Una exposición en la galería Freijo de Madrid se centra en los artrópodos como motivo artístico y termómetro de biodiversidad.
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José María Parreño / El Cultural
En la muestra, impecablemente montada, las obras se intercalan con textos (del entomólogo Óscar Soriano). Por ejemplo: “En la actualidad se han descrito alrededor de 1.000.000 de especies de insectos. Los cálculos más moderados arrojan el resultado de que puede alcanzarse la cifra de 6.000.000 de especies de insectos vivos”. Más adelante se nos advierte que para cuando hayamos realizado el inventario de la mitad, la otra mitad se habrá extinguido.
La belleza de lo frágil
Y, sin embargo, más frágiles me parecen los seres humanos. Porque, como también leemos aquí: “El 84 % de las especies vegetales y un 76 % de la producción alimentaria dependen de la polinización”. Así que no sería imposible que desapareciera la especie humana y quedaran en el planeta unos cientos de miles de especies de insectos. Y en cuanto a la belleza del título: en en la naturaleza, bello es lo ajustado a su fin.
La selección de obras es heterogénea en cuanto a soportes, edades y procedencias. Así, encontramos rescates como las esculturas grotescas de Antoni Abad (1956), las esculturas en movimiento de Monique Bastiaans (1954) o los dibujos de Joaquín Mouliaá (1944), tres artistas de larga trayectoria (el último, casi desaparecido en las últimas décadas).
A la generación más joven pertenecen Rocío Garriga (1984) y Candela Sotos (1986). La primera ofrece una obra bien interesante sobre las llamadas bombas mariposa, que deben su nombre a la apariencia de las alas –en realidad un recurso para hacerlas más mortíferas–. El de Sotos es un trabajo, entre la escultura y la investigación, sobre el lenguaje –la danza– que las abejas utilizan para comunicarse.
Encontramos también una delicada intervención sobre libros de Pamen Pereira (1963) y un magnífico dibujo de Natividad Bermejo (1961) que alude al llamado efecto mariposa, con el que Edward Lorenz ejemplificaba su teoría del caos y las diferentes variables que condicionan los eventos.
Joaquin Mouliaá-: ‘Mosquito’ 1975. Foto: Galería Freijo
También son impresionantes las fotografías de Che Marchesi (1963) de la mosca del vinagre, un espécimen que la ciencia ha utilizado en infinidad de experimentos y cuya importancia mamíferamente ignoramos.
Si la pieza más humorística es la de Los Torreznos (1959/1965) (una caja desde la que surge un molesto zumbido… de conversación), las más enigmáticas son las de Rafa Burillo (1968) y Ramón Mateos (1968). Del primero es una casa cuya arquitectura remite al movimiento moderno, habitada por un insecto gigante, como en una película de terror. Del segundo, un lacónico mensaje de terror real: los 21.759 fallecidos por la picadura del mosquito transmisor de la fiebre amarilla, que liquidó al 84 % de las tropas británicas que luchaban contra la corona española en Cartagena de Indias.
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Dejo para el final, por excepcional, el vídeo Siempre el pasto del vecino es más verde (1997) de la mexicana Teresa Serrano (1936): el vuelo de las mariposas monarca intercalado con imágenes de migrantes, contrapone la rigidez de las fronteras humanas con la libertad del aire.
Al margen del interés de las obras, se echa de menos un cierto contexto para algunas, como las penúltimas citadas. Nos gustaría ver a qué serie o proyecto pertenecen, para que no aparezcan como meras ocurrencias aisladas.