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Los dos grandes amores de Cristóbal Balenciaga que llevó en secreto | Chic

Aunque se conoce poco de su vida privada, se sabe que tuvo dos grandes amores.

Cristóbal Balenciaga | Cordon Press

Manuel Román / CHIC

Cristóbal Balenciaga fue el más afamado maestro de la moda española, que triunfó en París, donde montó su taller, mediada nuestra guerra civil. Desde 1937 hasta su retirada en 1968 ningún otro modista le hizo sombra; es más, tuvo importantes alumnos que siguieron sus directrices. Sólo concedió un par de entrevistas. Si discreto fue en su vida profesional, más todavía en su intimidad. Fue al morir en 1972 cuando se conocieron sus dos grandes amores: dos hombres que, cada uno en el transcurso de los años, compartieron trabajo y convivencia. Esa biografía del genial modista, desconocida para millones de españoles y franceses, será la que pueda contemplarse a través de una serie de televisión que comenzará a emitirse el inmediato 19 de enero en el canal Disney +, cuyo protagonista es Alberto San Juan.

Es, insistimos, un gran desconocido, aunque los cronistas de moda hayan repetido su nombre en las últimas décadas. Vestir «un Balenciaga» significaba ser poseedora de un modelo singular, único para las mujeres de elevada posición que pudieran permitírselo. Extraordinarios eran los trajes de novia, como el que luciera la nieta de Franco, María del Carmen Martínez-Bordiú cuando se casó con Alfonso de Borbón el 8 de mayo de 1972, que Balenciaga realizó aun estando ya jubilado, porque así se lo pidió una de sus más asiduas clientes: doña Carmen Polo, esposa del dictador, abuela de la novia.

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Cristóbal Balenciaga Eizaguirre nació en el 21 de enero de 1895, en un modesto hogar cuyo padre era pescador y la madre costurera. Su progenitor, José, murió en el mar cuando aquel contaba once años. Con doce dejó la escuela y se puso a coser junto a Martina, su madre. Ya en su juventud abrió tienda en San Sebastián, ayudado por la marquesa de Casa Torres, abuela de quien fue reina de los belgas, Fabiola de Mora y Aragón. Transcurría 1919. Le fue bien, abriendo un par de talleres más en Madrid y Barcelona. La guerra civil acabó con aquellos negocios. Puesto que sus ideas eran republicanas, en 1937 prefirió autoexiliarse en París y allí, montó su primera casa de modas en la mismísima avenida de George V, con la ayuda económica de un importante socio, su paisano, el ingeniero Nicolás Bizcarrondo, que al firmar el contrato se quedó con el setenta y cinco por ciento de las futuras ganancias. Un tierno detalle es que se había llevado de Guetaria la vieja máquina de coser de su adorada madre, que conservó hasta su muerte.

Cristóbal fue creando sus constantes novedades, atrayendo una clientela entre lo mejor de la buena sociedad. Su fama fue tal que, amén de influir en otros colegas, vistió a reinas, aristócratas, damas burguesas y estrellas del espectáculo. De las monarcas, a Fabiola, esposa de Balduino de Bélgica. O quien fuera primera dama norteamericana, Jacqueline Kennedy. Y del cine, Greta Garbo, Ava Gardner, Marlene Dietrich, Audrey Hepburn… Sólo hubo, entre algunas otras, dos españolas que llegaron a lucir modelos exclusivos de Balenciaga: Sonsoles Díez de Rivera, marquesa de Llanzol (amante de Ramón Serrano Súñer, ministro de los primeros gobiernos franquistas y cuñado del Jefe del Estado) que, se cuenta, financió las clases que en sus principios le impartió a Balenciaga un sastre de Burdeos. La marquesa llegó a poseer nada menos que cuatrocientos modelos de la firma Balenciaga y noventa sombreros. En la España de la postguerra destacaba por su extrema elegancia. Su marido le permitía ese tren de vida. Y, además, aceptó que, estando ya casada, tuviera una hija con Serrano Súñer, que fue Carmen Diez de Rivera, a la que trató siempre como si fuera hija propia. Acerca del trato que hubo entre la marquesa de Llanzol y el modista, se contaba una divertida escena entre ambos cuando en cierta ocasión ella se quejó del elevado precio de uno de sus modelos, poco menos que exigiéndole un descuento. Previamente, una empleada le dijo a Sonsoles que el maestro jamás rebajaba ni una peseta ninguna de sus prendas. Él mismo así se lo hizo saber. Estaba la marquesa por entonces embarazada de su tercer hijo, Antonio, y como quiera que ella insistiera en pagarle menos, Cristóbal le replicó.: «Yo no soy responsable de su estado». Rieron y desde entonces su amistad se hizo eterna.

