Éstas fueron las mujeres que marcaron su vida: su esposa hasta el final, Lola, hermana de Joselito ‘El Gallo’ y madre de sus dos hijos; la bailaora ‘Argentinita’ y la editora francesa Marcelle Auclier
Consuelo Font / LOC
«Muerto y sólo muerte a las cinco de la tarde. Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena». Son fragmentos del Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. una de las más bellas elegías de la historia literaria que inspiró a Federico García Lorca la trágica muerte de su íntimo, el torero Ignacio Sánchez Mejías, corneado por Granadino en la plaza manchega de Manzanares.
Este domingo, 11 de agosto, se cumplen 90 años del terrible instante en que el diestro sevillano, en uno de sus habituales alardes de valor, citó al toro sentado en el estribo y éste le enganchó por la ingle, partiéndole la femoral. Empeñado en que le operaran en Madrid en el famoso «sanatorio de los toreros», la demora en el traslado le desencadenó una gangrena, falleciendo a los dos días, el 13 de agosto de 1934, hace 90 años, con apenas 43.
Ese día, tres mujeres le lloraron con el corazón roto: su sufrida esposa, Dolores Gómez Ortega, Lola, hermana del legendario diestro Joselito El Gallo, mentor de Sánchez Mejias, que no se apartó de su lecho de muerte. Su amante, Encarnación López Júlvez, La argentinita, famosísima bailarina, cantante y actriz cuya relación de una década con el matador, que nunca se separó de su mujer, estuvo en boca de todos.
Esta mujer corrió peor suerte, pues la familia de Sánchez Mejías prohibió que entrara en la clínica, provocando que ella pululara como alma en pena durante los dos días y las dos noches de su agonía por los alrededores, ávida de noticias sobre el estado de su amante, del que no se pudo despedir.
Pero hubo una tercera mujer que vivió el drama lejos, en París, Marcelle Auclier, hispanista y fundadora de la revista Marie Claire. Mantuvo una pasión «platónica» con el matador, al que conoció un año antes en una velada literaria, pero el destino les impidió consumarla, ciñéndose su «pecado» a un apasionado beso en un taxi por la capital del Sena, que según ella relató «duró de Étoile a Montrouge», léase, 12 kilómetros.
UNA esposa titular
El cupido de los romances de Sánchez Mejías fue el poeta Federico Garcia Lorca, quien dedicó su mítica elegía a La argentinita, inmortalizando un amor que jamás pudo ver la luz, pues el torero, padre de dos hijos, Ignacio y Teresa, nunca renunció a su digna esposa titular.
Mejías nació en Sevilla en 1891 en una familia acomodada, pues su padre, un prestigioso médico, atendía a buena parte de la jet andaluza. Deseaba que su hijo siguiera sus pasos, pero éste, hechizado por la tauromaquia, se escapó de casa con 17 años, embarcándose como polizón a las Américas. En México se enroló como subalterno en la cuadrilla de Joselito El Gallo, entonces estrella del escalafón junto a Belmonte, que además de cuñado fue su maestro, tomando de sus manos en 2019 la alternativa en la ciudad de Barcelona.
El toreo de Sánchez Mejías era valiente, casi temerario, Cossío lo definió como » la valentía más sobrecogedora jamás exhibida en los ruedos». En mayo de 2020 vivió una tragedia cuando presenció la muerte de Joselito en Talavera corneado por el toro Bailaor.
Actuaba en la terna y le tocó matar al toro que le arrebató la vida, quedando su dolor reflejado en una foto donde acaricia la cabeza de Joselito inerte. Tuvo varias idas y venidas, en 1927 se retiró para terminar el bachiller y centrarse en la literatura, su otra pasión que le elevó a hombre cultivado y culto.Para saber más
- Redacción:EFE MAD
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Escribía las crónicas de sus propias corridas y también obras teatrales como Sin razón, Zaya o Ni más ni menos, destacando como mecenas de la Generación del 27, grupo de escritores que impulsó en el 300 aniversario de la muerte de Góngora en el Ateneo de Sevilla.
Fiestón en el cortijo
Mejías selló el acontecimiento con una fiesta en su cortijo Pino Montano a la que acudieron Lorca, Alberti, Salinas, Gerardo Diego y Bergamín, entre otros, pura historia de España.
