Raquel C. Pico / ethic
¿Cuántas veces decimos en un mes, en una semana, que no tenemos tiempo? Las horas se nos escapan entre los dedos en un mundo que se siente cada vez más acelerado y repleto de cosas a las que no llegamos. Pero ¿por qué no tenemos tiempo? La escritora y artista Jenny Odell aborda en su segundo libro, ‘¡Reconquista tu tiempo!’ (Ariel), nuestra relación moderna con el tiempo y hace una crítica profunda –y sustentada en muchos datos– sobre cómo el capitalismo ha estructurado nuestras jornadas. Si en su libro anterior denunciaba la economía de la atención, su nuevo ensayo invita a cuestionar que tengamos que vivir a toda velocidad en todo momento.
¿Por qué –incluso leyendo libros como el tuyo– seguimos sintiendo culpabilidad por creer que no trabajamos lo suficiente?
Es importante recordar que esto es una cuestión cultural. Te sientes culpable de forma individual, pero viene de vivir en una sociedad que tiene ciertas normas y valores. A nivel individual, no es mucho lo que se puede hacer sobre esto. Puedes tomar la decisión de tener valores diferentes, pero sigues viviendo en este mundo. Es el lenguaje que se habla en este sistema de valores. Te lo encuentras en todas partes. Es como esta cosa que te rodea. Se puede cambiar: lo ha hecho con el paso del tiempo.
Si nuestra relación con el tiempo es parte de la historia reciente, ¿puede cambiar en el futuro?
Intento mantener un optimismo razonable. No creo que estas cosas puedan pasar de forma inmediata y tampoco a un nivel individual. Dejo claro en el libro que me preocupa cómo un grupo de personas se liberan de ajustar su tiempo, mientras otras están todavía atrapadas en la situación. Pero las cosas han cambiado muchas veces. Para cambiar nuestros sentimientos sobre el tiempo se necesitará conectar el cambio que involucra a lo individual –y cómo se siente el tiempo– a lo más estructural. En Estados Unidos tenemos leyes realmente malas sobre el tiempo de vacaciones o el permiso parental. Esas son cuestiones estructurales, que tendrán que ser cambiadas en el nivel en el que existen.
En relación con esto, también tenemos una brecha de clase en relación con el tiempo. Es algo sobre lo que eres muy clara en el libro, sobre cómo es más fácil tener tiempo si tienes dinero para pagar por ello. ¿Es esta una de las cosas que debemos abordar y es una de las más difíciles?
Sí. Algo que me pareció muy interesante, al menos en California, es que ha habido en el pasado en algunas compañías tecnológicas acciones de sindicalización en las que trabajadores white collar han intentado trabajar con trabajadores blue collar. Por ejemplo, en lugares como Google, hay una gran cantidad de equipos de mantenimiento o subcontratas que no tienen los mismos beneficios y las mismas buenas condiciones laborales y su tiempo no se valora igual. Encuentro inspirador que estén pensando en hacer una acción coordinada; no por pena, sino porque comprenden que en realidad todos tienen algo en común, incluso si sus trabajos parecen muy diferentes. Al final están conectados en términos de lo que necesitan, de conseguir más poder y de distribuir las cosas de manera más igualitaria. En el libro intento articular algo parecido en términos de la relación entre quien es bastante privilegiado, pero trabaja de más o es un workaholic, y quien simplemente no tiene control sobre su tiempo.
En paralelo tenemos este mundo complejo en el que todo está conectado todo el tiempo. Antes de existir el roaming gratis en la UE cruzabas la frontera a Portugal y adiós teléfono. Ahora sigues conectada todo el tiempo. ¿Es más difícil en este contexto cambiar nuestra obsesión y nuestra relación con el tiempo?
Sí. Escribí una columna cuando Elon Musk tomó el control de Twitter, en la que sugería que algo como Twitter es en su propia naturaleza algo que te entrena a amarlo, a estar constantemente actualizando. Desarrollas esta expectativa de que siempre hay algo nuevo. Twitter no está limitado geográficamente y está siempre conectado: siempre hay algo nuevo ahí. Te interesa rápidamente y hace que sea muy difícil dejarlo o intentar alinearte con otros ritmos que son más locales o más corporales. A mí me sigue pareciendo increíble cómo simplemente con no mirar las redes sociales en dos días cambia tu percepción del tiempo bastante rápidamente. También creo que mirar las actualizaciones y estar en contacto con estas cosas constantemente puede llevar a sentir la presión del tiempo, incluso cuando no estás haciendo nada. Es como si crease la sensación de ajetreo, porque tu mente está constantemente yendo entre todos estos contenidos. Puedes coger un día sencillo y hacer que sea rápidamente complicado y lleno de actividad.
Y no sé si sientes también que añade dramatismo al día a día. Todo en Twitter es muy dramático, muy apasionado. Estás en medio de una telenovela intensa…
Sí, sí, totalmente. Gratificación instantánea, cierto dramatismo… Ese estado mental que describes. Y sí, me preocupa ese ciclo de tiempo corto en el que está todo y que está lleno de urgencia. Obvio, estos tiempos son urgentes, pero en términos de coordinar acciones para abordarlos requieren cierto tiempo, cierta deliberación y conversación. No se puede estar en este registro todo el tiempo.
Sí, porque a veces parece que todo es noticia de última hora, aunque no lo sea. Volviendo a tu libro, me sorprendió cómo los orígenes, la villain origin story, de la gestión de tiempo de hoy está en el colonialismo y el sistema económico que se desarrolló en Europa en el siglo XIX. ¿Es algo que se fue y volvió? Porque ahí están esos vídeos de choques culturales de estadounidenses en Europa que hablan de nuestra vida relajada… Y no la tenemos, de verdad.
