La autora de la novela ‘Nada importante’ se vale de la traumática experiencia de una joven para abordar la violencia machista y reflexionar sobre cómo es percibida por la sociedad.
H.M. / PÚBLICO
Un pueblo soleado y bañado por el mar puede ser un agujero negro. Por eso, Minerva busca las calles anchas de una gran ciudad para perderse, para encontrar a otros iguales en los pasillos de la facultad, para dejar atrás una relación tóxica con el niño rico del lugar. Acaba, sin embargo, en un callejón sin salida geográfico y vital, acuchillada. A su lado yace su ex, muerto, junto a una pistola. Un policía da carpetazo al asunto y cierra el caso sin investigar lo suficiente: se trata de un «crimen pasional», el eufemismo empleado en 1991 cuando un hombre mataba a su pareja por su condición de mujer.
Treinta años después, la situación es desesperanzadora, cree Mónica Rouanet (Alicante, 1970). «Si en mayo se cometieron seis asesinatos machistas, muy bien no nos va. Si todavía hay miedo a denunciar, seguimos igual que antes. Si aún se estigmatiza a la mujer, algo horroroso y aberrante, apenas hemos mejorado», critica la autora de Nada importante (Roca Editorial), un thriller que se vale de la traumática experiencia de una joven para abordar la violencia de género y reflexionar sobre cómo es percibida por la sociedad. «La gente está tan ciega que hay víctimas que no son conscientes del maltrato psicológico e incluso maltratadores que no lo ven como tal».
Rouanet recuerda que la novela surgió del cabreo que le produjo una escena de Expediente X, cuya primera temporada se estrenó en 1993. «Cumplió condena por agresión sexual y por drogas, nada importante», comenta un policía. De ahí el título del libro, pero también la inspiración. El subinspector que investiga la agresión a Minerva no está concienciado sobre la violencia machista. Una agente es ninguneada por su jefe y, además, sufre acoso sexual. «En los noventa nos vendieron que la mujer se había empoderado. Sin embargo, fue cuando más se la juzgó. Sí, podía acceder al mercado laboral, aunque ocupaba puestos inferiores a los hombres», se lamenta la escritora.
Nada importante da un salto a la actualidad, si bien el paso de los años no ha refrescado la memoria de la protagonista, quien tras permanecer en coma y recuperarse sigue sufriendo amnesia. Sí tiene presente las reacciones de su madre, que la juzgaba con su silencio, y de la madre de su exnovio, celoso y posesivo, que la culpaba de haberlo convertido en un asesino. «Hablo del machismo social, que se da tanto en hombres como en mujeres, quienes a veces protegen a los hombres porque consideran que deben hacerlo, sea su padre, su marido o su hijo». También deja claro que «hay mujeres que matan a hombres, pero es distinto, porque probablemente no hubo una violencia previa, sea psicológica o física, que ellos sí ejercen sobre ellas».
La novela, más allá de la trama y de la sombra que se cierne sobre Minerva, critica «la situación social de las mujeres» en las últimas décadas, porque, como apunta la autora, «toda novela negra tiene un punto de denuncia social». Contra la sociedad, contra la policía y contra la justicia. Así, lo primero que le pregunta un juez a una joven que ha sufrido una violación en un portal es de dónde venía a esas horas. «La condena será diferente si estaba de fiesta o si iba a trabajar, como si ella fuera la culpable, cuando el violador solo esperaba que llegase cualquier mujer para agredirla», explica Rouanet.
Para dejar claro que siguen siendo estigmatizadas, pone como ejemplo real a las dos niñas de doce años violadas en Burjassot: «Lo primero que se nos pasó a todos por la cabeza, aunque solo fuera durante un segundo, es qué hacen dos crías de noche, solas, con unos chicos. Sin embargo, no hay razón para violarlas, ni se puede justificar que alguien las agreda por estar en la calle. Culpabilizar a la agredida en vez de al agresor es increíble. ¿Qué hacían esas chicas allí? Pues simplemente estaban allí».
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Tampoco se libra la prensa. La escritora, madrileña de adopción, censura que las noticias se hagan eco de «una nueva muerte» o de una «nueva víctima de violencia de género«, en vez de informar sobre «un nuevo asesinato» o sobre «un nuevo asesino», porque aunque «todo el mundo es presunto hasta que es condenado, si ha cometido un asesinato es un asesino». Es más, a Rouanet no le gusta que se usen ciertas palabras: «Servíctima indica debilidad, pero las mujeres no somos débiles, sino que nos matan. Luego, cuando algún maltratador se suicida, pienso que podría haberlo hecho antes de matar a su pareja».
Minerva dejó su pueblo atrás para huir de un novio que no la dejaba respirar y en Madrid se encontró con otros tipos de violencia machista. La también autora de Despiértame cuando llegue septiembre refleja así que no importa el lugar donde vive un maltratador, ni si es rico o pobre, educado o sin formación: «La violencia de género está en todas partes. La gente de una posición sociocultural más alta trata de que no salga a la luz, sea agresor o agredida, porque es una vergüenza. La misma que siente una mujer con pocos recursos, aunque esta puede llegar a denunciar para recibir ayudas y protección. Es su forma de sobrevivir, porque si se quedan con su pareja saben que van a morir».
Fuente: https://www.publico.es/culturas/monica-rouanet-victima-indica-debilidad-mujeres-no-debiles-matan.html#analytics-seccion:listado