Desde la Finca Zahariche, los hermanos Eduardo y Antonio Miura, acompañados por Eduardo hijo, desgranan la historia y la actualidad de una ganadería con 175 años, y advierten que «es un milagro» que sigan haciendo ruido.
Eduardo Miura hijo, Eduardo Miura padre y Antonio Miura, posando para EL ESPAÑOL | Porfolio en la Finca Zahariche. Marcos Moreno
Laura Garófano / Lora del Río (Sevilla) / Porfolio
Con los dedos que hay en una mano, y siendo muy, muy generosos, se cuentan las ganaderías bravas en España que tengan 175 años de historia. Ninguna aparte de esta ha dado nombre a dos Lamborghini. Pocas, con tantísima personalidad como que sus toros son reconocibles incluso para los profanos. Por su morfología son altos, espigados y de cuello largo, entre otras características. Pero sobre todo, son conocidos, admirados y valorados por su actitud desafiante. Cuando salen a la plaza lo hacen con la testuz alta, e incluso miran en derredor, directamente al público. Lo que es incuestionable es que ninguna otra ganadería de toros de lidia es tan conocida, dentro y fuera de España, como lo es la de Miura.
Los entendidos consideran que sus toros son una subraza en los toros de lidia. Su casta, sin que se cruce o refresque con otros fenotipos, y su carácter, son parte de su leyenda. Ésta incluye también la negra, asumida por sus propietarios. Pero la leyenda de verdad tiene más matices: también se ha forjado porque torear un miura catapulta a aquel diestro que cuaje faena con uno de sus toros.
El último hito de la Ganadería Miura es haber sido la última Medalla de Oro de las Bellas Artes, vinculada a la Tauromaquia como expresión cultural española. Hay quien dice que el carácter de la familia es similar al de sus toros. Porque famosa es ya en el mundo taurino la imagen en la que los dos hermanos Miura y actuales propietarios del hierro, Eduardo y Antonio, saludan, hace poco más de un mes, al ministro de Cultura, Ernest Urtasun. Antitaurino confeso, el ministro acaba de suprimir el Premio Nacional de Tauromaquia. La historia de aquella foto, y otras muchas más, como la adaptación del hierro a los nuevos tiempos y a las formas actuales de torear, los apuros y cuidados para mantener las reses, la política, las directivas europeas y las nuevas alternativas de ocio, lo cuentan a El ESPAÑOL | Porfolio los hermanos Eduardo y Antonio Miura, y también Eduardo Miura hijo, quien se prepara ya para hacerse cargo de algo prácticamente genético, sentido como un privilegio y una responsabilidad.
Entrar en la Finca Zahariche, en Lora del Río (Sevilla), es como viajar atrás en el tiempo y ser partícipes de una historia que forma parte de una cultura popular compartida por varias generaciones. En sus 600 hectáreas, y desde 1941, los Miura tienen allí su ganadería brava. En Zahariche y en el carácter familiar están las claves de cómo es posible seguir siendo una de las ganaderías más señeras y conocidas después de siglo y pico largo de existencia. Y con todo, Eduardo Miura sentencia que «después de 175 años y que aún estemos haciendo ruido, es un milagro».
Lo primero es ir a ver a los animales, muchos de ellos ya seleccionados, que no adjudicados, a las corridas que ya tienen cerradas. Sobre todo, en ferias, porque ya no es como antes: apenas hay novilladas. Además de la de Sevilla en la pasada Feria de Abril, el próximo fin de semana habrá miuras en Las Ventas (Madrid), y posteriormente en Algeciras, Pamplona, Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y Zaragoza.
«Sevilla y Pamplona son plazas fijas», cuenta Antonio Miura en el todoterreno que conduce. Para todas esas corridas necesitan contar con unos 60 toros, tanto los que van como los que tienen en previsión por si falla alguno. «Es que los toros se pegan entre sí». Por eso el vehículo no se acerca mucho a los animales, pero no es por miedo a la embestida de media tonelada de peso y a la corná, que atravesaría, sin duda, la puerta del vehículo. Qué va.
El toro nuestro es como un avispero. Si lo ves y no le haces nada, está tranquilo. Pero si le das con un palito, se revoluciona. Por eso no me acerco más, porque si los altero, luego se pelean entre ellos.
