Las profesionales sostienen que los órganos rectores del organismo, en los que los hombres son mayoría, se niegan a tramitar las ayudas a las que tienen derecho desde el pasado mes de octubre.
JUAN OLIVER / PÚBLLICO
Galicia sufre todos los inviernos al menos dos o tres fenómenos meteorológicos similares a Filomena. Cierto es que no dejan en las ciudades escenarios de nieve como el que padeció Madrid a principios de año. Pero sí vientos huracanados, lluvias torrenciales y vendavales en el mar, que barren la comunidad de la mano de esos ciclones del Atlántico que llegan a la costa reconvertidos en ciclogénesis explosivas o en profundas borrascas bautizados con nombres de personas.
El primer temporal de la temporada 2020-2021 –ya van ocho en lo que va de año–fue Álex. Afectó a toda Europa occidental y sus consecuencias se extendieron sobre todo por el litoral de Portugal, España, Francia e Italia. En Galicia, las olas de más de seis metros llenaron las playas de la comunidad de miles de toneladas de algas muertas arrastradas por el mar.
En Carril, una pequeña localidad pesquera de 3.000 habitantes, ubicada en la boca de la ría de Arousa, a unos 50 kilómetros al suroeste de Compostela, esas algas inundaron las playas en las que se crían las almejas de tipo babosa, japónica y fina que han dado al pueblo una merecida fama en los circuitos gastronómicos. Sólo uno año antes, una riada de agua dulce había acabado también con buena parte de los recursos marisqueros de la zona.
«Después de Álex nos dimos cuenta de que de nuevo había una elevada mortandad del marisco«, cuenta Rita Vidal Mouriño, vicepatrona de la Cofradia de Mariscadores de Carril y portavoz del colectivo de mariscadoras a pie. Son alrededor de 90, y muchas, como Rita, llevan acudiendo a mariscar desde que eran adolescentes. Al contrario de lo que sucede con los otros dos colectivos profesionales de la Cofradía, ellas son mujeres. Entre los mariscadores a flote –faenan desde una embarcación– y los llamados parquistas –explotan una parcela en concesión establecida sobre la lámina de agua– lo que predominan son hombres. En el conjunto de la Cofradía y en sus órganos rectores, las mujeres son minoría.
Las mariscadoras son trabajadoras autónomas, y todos los meses pagan un seguro que cubre el riesgo de que tengan que dejar de mariscar por culpa de los temporales, las mareas rojas y o la contaminación, y, por tanto, de ingresar lo que ganan con la venta de las almejas. Dejan de mariscar, sí, pero no de trabajar, porque los planes de explotación aprobados por la Xunta también les encomiendan otras tareas: la limpieza y arado de los arenales y la retirada de la basura que arroja el mar; el acondicionamiento de substratos, el control de las especies depredadoras o invasoras, y el sembrado de las playas. Porque las almejas también se cultivan, y ellas son las encargadas de plantarlas diseminando cada año en la arena miles de diminutas crías de bibalvos.
El seguro permite a las mariscadoras subsistir cuando no hay marisco o cuando no pueden venderlo. Pero la ley obliga a que sea la Cofradía la que tramite su solicitud ante el Instituto Social de la Marina (ISM), que depende del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones. Las mariscadoras, en teoría, son autónomas, pero en la práctica, las de Carril no lo son tanto. En los órganos rectores de la Cofradía hay una mayoría de hombres, y se niegan a tramitar los expedientes para que cobren el subsidio al que tienen derecho. «Piensan que la Cofradía es suya», sostiene Rita. Ella accedió al cargo de vicepatrona tras las últimas elecciones, y confiesa que sus relaciones con el patrón mayor, José Luis Villanueva, no han sido buenas desde el principio. «No quería que una mujer estuviera detrás de él», dice.
La portavoz de las mariscadoras asegura que ella y sus compañeras padecen una situación de acoso machista desde hace años. «El 70% del colectivo está o ha estado de baja y ha necesitado atención psicológica por ansiedad. Es lógico. Llevamos así muchos años, y muchas no tienen otro ingreso que no sea el marisco», sostiene.
En el otro extremo, el patrón mayor reconoce que existe un conflicto, pero niega rotundamente que se deba a ninguna posición machista. «El cese de actividad no tiene nada que ver con las algas. El tiempo es el tiempo y no tiene nada que ver con que ellas tengan que cumplir con su trabajo. Los parquistas, que son el sector mayoritario, también se han visto afectados por las algas y no han pedido el cese. La Cofradía no es El Corte Inglés, estamos para echarles una mano en lo que sea menester, pero no somos responsables de las algas. No las hemos puesto nosotros ahí», subraya Villanueva.
El patrón mayor asegura que las mariscadoras ya habían pretendido el cese de actividad antes de Álex, y que en marzo, cuando el Gobierno de Estado decretó el Estado de alarma y el confinamiento de la población por la epidemia de Covid-19, también pretendieron que se cerrara la lonja de Carril. «Según ellas el marisco iba barato, no tenía buen precio, y era mentira, porque los precios estaban batiendo récords al alza». En la versión de Villanueva, las mariscadoras, pocos meses después y al ver que los precios del marisco estaban subiendo, habrían sobreexplotado y agotado los bancos, que están bajo titularidad de la Cofradía, sin que la mortandad del marisco pueda atribuirse a la asfixia de los bivalvos sepultados bajo el manto de las algas.
Por su parte, la Xunta, asegura que no tiene constancia de las decisiones adoptadas por la Junta General del organismo que preside Villanueva. «Se trata de un asunto en el que la Cofradia debe seguir tanto los procedimientos como los plazos que establece la normativa vigente», aseguran fuentes de la la Consellería do Mar, que dirige Rosa Quintana, que añaden que lo que sí podría hacer ese departamento dentro de sus competencias sería la revisión del plan de explotación, «lo que abriría la puerta a que las mariscadoras pidiesen al ISM el cese de actividad y la prestación correspondiente».
De momento, las mariscadoras han contratado a un abogado externo para reclamar sus derechos al margen de la Cofradía, han denunciado el caso ante el Consello da Muller y han promovido una moción de apoyo a través del Ayuntamiento de Vilagarcía. «Somos autónomas fantasma. No existimos para nadie. Pero somos mujeres y no vamos a claudicar», promete Rita.
Cada temporada de huracanes, los servicios meteorológicos establecen un listado con los nombres con los que van a bautizar a los nuevos temporales, como sucedió con Álex y con Filomena. Siempre se ordenan alfabéticamente, pero es difícil saber cuál será el del próximo que llegue a las costas gallegas. Ni siquiera si tendrá nombre de hombre o de mujer, porque en esas listas se cumple estrictamente con los criterios de igualdad, y los géneros de los nombres se van alternando. Eso sí, lo único seguro es que a un huracán con nombre de varón siempre le sucede otro con nombre de mujer. Y viceversa.
Fuente: https://www.publico.es/sociedad/desigualdad-laboral-mariscadoras-gallegas-denuncian-machismo-acoso-cofradia-pontevedresa-carril.html