Cosificación de la mujer, disfunción eréctil o dificultad para las relaciones de pareja son algunas consecuencias. Para el 30% de los adolescentes la pornografía es su única fuente de formación afectivo sexual
JOSÉ RAMÓN NAVARRO-PREJA / ABC
La primera vez que vio porno, Daniel tenía seis años. «Estaba en casa de un amigo de mi edad y tenía un hermano más mayor, que guardaba una caja debajo de la cama con una cinta VHS. La pusimos y saltó en la pantalla una escena muy explícita. Sentí una mezcla entre miedo y vergüenza muy desagradable. Fue intuitivo salir corriendo y me quedé varios días mal». No pudo olvidar aquella escena durante años.
«El problema de verdad llegó cuando tenía 16 años y tuve internet en casa», cuenta Daniel, que vive en Valencia y ha conseguido abandonar su adicción al porno después de una larga lucha. «Aquello era un escaparate muy grande, hasta ese momento me había sido muy difícil encontrar imágenes pornográficas por otras vías, pero pasó a ser sencillo. Muchas veces pienso qué sería de mi historia si hubiera nacido ahora, cuando el acceso es tan fácil con un móvil», explica Daniel, que tiene 37 años y vivió la transición del acceso al porno de lo analógico a lo digital.
«En mi adolescencia era incapaz de no sexualizar a todas las mujeres, las transformaba en cosa, esa fue la primera señal de alarma de mi adicción. Luego, me di cuenta de que cada vez necesitaba contenidos más explícitos y extremos, pero cuando entendí que tenía un problema serio, ya adulto, fue cuando quise dejarlo y no fui capaz». Daniel pasaba noches en vela enganchado al teléfono. «Empezaba a las 11 de la noche y, de repente, eran las 2 de la madrugada. Llevaba todo ese tiempo buscando el vídeo que me diera el subidón más fuerte», explica.
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La historia de Daniel es muy similar a la de muchos niños y adolescentes españoles. Según un estudio del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud (2023), casi la mitad de los jóvenes españoles (un 45%) han consumido pornografía por primera vez entre los 12 y los 15 años, e incluso un 25% de ellos lo hizo antes de los 12. Eso lleva a que para el 30% de los adolescentes la pornografía sea la única fuente para su formación afectivo sexual, según apuntaba otro trabajo realizado por Save The Children en 2020. Una situación a la que ahora el Gobierno quiere poner fin con una ley integral de protección de los menores en internet y la puesta en marcha de una aplicación que verifique la edad e impida el acceso de los menores a estos contenidos.
«Aunque la mayoría se inician en la adolescencia, suelen acudir a nosotros ya adultos, cuando el problema tiene un recorrido largo en el tiempo», explica a ABC Isabel Senabre, psicóloga clínica y profesora en la Universidad Católica de Valencia, donde han desarrollado un título de posgrado, único en España, de Experto en Prevención, Detección y Acompañamiento de la Adicción a la Pornografía. La experta reconoce que es muy difícil detectar este problema en edades tempranas.
«El consumo de pornografía es algo muy íntimo. Ellos lo ocultan, incluso hay quien piensa que no tiene por qué ser perjudicial, pero hay que tener en cuenta que los niños y adolescentes no tienen el cerebro totalmente formado, es muy maleable y no tienen los mismo criterios para discriminar que los adultos», señala. «Han descubierto un aluvión de dopamina al que no pueden renunciar», advierte, lo que inicia una escalada que parece no tener fin.
«Cada vez necesitan contenidos más fuertes para lograr ese subidón. Empiezan con el heterosexual, pero pasan a tríos, escenas violentas…», explica. «Un paciente, casado y con hijos, me confesaba que había comenzado a ver pornografía infantil: ‘Me doy asco a mí mismo, pero necesito verlo’, me decía con vergüenza», señala la psicóloga.
La adicción genera problemas para vivir una vida sexual normal. Algunos expertos advierten de una relación entre el consumo masivo de pornografía desde pequeños y la disfunción eréctil. La mayoría tiene problemas para mantener relaciones sexuales con sus parejas. «Prefieren pegarse un maratón de porno que tener el acto sexual con una persona», señala Senabre.
Es el caso de James, que inició su adicción al porno a los 16 años. «Me afectó en mi manera de relacionarme con las mujeres, no me interesaba tener una pareja, tenía suficiente con la pornografía». «Durante toda mi etapa universitaria estuve así, dedicando dos o tres horas al día al porno, llegó un momento en que hasta perdí el interés por acabar la carrera», explica.
«Al principio la excitación la produce el contenido, pero luego lo vas ligando con situaciones de ansiedad, estrés o miedo a sufrir un fracaso y lo conviertes en tu ‘refugio’, porque tú controlas ese entorno y te da seguridad», explica a este diario. «El problema es cómo todo eso ‘recablea’ tu cerebro para ver a la mujer como un simple objeto para tu placer», añade.
James comenzó a darse cuenta de la magnitud del problema cuando en unas vacaciones familiares, en casa de unos amigos, prefirió quedarse en casa «estudiando» a visitar la zona con sus padres. «En realidad me quedé viendo pornografía en el ordenador de la casa», explica. «Pensé que había borrado el historial, pero el dueño descubrió las páginas visitadas y se lo contó a mi padre». Eso le llevó a una profunda conversación y a darse cuenta de que tenía que dejarlo.
James es ahora voluntario en la asociación Amar Dragoste, que trabaja para dar una atención integral a las víctimas de trata sexual. «Estoy convencido de que el aumento de pornografía también está incentivando el consumo de prostitución», añade. «Algunas de las prostitutas que hemos rescatado nos han contado que clientes jóvenes le mostraban un vídeo porno para pedirles que les hicieran lo mismo». Su labor en la asociación es dar charlas en colegios e institutos a menores sobre las consecuencias del consumo de pornografía. «Parto de mi experiencia personal y también les mostramos lo que hay detrás de la industria, como mucho de su contenido está generando por gente que está siendo abusada», comenta.
En España, una de las entidades pioneras en dar la señal de alarma sobre el grave riesgo de adicción a la pornografía que genera el consumo entre niños y adolescentes es la ONG Dale una vuelta. Con su campaña ‘Generación XXX’ buscan «proteger a la infancia de los efectos perjudiciales como adicciones, violencia y disfunciones sexuales que provoca la nueva pornografía ‘mainstream’». Su propuesta pasa por que se mejoren los sistemas de verificación de edad en internet, que ahora son una simple autoverificación.
Han publicado una guía gratuita para padres que explican las razones por las que los niños se acercan a la pornografía, señalan los peligros y ofrecen unas señales de alerta para que las familias puedan detectar si sus hijos se encuentran ante este problema. No es fácil, pero indicios como los constantes cambios de humor y de ánimo, el uso excesivo del móvil sobre todo en espacios privados, una mala higiene del sueño, las dificultades de relación con sus iguales o para expresar y regular sus emociones, una llamativa búsqueda de afecto o los problemas en casa, el colegio y los amigos, pueden ser detonantes que propicien una charla, que ayude a los menores en riesgo.
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En definitiva, desde la entidad consideran que la mejor prevención para la adicción infantil al porno viene de la confianza entre padres e hijos. «Dado lo hipersexualizada que está la sociedad va a ser prácticamente imposible que los niños no vean porno, aunque sea sin querer, pero cuando esto ocurra, si tienes confianza en tu hijo y tu hijo en ti, podrá ser abordado antes de que se convierta en un problema», concluyen.
Fuente: https://www.abc.es/sociedad/ninos-adictos-porno-doy-asco-puedo-dejar-20240122104055-nt.html