Antonio Miura, copropietario de la ganadería
La explicación del ganadero tiene lugar mientras trata de sortear los escarbaeros, unos enormes agujeros en la tierra que abren los animales con las pezuñas para purgarse y limpiarse con la arena.
Tienen unas 600 reses en extensivo. Campan libres. De ellas, entre 250 y 260 son vacas bravas. Todas las mañanas se revisa el ganado, para ver si los animales están bien, si hay alguno que ha enfermado, si hay alguno herido de una cornada por una pelea, o si están bien de los ojos. Los hermanos Miura guardan en la finca, además, dos sorpresas, absolutamente desconocidas: crían burros, en peligro de extinción, y también caballos de pura raza española e hispanoárabes, en los tres casos, para su venta.
Tradición
Saben bien que otros ganaderos lo han intentado. Y que incluso en alguna corrida, cuando el toro entra ya muerto en el desolladero, se le cortan los testículos y se preservan rápidamente si en la plaza el animal ha sido notable. «¿Inseminación artificial?. Pues muy bien. Pero aquí se hace a la antigua usanza. Que disfruten los animales. A las vacas nuestras, con el carácter que tienen, y aunque esté la vaca en celo… del estrés que pasarían no se quedarían preñadas. Tenemos máximo respeto al carácter del animal. Inseminarlas es una paliza para ellas».
Los dos hermanos Miura, Eduardo y Antonio, a quienes llaman familiarmente Toto, viven en la finca Zahariche. También el hijo del primero, Eduardo, quien ya se prepara para tomar las riendas de la ganadería. Siempre, y desde su fundación, el hierro pasa de padres a hijos. Si hay dos hermanos, pues es para los dos, como les pasó a Eduardo y a Antonio. «Puede sonar machista, pero tiene su explicación. Es la única manera de preservarla». Si la heredan a partes iguales incluyendo a las mujeres, consideran que habría líos familiares.
«Así es como se han perdido muchas ganaderías. Y aquí es que está asumido. Tanto, como que ni a mí ni a mi hermano nos preguntó mi padre». Antonio, su hermano, no tiene hijos. «Y tampoco mi hijo Eduardo tiene más remedio, porque no le he preguntado», dice Eduardo padre. Su hijo apostilla que «tengo mucha suerte, y ha habido mucha suerte, porque he salido con afición. Los toros son uno de los pilares más grandes de mi vida».
Eduardo (1942) y Antonio (1950) advierten al unísono que, como los toros que crían, «cuando nacimos, sabíamos que este era nuestro camino. Y mi padre, igual. Crecimos aquí. Y cuando íbamos a Sevilla de chicos, era porque había feria. Y si en verano íbamos a la playa, era porque se acababa el agua aquí, y la que había, era para que bebieran los toros, no nosotros». Profético es el nombre que recuerdan ambos del primer chalé que alquiló el padre de ambos en Sanlúcar de Barrameda cuando aquello: Villa Modesta.
Pero para sequía, la del año pasado, que no había agua ni para los toros. Dos cubas de agua diarias para que los animales tuvieran para beber. ¿Ayudas? Cero. «Aquí nos hemos apretado muchas veces el cinturón. Lo primero son los toros». También con la paja, «que el año pasado estaba por las nubes, y es necesaria. Y entre 7 y 8 kilos de pienso al día por cada animal», enumera Antonio Miura. Y es que, señalan, nadie tiene una ganadería por afición. «A nosotros nos tiene que dar de comer el toro bravo. Tiene que comer el toro, y nosotros también», sentencia su hermano Eduardo.
En Europa, «la ganadería de lidia tiene los mismos requisitos sanitarios que una ganadería mansa. Pero en España y únicamente en Francia es donde verdaderamente hay ganaderías extensivas, tanto manso, como bravo, en el caso de España. Esto es lo que pasa cuando se legisla desde un despacho«, explica el ganadero.
La diferencia estriba en tratar a un animal manso… y a uno bravo. «Si en Europa vieran que a estas vacas para hacerles cualquier cosa hay que enlazarlas, inmovilizarlas… una vez vinieron de visita unos veterinarios extranjeros que vinieron a un congreso de veterinaria europeo. Los dividimos en dos grupos, unos se fueron a ver a las vacas y otro, a los toros. Pues vinieron alucinados. No protestaron más que porque tal y como volvían, querían volver».