El polifacético diestro, que fue además presidente del Betis y de la Cruz Roja, actor, piloto de coches y jugador de polo, pasó a la posteridad como uno de los grandes personajes de la época, al que Lorca inmortalizó en su elegía. «Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura».
Su arrolladora personalidad unida a un físico bien plantado enloquecía a las mujeres, pese a que se casó con 25 años, siendo aun banderillero, con Dolores, hermana de los diestros Rafael y Joselito El Gallo.
Gitana de madre, bailaba con gracia y estaba muy enamorada de Mejías, pero a su inquieto marido pronto se le quedó pequeño el matrimonio. Lola sobrellevaba su pena con dignidad, y aún conociendo sus aventuras, cuando el dolor de sus cornadas le impedía dormir iba a su habitación a aplicarle pomadas. Eso sí, no dormían juntos, porque Lola le echó del dormitorio conyugal: «Búscate lo que quieras por ahí, aquí no entras más».
Como un capricho del destino, la trágica muerte de Joselito uniría a Sánchez Mejías con la que sería su gran amor, Encarnación López Júlvez, La argentinita, que era novia del torero cuando Bailaor le mató en Talavera.
Desesperada, la joven abandonó temporalmente su carrera artística y se afincó en Buenos Aires, su ciudad natal, donde emigraron sus padres y de la que regresó con 3 años.
En una gira por América, coincidió con Sánchez Mejías en México, a quien conocía por ser cuñado de Joselito. El dolor por su pérdida les unió en idéntico duelo, naciendo entre ellos una gran pasión, secundada por la afición de ambos a los escenarios.
Crearon juntos la «compañía de bailes españoles» que triunfó con el espectáculo Las calles de Cádiz, cuyo texto escribió el torero, que también era el productor, bajo el seudónimo Jiménez Chávarri. Sánchez Mejías pasaba largas temporadas en Madrid, en el piso de La argentinita de la calle General Arrando, aunque mantenía una habitación en el hotel Palace para cubrir las apariencias mientras su esposa permanecía en Sevilla criando a sus dos hijos.
Trío inseparable
Ángel guardián de sus amoríos clandestinos fue Federico García Lorca, amigo de Encarnación desde que ella protagonizó su obra El maleficio de la mariposa, que se hizo íntimo del torero, formando un trío inseparable.
Involuntariamente, estuvo a punto de provocar una hecatombe cuando en 1933 invitó a su biógrafa, Marcelle Auclair, casada con el escritor Jean Prévost, a una lectura de su Romancero Gitano, a la que acudió Sánchez Mejías, que quedó prendado de la francesa. Terminaron la noche bailando muy acaramelados en una verbena y después, el torero se plantó en París, donde tuvo una violenta bronca con el marido de Marcelle.
Lorca comentó: «Si pasa lo que preveo, Encarna los mata a los dos». Todo quedó en un apasionado beso, pues el diestro tuvo que partir urgente a Sevilla para declarar por un asesinato cometido en su finca.Más en El MundoEl pasajero que no subió al avión en el que murieron 61 personas en Sao Paulo: «No me dejaron embarcar»Los Mossos admiten en un nuevo informe que Puigdemont huyó gracias al «apoyo» de sus agentes
En 1934 sorprendió su regreso a los ruedos, aunque estaba más gordo y había perdido facultades, circulando el rumor de que necesitaba dinero, pues producir los espectáculos de La argentinita había mermado su fortuna.
Durante una corrida en Santander, descubrió en el tendido a Marcelle, que asistía a unos cursos en la universidad Menéndez Pelayo, y esa noche la llamó. «Me quedan tres contratos y me retiro definitivamente de los toros». Pero ese 11 agosto, el destino privó nuevamente a la francesa de culminar su romance con el diestro, Dolores quedó viuda y La argentinita, a quien un toro había arrebatado por segunda vez el amor, abandonó España con el corazón destrozado, muriendo en soledad con 47 años en Nueva York.
Fuente: https://www.elmundo.es/loc/famosos/2024/08/09/66b49590fdddffc8b08b4575.html