Por Itandehui Rodríguez Martínez
@Itandehui_RoMa
El rito de la sucesión aplica para cualquiera y en cualquier ámbito. Aplica para directores generales o presidentes de empresas, aplica para gobernantes, en la academia y en el ámbito que gusten y manden.
Un caso en el que el rito de sucesión es muy claro, para que lo entendamos todos, es el que pudimos ver en Gladiador. Sí, la película Gladiador, en la que el guapísimo Russel Crowe, es quien interpreta al General Máximo Décimo Meridio.
Como recordarán Máximo soñaba con volver a casa con su esposa, pero el emperador, Marco Aurelio tenía otros planes para él. Sabía que su sucesor debía ser un fiel protector de su legado.
Eso implicaba decidirse por la persona correcta, aunque no fuera parte de su familia y aunque su sangre no corriera por sus venas.
El problema de Marco Aurelio fue que no supo darse cuenta de la gran ambición de Cómodo, su hijo, quién terminó asesinando a su padre con tal de convertirse en Emperador de Roma.
Y empieza toda la aventura que ya todos conocemos y que hemos visto ya varias veces, yo unas diez, por lo menos.
¿A qué viene la mención de esta película?
Es por una razón bien sencilla.
Las y los gobernantes hoy, de todas las extracciones, de todos los partidos, de todos los colores y de todos los rincones de este país, se encuentran ante una disyuntiva, elegir a quién los sucederá. Y aunque gobernante no pone gobernante, también es cierto que lo intentan.
¿Quién es la mejor opción?
¿Alguien que podría no ser parte de tu familia, es decir, de tu equipo, pero que te garantizaría protección, no solo a ti, sino a tu legado? ¿O alguien a quien consideras de tu equipo pero que tarde o temprano va a terminar traicionándote?
Enrique Peña Nieto vive tranquilamente en España, ¿no? Para sus intereses y sus necesidades eligió bien.
¿Jaime Rodríguez eligió bien? Pues no, cuando todavía era gobernador, ordenó a su equipo sumarse con Samuel García y acabó en la cárcel.
Estos dos ejemplos nos llevan analizar la decisión que todo gobernante debe tomar: apoyar a un “rival equilibrado” o decidirse por un “aliado inestable”.
Todo depende de dónde y cómo se quieren ver en tres años, en eso consiste realmente el rito de la sucesión.
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