Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra
El proceso hacia el III Congreso Nacional Ordinario de Morena y particularmente las llamadas asambleas distritales celebradas el 30 y 31 de julio, sugiere que acaso se estén confrontando dos concepciones distintas de partido: la del partido movimiento y la del partido de Estado. Obviamente aquellos que están practicando esta segunda forma de ver al partido de la Cuarta Transformación, jamás aceptarían ser partícipes de esta concepción. Finalmente, la forma partido de Estado encarnó lo más odioso de la cultura priista y la forma específica del autoritarismo que protagonizó el PRI. ¿Cómo podría Morena estar reeditando mutatis mutandis esta forma partidaria cuando el movimiento que la hizo nacer fue una rebelión contra esta forma de autoritarismo?
Fue el espíritu de esa rebelión la que animó a los autores del Estatuto de Morena que ha guiado la vida del partido desde 2012 cuando empezaron a realizarse las asambleas fundacionales. En el Estatuto de Morena, que será reformado en el contexto del próximo congreso, se advertía una voluntad de luchar contra la instauración de las oligarquías partidarias (de las que habló en su momento el politólogo alemán Robert Michels) al poner candados a la reelección de coordinadores distritales-consejeros-congresistas.
La introducción de la llamada tómbola o insaculación para elegir candidaturas a puestos de elección popular iba en el mismo sentido y también la preeminencia de los consejos estatales y los comités ejecutivos estatales. La democracia interna tenía su piedra angular en las asambleas distritales que ahora se convirtieron en las filas masivas de afiliación y de votación.
Ha resultado sumamente preocupante la manera de resolver el problema del padrón del partido. Esta situación no se quiso resolver cuando podíamos haberlo empezado a hacer desde fines de 2018. Ahora se ha constituido un padrón masivo de 2.5 millones de personas que acudieron a las llamadas asambleas distritales, se afiliaron y votaron. Es preocupante, porque el partido se ha llenado de mucha gente que de buena fe acudió a inscribirse y votar, pero también de mucha gente que llegó allí como parte de las maquinarias electorales que funcionaron a través del acarreo y la compra de votos.
Hay también una preocupación adicional que me ha surgido después de leer diversas crónicas que relatan quiénes fueron los ganadores en la elección de coordinadores distritales-consejeros-congresistas. En buena parte de las entidades federativas en las cuales gobiernan Morena y sus aliados, fueron las maquinarias electorales construidas a partir de los gobernadores, las que lograron colocar a cantidades significativas de coordinadores distritales-consejeros-congresistas. Lo/as candidato/as ganadores no necesariamente fueron aquello/as integrantes de Morena que han sido parte del partido-movimiento durante muchos años, por tanto vinculados a las luchas desde la sociedad civil. Lo/as triunfadores fueron aquellos que gozaron del favor y fuerza que da el poder del Estado desde el ámbito estadual. El partido no se nutrió del movimiento para elegir sus dirigentes sino de una voluntad de Estado.
¿En qué terminará Morena después de esto? No solamente se corre el riesgo de que las dirigencias estatales y nacionales sean integradas por personas que ideológicamente no tienen una vinculación fuerte con los ideales de la Cuarta Transformación, sino también por personas cuyo principal mérito para ser electo/as es haber gozado del favor de los gobernantes a nivel estadual, municipal o ser funcionarios de los programas sociales que la 4T está propiciando. Así las cosas, Morena no necesariamente será un partido que se nutre de la fuerza que nace desde abajo (la sociedad civil), sino de la que viene desde arriba (el Estado).
Esto no es lo que caracteriza a un partido-movimiento. Más bien es el camino hacia un partido de Estado.