No había pensado en ello como algo que vuelve. Creo que es interesante trazar la evolución de una idea particular en un contexto específico. Gran parte de la historia de la que hablo en el libro es específica a Reino Unido, pero luego la manera de pensar sobre el tiempo se exporta a las colonias y a las plantaciones. Es interesante pensar sobre esas formas de exportación. En las plantaciones usaban logs preimpresos, que están fragmentando la idea del tiempo. Y luego el taylorismo tiene su propio sistema de medida. Puedes trazar todo el camino hasta los productivity bros de hoy, que crean contenidos sobre una manera en concreto de pensar sobre el tiempo y que la gente está viendo y consumiendo. Entonces sí, imagino, está haciendo el viaje de vuelta a Europa. Es realmente surrealista.
En la crisis de 2008, había toda esa presión sobre mejorarte usando todo tu tiempo. ¿Hay una brecha generacional en estos tiempos estresantes? ¿Es más fácil para los boomers o solo lo siento porque soy millennial? Las generaciones más jóvenes a veces me parecen más estresadas incluso de lo que lo estábamos nosotros a su edad. ¿Es el estrés parte de la crisis del siglo XXI?
No lo sé. Creo que, al menos en EE. UU., hay una división generacional en términos de estabilidad. Está ese elemento de la gente de más edad [preguntando] «¿por qué estáis estresados todo el tiempo?». Bueno, mis circunstancias son muy diferentes a las vuestras. Cuando observas la generación que va después de la mía –o quizás media generación después–, el entorno educativo en el que viven mis estudiantes es muy diferente al mío, más hipercompetitivo y con hiper profesionalización, como si ya fueses casi un empleado. Yo fui a una universidad competitiva, pero era más abierta comparada con lo que hay ahora. Había un énfasis en aprender lo que quisieras que ahora parece utópico. Pienso que puedes verlo en diferentes generaciones y esto afecta obviamente a cómo se sienten sobre el tiempo. Puede ser indignante, porque si alguien es mayor y ha tenido una sensación más confortable toda su vida puede no llegar a entenderlo.
Al final siempre acabamos hablando de la economía. ¿Es nuestra relación con el tiempo un efecto del capitalismo de las últimas décadas?
Sí, lo creo. No es posible hablar de que todo el mundo ve el tiempo como dinero sin hablar de los sueldos. Esto es, al final, economía. Al mismo tiempo, creo que hay una relación interesante entre la economía y la cultura. Solo por que alguien tenga más tiempo, digamos que mejore su situación económica, no significa que vea el tiempo de manera diferente. No va a llevar naturalmente a ello, sería más una cuestión cultural personal. Si no hay una infraestructura cultural para esto, no va a [cambiar] de forma mágica. Y viceversa: solo por que alguien viva un cambio cultural y empiece a pensar en el tiempo no implica que vaya a poder ponerlo en práctica si no está en una situación económica para hacerlo. Estas dos cuestiones son distintas, pero están muy conectadas y necesitas abordarlas ambas.
En el libro hablas de performar la productividad, que no es que tengas que estar ocupada con cosas, también tiene que parecer que las estás haciendo. En España tenemos una expresión, la de «calentar la silla». ¿Es esto una parte importante del problema, el que tengamos que estar visiblemente ocupadas?
En inglés tenemos una expresión un poco diferente, pero es esa idea. Tienes que estar en tu escritorio y parecer que estás trabajando. Pienso de nuevo que es un ejemplo de una cuestión cultural, porque tiene que ver con las nociones de cómo es el trabajo y cómo debe verse. A veces pienso en esto como escritora, porque ¿cómo cree la gente que es el trabajo de una escritora? Hablan de palabras escritas porque es algo que puede ser medido, pero no hay manera real de medir el hecho de que he estado pensando en algo durante siete años. Y luego me senté [a escribirlo]. Afortunadamente, porque trabajo para mí, no tengo que justificárselo a nadie. Pero imagino que, si tuviese compañeros de trabajo o algo así, gente que estuviese mirando mientras doy vueltas sin hacer nada, tendría bastante presión para explicar que esto es trabajo. Realmente, es la parte más importante del trabajo, pero no es culturalmente leíble.
Una de las cosas que cuentas en ¡Reconquista tu tiempo! es que una periodista española te preguntó, al hilo de tu libro anterior, si lo que necesitábamos era un sindicato. Retomando su pregunta, ¿necesitamos una mejor gestión del tiempo o un mejor sindicato?
Creo que lo necesitamos, especialmente en EE. UU. donde hay tanta legislación y sentimiento antisindical. Pienso que la única manera de cambiar la experiencia con el tiempo, especialmente en el contexto de trabajo, si no es un sindicato, es con algo colectivo que opere a un nivel similar. Aunque tengo una interpretación diferente de la pregunta –era si necesitas un terapeuta o un sindicato–, porque es una versión de lo que estaba diciendo antes de lo cultural y lo estructural. Necesitas ambos. Necesitas la acción colectiva y ser capaz de afrontar lo estructural, pero luego están los elementos que quedan en los valores interiorizados que puedas tener. Los sentimientos como el valor de cada cual o ver el tiempo como dinero no pueden ser afrontados con acciones estructurales.
Al final, con lo que podemos quedarnos de esta entrevista es que esto no es solo algo que está en cada persona. Necesitamos hacer el cambio desde dentro de cada quien, pero también como sociedad.
Sí, y esto, como cualquier otra forma de lenguaje, las ideas se convierten en reales cuando empiezas a hablar sobre ellas. Así que desde el principio se trata de personas conectando con otras personas.