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Los Ig Nobel distinguen un estudio sobre una pregunta que todos nos hacemos: ¿Por qué ascienden los más tontos? | El País

Los premios a las investigaciones más extravagantes galardonan trabajos sobre la inyección ritual maya de alcohol por el ano, el mortal estreñimiento de los escorpiones que pierden la cola o el ritmo cardiaco en las citas a ciegas

Cerámica maya hallada en Guatemala que representa a un hombre aplicándose un enema ritual y exhibida en Los Ángeles County Museum of Art. LACMA

RAÚL LIMÓN / MATERIA

“Cuanto más trabajo, más suerte tengo”, afirmaba el estadístico George Edward Pelham Box. Como él, decenas de científicos, incluido Albert Einstein —a quien se le atribuye haber dicho: “El azar no existe, Dios no juega a los dados”—, han defendido siempre que el éxito no es aleatorio. Tres científicos italianos lo cuestionan y creen que no triunfan las personas más talentosas, sino las más afortunadas. Su trabajo ha sido distinguido, junto a otra decena de estudios, con los Ig Nobel, los premios a las investigaciones más extravagantes. Dos de los autores que desafían al resto de científicos al valorar la suerte reciben este galardón por segunda vez: en 2010 se alzaron con el satírico premio por “demostrar matemáticamente que las organizaciones se volverían más eficientes si ascendieran a las personas al azar”.

Los Ig Nobel —juego de palabras que, pronunciadas conjuntamente, se podría traducir por innoble— los concede desde hace 32 años Annals of Improbable Research (Anales de investigaciones improbables) a estudios publicados y revisados por revistas de prestigio. Se suelen celebrar en la Universidad de Harvard con la presencia de verdaderos premios Nobel, pero este año, por tercera vez, la ceremonia ha vuelto a ser virtual, aunque con el espíritu que resume su director Marc Abrahams: “Reír y pensar”. Estos son los galardonados este año, que recibirán un billete de 10 trillones de dólares de Zimbabue, una moneda desaparecida en 2015 y cuyo total supondría hoy menos de 30 céntimos.

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Cuestión de suerte. Pocas veces un mismo equipo se alza con dos premios Ig Nobel. Sin embargo, el jurado ha considerado este año que el trabajo, y no el azar, hacen merecedores de un nuevo galardón (Economía) a Alessandro Pluchino y Andrea Rapisarda, quienes insisten en una nueva investigación en la suerte como determinante del éxito, frente al talento.

Los autores doblemente premiados, a quienes este año se ha sumado Alessio Emanuele Biondo, defienden: “Nuestro modelo muestra que, si es cierto que se necesita cierto grado de talento para tener éxito en la vida, casi nunca las personas más talentosas alcanzan las cimas más altas, siendo superadas por individuos medianamente talentosos, pero sensiblemente más afortunados”.

En sus conclusiones, el estudio alerta de los “riesgos” del paradigma que denominan “meritocracia ingenua”. Este, según la investigación, “no otorga honores y recompensas a las personas más competentes, porque subestima el papel de la aleatoriedad entre los determinantes del éxito”. Los autores proponen desarrollar “estrategias capaces de contrarrestar el papel impredecible de la suerte y dar más oportunidades y recursos a los más talentosos, un propósito que debería ser el objetivo principal de un enfoque verdaderamente meritocrático”.

Enema tóxico maya. Un equipo euroamericano ha sido distinguido con el premio de Historia por su aproximación multidisciplinar a la inyección ritual de un líquido en el recto en la civilización mesoamericana. Los autores se fundamentan en escenas representadas en la cerámica clásica de esta cultura y que, según afirma el estudio, “sin duda, indican que los antiguos mayas tomaron enemas intoxicantes en un contexto ritual”. La investigación utiliza este hallazgo para desmentir “la visión tradicional de que los antiguos mayas eran un pueblo contemplativo” y asegurar que, por el contrario, “se entregaban al éxtasis ritual”.

El trabajo llega más lejos al aportar una explicación de la inusual forma de consumo de sustancias. “La exhibición ocasional [en la cerámica] de personas vomitando parece proporcionar una razón plausible por la cual los mayas optaron por la aplicación rectal”, y no solo de alcohol, “para alcanzar un estado de embriaguez”.

Los escorpiones que pierden el ano sufren estreñimiento mortal. Brasil se incorpora a los premios con una investigación que llega a una conclusión esperada. Los escorpiones recurren a la autotomía, la separación voluntaria de parte de su cuerpo para escapar de los depredadores. Los del género Ananteris llegan a perder los últimos segmentos abdominales, hasta el 25% de su masa corporal, incluido el ano, que no se regenera. La consecuencia es clara: “Previene la defecación y conduce al estreñimiento”. Y parece que la estrategia no es todo lo efectiva que cabría esperar porque ni machos ni hembras ganan velocidad con la merma. “En conclusión, la pérdida de cola no tiene un efecto inmediato en el rendimiento locomotor de los escorpiones”, admiten los investigadores. Eso sí, como la muerte por la incapacidad de defecar llega pasados unos meses, los escorpiones aún pueden, si les quedan ganas, “encontrar parejas y reproducirse”. “El periodo prolongado entre la autotomía y la muerte por estreñimiento es crucial para entender la evolución de uno de los casos más extremos de este fenómeno en la naturaleza”, aseguran los investigadores.