Su sobrino Eduardo tiene 35 años y ha estudiado Administración y Dirección de Empresas. También habla inglés, «perfectamente. Está muchísimo más preparado que yo. Y sabe el muerto que se le viene encima. Porque las circunstancias son las que son para el mundo taurino. Tarde o temprano va a desaparecer, y es consciente de que se va a poder defender solo con el nombre. El Estado no ayuda. Ya lo decía mi padre, que lo máximo, una palmadita», cuenta Eduardo Miura padre.
Los dos hermanos Miura recibieron en abril la Medalla de las Bellas Artes de manos de los Reyes de España, y a todas luces, será la última para el sector taurino. ¿La reflexión de Eduardo Miura?
La Medalla de las Bellas Artes es una satisfacción personal, pero con el ego no se come.
Antonio Miura, copropietario de la ganadería.
La entrega del galardón fue el pasado mes de abril en Cádiz. Pero la concesión fue en 2022, cuando Miquel Iceta era ministro de Cultura. El retraso en el acto de entrega, que tendría que haber sido en 2023, se debió al adelanto electoral de las generales y a que el gobierno estaba en funciones. Por ello, en 2024 no fue el socialista catalán quien acudió al acto institucional con Felipe VI y la reina Letizia, sino Ernest Urtasun, como recién nombrado ministro de Cultura del Gobierno dentro de la parte de Sumar de la coalición.
Sobre cómo se les notificó el premio en 2022 merece un párrafo. «Estaba yo con el caballo por el campo» -recuerda Antonio Miura- y me llamaron al móvil de la Secretaría de Estado de Cultura. Me pasaron con Miquel Iceta. Simpatiquísimo. Me felicitó, me dijo que era una medalla merecidísima, que él había crecido oyendo nuestro nombre… Yo le dije que [en la tauromaquia] estábamos en mala época. Me respondió que iría a peor».
La política
Dos años después acudieron a la ceremonia de entrega. Fue el pasado mes de abril cuando tiene lugar esa imagen antológica del ministro de Cultura, un sonriente y educado Urtasun, entrechando la mano de Eduardo Miura, quien le mira… con la misma cara de su apellido.
«Lo primero, es que no tenía muchas ganas de ir. Mucho protocolo», subraya Eduardo. Y como el otro [Urtasun] largaba y largaba… [en su discurso advirtió que esa medalla no la había concedido él y que sería la última]… Pues le puse esa cara para la foto».
-El encaste entre el PSOE y Sumar, Podemos, etcétera, no le va bien al mundo del toro…
-Antonio Miura: Bueno, es que a Felipe González no le gustaban los toros, pero respetaba. Y era del PSOE y ahora resulta que es poco más que un fascista.
-Eduardo Miura hijo: A mí no me gusta el fútbol, pero lo respeto. La tendencia de la izquierda es prohibir lo que no le gusta. Siempre buscan una nueva batalla cultural, una nueva guerra. No hay clases sociales pero nos peleamos más que nunca.
-Eduardo Miura padre: La incongruencia es que el Premio Nacional de Tauromaquia lo instauró José Luis Rodríguez Zapatero. Y ahora llega éste, Urtasun…
-Eduardo Miura hijo, (interrumpiendo): A mí no me extraña. No es ni irónico, ni hipócrita, porque el PSOE cae por la izquierda. Tampoco me extraña la oposición de Page, porque es de una tierra taurina. A mí me ha extrañado que el ministro no haya quitado el premio nada más entrar, porque el hombre dice abiertamente que es antitaurino. Los políticos, todo lo que tocan, lo convierten en un partido de fútbol, nos dividen en dos bandos, y luego vas a un bar, te tomas una cerveza con otro que piensa distinto y no pasa nada.
¿Qué ha cambiado en el mundo del toro, en la ganadería de lidia? «Lo que ha cambiado, y ellos están viendo ahora» -responde, mirando a su padre y a su tío- «es que antes con tiempo y trabajo todo dependía de tí. Ahora, mi generación ganadera, en la que no soy el único, lo que teme es que llegue un político que diga ‘hasta aquí‘. Y yo no estoy muy seguro de que la sociedad sería capaz de decir que no».
