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Muere Fernando Botero, el artista colombiano más universal | El País

Colombia llora el fallecimiento del nonagenario pintor, escultor y dibujante

El pintor colombiano Fernando Botero junto a su serie dedicada a la cárcel de Abu Ghraib, en una imagen de archivo.EFE

SANTIAGO TORRADO / EL PAÍS

Fernando Botero, el artista colombiano más universal, ha fallecido este viernes a los 91 años. El pintor, escultor y dibujante murió en su casa en el principado de Mónaco, según ha confirmado el periodista Julio Sánchez Cristo en W Radio.

El maestro Botero, que dedicó más de setenta años al arte, fue un autodidacta en todo el sentido de la palabra. “Es la historia inspiradora de una persona que empezó de la nada y que lo único que tenía claro era su vocación artística, su capacidad de trabajo, su pasión por lo que estaba haciendo. Todo eso le permitió salir adelante y nadar muchas veces contra las corrientes predominantes en el mundo del arte”, le definía en 2019 su hija Lina Botero con ocasión del documental Botero: una mirada íntima a la vida y obra del maestro, una suerte de retrospectiva con un acceso inédito al artista, su familia y su intimidad.

El largo camino de Botero tuvo numerosas escalas. De orígenes humildes, su carrera comenzó como ilustrador del periódico El Colombiano a finales de los años cuarenta. Muy temprano se reconoció como heredero de Piero della Francesca, y la génesis de su estilo inconfundible llegó a los 25 años, con el boceto de una mandolina que insinuaba su sentido de la monumentalidad. Considerado desde hace mucho uno de los mejores artistas vivos, la fama y popularidad que había adquirido con sus pinturas de colores luminosos se acrecentó en los noventa cuando sus enormes esculturas de bronce comenzaron a ser exhibidas en las principales capitales del mundo.

Uno de los pasajes más reveladores de aquel documental se dedica a la etapa de Botero en Nueva York, laboratorio de la vanguardia contemporánea, a donde llegó con 200 dólares en el bolsillo en la década de los sesenta. Cuenta que en algún momento de esos años difíciles solo le quedaban 27 dólares en su cuenta de ahorros. Ante las cámaras, dos de sus hijos, Lina y Juan Carlos –un reconocido escritor–, abren un depósito en la gran manzana que permaneció sellado por décadas. Allí descubren cartas, bocetos y pinturas que dan cuenta de las búsquedas y luchas de ese artista treintañero que nadaba en contra de las corrientes de su tiempo. Se siente incomprendido, pero escribe instrucciones para darse ánimo, orientarse y depurar la maestría en su técnica. En esos tiempos predominaba el arte abstracto, el expresionismo abstracto y el pop art, pero el colombiano ya había escogido su derrotero en una dirección opuesta. Las voces críticas también lo acompañaron a lo largo de una carrera extraordinaria.

En los setenta se mudó a París, y allí lo alcanzó la mayor de las tragedias. En un accidente con un camión vio morir a los 4 años a Pedro, hijo de su segundo matrimonio. El propio Botero perdió parte de su mano derecha, por varios meses no pudo pintar y tuvo que hacer terapia física. Se encerró en su estudio a recrear una y otra vez el rostro de Pedrito. Esa serie incluye Pedrito a caballo, que se encuentra en el Museo de Antioquia, donde junto al pequeño se observa una casa de muñecas con dos figuras vestidas de luto asomadas por las diminutas ventanas.

A pesar de haber vivido en México, Nueva York, Mónaco o París, Botero nunca perdió de vista su país. Los recuerdos de su infancia, del mundo de la Medellín de los años 30 y 40, inspiró buena parte de su obra. Lo acompañó la convicción de que el arte, cuanto más local, más universal.

Con el cambio de siglo, donó la totalidad de su colección de arte a Colombia en lo que llegó a considerar la decisión más importante y satisfactoria de su vida. Además de las obras exhibidas en los museos en Bogotá y Medellín, otra de sus esculturas es quizás el mayor testimonio de la transformación de la capital antioqueña, y del terror que sufrió en tiempos del narcoterrorismo de finales del siglo pasado. Cuando una bomba destrozó la paloma con su firma que se exhibía en una plaza de la ciudad –con un saldo de 26 muertos y un centenar de heridos-, Botero pidió que no la reconstruyeran. Quedó como un monumento desfigurado, y al lado hizo otra paloma como homenaje a la paz. Así se mantiene.

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Fuente: https://elpais.com/america-colombia/2023-09-15/muere-fernando-botero-al-artista-colombiano-mas-universal.html

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