El amor es cosa del corazón. Una de las revistas filiales de Nature ha publicado otro estudio premiado este año y que viene a dar la razón a quienes señalan el corazón como el órgano del amor. Según este trabajo, realizado con prismáticos y dispositivos de medición fisiológicos durante citas a ciegas reales fuera del laboratorio, “las señales manifiestas [de un romance inicial], como la sonrisa, la risa, la mirada o la imitación de esas señales, no se asocian significativamente con la atracción”. Para saber si todo va bien, de acuerdo con los investigadores, hace falta llevar un medidor de frecuencia cardiaca y de conductividad de la piel. La sincronía del ritmo del corazón y la respuesta epitelial, “encubiertas, inconscientes y difíciles de regular”, son los verdaderos indicadores del éxito de la cita. Estas señales aumentan o disminuyen en función de los niveles de “excitación subconsciente”.

El helado como terapia. Un equipo polaco ha sido distinguido con el Ig Nobel de Medicina por probar los helados disponibles en el mercado para evitar la mucositis oral, úlceras que se forman en la boca como efecto secundario de la quimioterapia. Esta “crioterapia en forma de helado”, como la definen los investigadores, resultó efectiva con 13 de los 52 pacientes que la recibieron. “Podría usarse como un método rentable, menos oneroso y fácil de implementar en la prevención de la mucositis oral”, afirman los autores.

Todos los patitos se fueron a nadar. Dos grupos se han planteado preguntas fundamentales: “¿Por qué nadan los patitos en formación? ¿Cuál es la mejor? ¿Cuánta energía ahorra cada ejemplar por hacerlo?” Y las conclusiones están a la altura: “Al surcar la estela generada por la madre, el patito que la sigue obtiene una reducción significativa de la resistencia a las olas y llega a experimentar un “fenómeno destructivo de interferencia”, es decir, que se ve empujado hacia adelante. “La conducción de olas y el paso por las mismas son, probablemente, las principales razones de la evolución de la natación en formación de las aves acuáticas. Este estudio es el primero en revelar que supone un ahorro de energía para los integrantes [del desfile]”, asegura el estudio publicado por Cambridge.

En honor a los hermanos Marx y su parte contratante. Los Ig Nobel tienen también un premio de Literatura. Esta vez ha recaído en un estudio que demuestra que la mala escritura, y no el uso de conceptos especializados, convierte en ilegibles los textos legales. Los investigadores han analizado 10 millones de palabras utilizadas en contratos y descubierto, sin gran sorpresa, que contienen “proporciones sorprendentemente altas de ciertas características [lingüísticas] difíciles de procesar”. Las conclusiones tampoco sorprenden: los textos peor escritos se entienden y recuerdan menos.

El cotilleo honesto y deshonesto. “El cotilleo puede ser positivo o negativo, en función del tipo de rumor que se difunda”, afirma Mónica Ojeda, premio a la Mejor Publicación Científica de Psicología de la Universidad de Sevilla. Una investigación distinguida en el Ig Nobel de la Paz intenta ahora establecer una fórmula para que el chismoso sepa cuándo y qué compartir para obtener ganancias personales. La clave es el grado de coincidencia entre el cotilleo y la realidad.

Ingeniería digital y un ciervo de goma. Dos estudios asiáticos han analizado cuántos dedos y cómo se usan para girar un objeto determinado. A mayor tamaño, más dedos se utilizan. Dicen los investigadores que los datos son útiles para diseñar tapas y “desentrañar las características de las habilidades de los dedos humanos”, aunque admiten que aún quedan por estudiar otros condicionantes como las formas, alturas y materiales de los objetos, así como la edad del sujeto. Finalmente, también en el ámbito de la ingeniería, un estudio publicado por el instituto sueco de carreteras y transporte, ha sido distinguido por diseñar un maniquí de alce con 116 placas de goma y después de un exhaustivo trabajo de investigación a raíz del cadáver de un ejemplar. El objetivo era analizar los atropellos a estos animales, algo que el investigador afirma que podría ser aplicable a otra fauna.

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Fuente: https://elpais.com/ciencia/2022-09-15/los-ig-nobel-distinguen-un-estudio-sobre-una-pregunta-que-todos-nos-hacemos-por-que-ascienden-los-mas-tontos.html

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