Lamborghini, Curro Romero y el emérito
Para cuando Antonio y Eduardo eran pequeños, el impacto del nombre Miura ya era mundial. La casa Lamborghini lanzó entre 1966 y 1972 dos modelos deportivos a los que les dio los siguientes nombres: Miura e Islero (el toro que mató a Manolete). «Ferruccio Lamborghini no nos pidió permiso ni nada», cuentan los dos hermanos. «Nosotros tenemos registrada la divisa, el hierro la señal… Nunca se reclamó nada».
«Estuvo aquí en Zahariche con los coches, con el Miura y con el Islero» Era 1968. Aquí vino… para nada, para hacerse propaganda y hacerse fotos», cuenta Eduardo padre.
Los Miura son discretos. Cuando se les pregunta quién ha estado en la finca, no contestan más que los toreros para hacer tentaderos u ojear los toros. «Curro Romero vino una vez. Nos dijo que los toros no quería verlos», dice riendo Eduardo. «Lo ha contado él. Vamos, ya era mayor, vino con Carmen Tello». Como también contó que un día en el Hotel Alfonso XIII, «estaba él y entró mi padre, y que al verlo se quedó sin voz. Es que Curro es Curro…»
Si reconocen que, hace 4 años, recibieron la visita del rey don Juan Carlos, acompañado de su hija, Elena y de su nieta, Victoria Federica.
«¿Era ya emérito?», se pregunta Eduardo. «Sí, sí. Lo era», se responde a sí mismo. «Se quedó a dormir. Es que su madre, doña Mercedes, fue compañera de colegio de mi madre, en Castilleja de la Cuesta. Al enviudar, se vino a vivir a Sevilla. A menudo, nos llamaba la Casa Real y nos decía que doña Mercedes venía de visita».
La evolución
Sobre el público y la afición, es Eduardo hijo quien señala que los gustos de hoy no son los de antaño. «Hoy hay muchísimas alternativas de ocio. El 15 de agosto antes siempre había una corrida. Hoy no va nadie porque todo el mundo está en la playa».
-También el toreo de hoy no es el de ayer. Ni tampoco el juego que dan los toros. Y los suyos, pues también han evolucionado.
-Eduardo Miura: Es que hay que evolucionar. Tienes que evolucionar para no extinguirte. Se busca siempre un toro que se adapte a lo actual. Lo que no puedes hacer es quitarle su personalidad y su sello.
«Porque tú lo ves salir y ya sabes que es un miura. Es un toro de la dificultad, pero esa dificultad debe ser del gusto de todos. La prioridad es que la gente salga de la plaza contenta». «El toreo de Joselito o de Belmonte… se lidiaba de otra manera. Era, como se decía, una preparación a la muerte. Hoy es todo mucho más artístico. Antes los picadores se anunciaban en los carteles. Eso se ha perdido totalmente», apostilla.
Si tuvieran que destacar un diestro vinculado a los toros miura, los tres coinciden en que «Pepe Luis Vázquez. Un fenómeno. Era íntimo de mi padre, Eduardo, fallecido en 1996″. La lista de toreros que no se han puesto jamás delante de uno de sus toros «es enorme. Estaríamos hasta mañana». Son toros altos, grandes. «Al final, todo torero que está arriba es por algo. Y ese que está arriba está capacitado para matar lo que quiera, no porque no pueda».
¿La mala suerte? Pues igual que la buena. La mala va ligada a históricos toreros que murieron frente a un miura. Espartero, Pepete, Manolete… «Es que no es lo mismo que le ocurra a Pepito Pérez que a una figura máxima», indican. Sobre todo teniendo en cuenta que en aquella época, por ejemplo, 1947 «los toros eran la atracción más popular, la de mayor impacto y la más democrática del mundo».
La visión actual, en cambio, pinta gris. Eduardo Miura hijo asegura que busca formas para cubrir gastos. «Ya mi abuelo Eduardo decía que esto no es un negocio. Mi intención es que siga adelante. Pero confieso que tengo pesadillas de ser el último de la saga».