aire, sudoración, náuseas y vómitos. Sin embargo, a diferencia del infarto agudo de miocardio –el cual, se produce por una obstrucción total o casi total de una arteria coronaria–, el síndrome del corazón roto no presenta obstrucción, sino una disminución de flujo sanguíneo en las arterias del corazón y afecta solo a una parte del órgano interrumpiendo temporalmente su función habitual de bombeo. El resto del corazón continúa funcionando correctamente o incluso puede contraerse con más fuerza. De hecho, en la coronariografía se ve, efectivamente, que las coronarias son completamente normales en el 99% de los casos», indica Iñaki Lekuona, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Bizkaia.
Sin causa clara
Aunque la causa no está clara, la Ciencia ha comprobado que este síndrome suele estar precedido por una emoción estresante negativa relacionada con una mala noticia o con experiencias vitales desagradables como la muerte inesperada de un familiar o amigo, un diagnóstico médico de mal pronóstico, una actuación en público con alta carga emocional, un divorcio, un despido o desastres naturales. Sin embargo, y aunque es menos frecuente, también se puede producir tras vivir una emoción placentera, como el hecho de que te toque la lotería. «En un registro de 910 pacientes que presentaron este síndrome, 873 (95,9%) lo hicieron en la forma de corazón roto mientras que 37 (4,1%) lo hicieron en la forma de corazón feliz o happy hearts», comenta el experto.
A estos desencadenantes se ha venido a sumar el contagio por SARS-CoV-2 y el estrés físico y emocional provocado por la enfermedad. Así, puede aparecer tras haber sufrido una enfermedad aguda (infección por SARS-CoV-2); pero también debido a los sentimientos de incertidumbre al enfrentarse a una crisis sin precedentes y a un enemigo desconocido, el miedo al contagio, el aislamiento prolongado, la situación socioeconómica, los dilemas éticos y las muertes. Según el doctor Lekuona, todavía no hay estadísticas relacionadas con la pandemia, pero asegura que «habrá más casos» y que se diagnosticarán gracias a la magnífica red de infarto con la que cuenta nuestro país y toda Europa.
Así, al igual que podemos rompernos una pierna o un brazo, también podemos «rompernos» por dentro. William Shakespeare dedicó muchos guiños a esta afección en sus tragedias. El rey Lear, protagonista de una de sus principales tragedias teatrales, muere por el intenso dolor que le produjo el ahorcamiento de su amada hija Cordelia. En la vida real, en pocas ocasiones puede causar la muerte. La mayoría de las personas que lo padecen se recuperan rápidamente con un tratamiento adecuado. «Los pacientes suelen recuperarse tras la realización de pruebas médicas y la pauta farmacológica que se les prescribe suele ser betabloqueantes, fármacos que bloquean la acción de la adrenalina y de otras sustancias similares, aunque no es un tratamiento a largo plazo. Una vez superada la crisis la recomendación es evitar episodios de estrés», subraya el cardiólogo.
Mayores y con ansiedad
Este síndrome es relativamente raro. «En general, representa el 1% de todos los síndromes coronarios agudos». Sin embargo, la población femenina tiene una probabilidad muy alta de padecerla: «Una de las enfermedades cardíacas que afecta mayoritariamente a la mujer es el síndrome del corazón roto. Un 95% de los casos que se registra lo sufren personas de sexo femenino en su mayoría posmenopáusicas que pierden la protección de estrógenos». Y añade: «Un 2% de los infartos que se registran en la población femenina corresponde a este síndrome del corazón roto».
Otro factor de riesgo conocido es la edad. La mayoría de las personas que padecen el síndrome del corazón roto son mayores de 50 años. También influye el hecho de haber padecido un trastorno de salud mental previo o actual. Así, las personas que tienen ansiedad o depresión pueden tener un riesgo más alto de tener el síndrome del corazón roto.
La ciencia todavía hoy trata de dar respuesta, entre otras cuestiones, a este desequilibrio entre sexos en el diagnóstico de la patología. Según un estudio publicado a mediados de 2009 en la revista «American Journal of Cardioloy», el trastorno parece deberse a un aumento en el nivel de hormonas relacionadas al estrés. «Nuestro organismo comienza a segregar hormonas de activación como la adrenalina o la noradrenalina. Esta brutal y repentina descarga hormonal que puede llegar a desatar una situación de angustia extrema hace que el músculo cardíaco experimente una hipercontractilidad hasta el punto de que el ventrículo izquierdo adquiere una forma cónica. No está completamente claro cómo estas hormonas podrían dañar el corazón o si existen otras causas», indica el especialista. Sin embargo, apunta que hay un predominio de varones cuando este síndrome se produce por emociones positivas intensas.
Otro de los retos de la ciencia es desvelar los mecanismos cerebrales que influyen en el desencadenamiento de este síndrome. «La investigación es múltiple. Además de los estudios hormonales, estamos valorando desde los mecanismos que contribuyen al estímulo extremo por parte de las catecolaminas al corazón como en el caso de un tumor conocido como feocromocitoma a los estudios de resonancia magnética y tomografía de emisión de positrones, hasta estudios psicológicos y neuropsiquiátricos a través de neuroimagen para ver las diferencias en la reactividad del hipotálamo, la amígdala o el cirus cínguli y el grado de conexión-desconexión cerebro-corazón. Además, se están realizando perfiles psicológicos a través de complejas encuestas de personalidad y estados de depresión y reactividad ante las emociones», argumenta el doctor Lekuona.
Consejos para prevenirlo
Aunque las probabilidades de que un paciente vuelva a padecer este síndrome después de una situación estresante son bajas, se han reportado casos de episodios repetitivos. Tomar medidas para controlar el estrés emocional puede mejorar la salud del corazón y ayudar a prevenir este y otros eventos cardíacos. Otros consejos son: evitar el consumo de tabaco y otras sustancias tóxicas, controlar la presión arterial, hacer ejercicio regularmente, descansar adecuadamente y seguir una dieta rica en fibra y vegetales. «Mantener un peso adecuado es importante para la población en general, pero especialmente para la mujer, pues tiene un mayor riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular, más aún si la grasa se acumula en tronco y abdomen. Además, especialmente a partir de los 65 años, ya la curva de incidencia de hipertensión se incrementa en mujeres, lo que aumenta las posibilidades de desarrollar algún evento cerebrovascular. El riesgo de cardiopatía coronaria o ictus en mujeres hipertensas es entre dos y cuatro veces mayor que en quienes tienen valores normales», recuerda el doctor Lekuona.
El duelo nos precipita al infarto
►Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard ha examinado el riesgo de sufrir un infarto tras la muerte de una persona importante en nuestra vida. El hallazgo más alarmante es que el riesgo de sufrir un infarto se multiplicó por 21 durante las primeras 24 horas tras la muerte de un ser querido. En concreto, el riesgo era mayor entre las personas que tenían factores de riesgo comunes para las enfermedades del corazón, incluyendo la presión arterial alta, el tabaquismo, la diabetes y el colesterol elevado.
Fuente: https://www.larazon.es/salud/20220822/3ifxtwinnjgmriimmpp6koxmqa.html