Otra de sus clientas fue la muy graciosa actriz Isabel Garcés, casada con un acaudalado empresario teatral, Arturo Serrano. Cuando montaban comedias costumbristas en el madrileño teatro Infanta Isabel, «la Garcés» se permitía salir a escena con sus costosos vestidos, marca Balenciaga. Las espectadoras agradecían esos detalles.

Pero, ¿cómo eran esas creaciones únicas del modista vasco? Impuso los hombros caídos, la cintura de avispa, caderas redondas. Como quiera que su inventiva nunca desfalleció, en la década de los 50 del pasado siglo dio en escandalizar un tanto a quienes le consideraron siempre un clásico y conservador, con la línea barril, de abombados vestidos; o los vestidos túnica, no digamos las creaciones «baby doll». Y un estilo semiajustado, el corte pavo real más corto por la delantera que por detrás. Reminiscencias aportó del pasado glorioso de la moda francesa del siglo XVII y del Segundo Imperio. No se olvide tampoco que, como admirador de nuestros más grandes pintores, se inspiró algunas veces en sus diseños siguiendo las obras de Velázquez y Goya, entre otros. En términos generales, lo más conocido de su Alta Costura fueron aquellos modelos con falda por debajo de la rodilla, mangas tres cuartos, los vistosos trajes de chaqueta. Y hasta se anticipó a lo que en los albores de los 60 sería la tan popular minifalda, en una línea más desenfadada.

Tuvo entre jóvenes modistas que trabajaron a su lado a futuros maestros, casos de Courréges, Ungaro, Givenchy, Óscar de la Renta, su paisano Paco Rabanne (apellido que «afrancesó» pues el real era Rabanera) y algunos más que, al independizarse tuvieron siempre en su mente las creaciones de Balenciaga.

Hay que recordar que nuestro compatriota hubo de imponer su maestría en tiempos donde París ya se había rendido a la fama de Cocó Chanel, legendaria modista, y al no menos genial Christian Dior. Noble fue la conducta de ambos reconociendo los méritos del español. Entre éste y Cocó hubo un tiempo en el que dejaron de hablarse. Cristóbal no le perdonó que en unas declaraciones a la prensa, la Chanel dijera que era homosexual. Siempre había tenido cuidado Cristóbal en esconder al público esa condición. No obstante, al morir ella, acudió a su entierro para darle su despedida..

Afable, generoso y con grandes amistades

¿Cómo era nuestro personaje? Sin lugar a duda exquisito en el trato, afable, generoso con sus amistades. Pero en el plano laboral, muy exigente con sus empleados. Se enfadaba si no seguían sus dictados y encontraba fallos en la confección de sus creaciones, al punto de destrozar en presencia de sus ayudantes cualquier traje que no se terminara tal y como había diseñado. Ese temperamento sólo lo mostraba en tales ocasiones, implacable con los errores ajenos. Era un perfeccionista. Y así tanto en su casa de París o en las sucursales que disponía en San Sebastián, Madrid y Barcelona.

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Por su obsesiva idea de mantenerse siempre ajeno a su fama (no salía jamás a saludar tras sus desfiles ni a mantener amistades con la clientela femenina) son aceptaba entrevistas de ninguna clase y sólo en dos ocasiones traicionó ese pensamiento: en 1968 para «Paría Match», sin contar grandes cosas, y en 1971 por insistencia de su amiga, la periodista Prudence Glynn, del diario británico «The Times».

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Se ignoraba todo sobre su vida íntima. Dada su condición de lo que acabó llamándose «gay» y la más tarde expresión «salir del armario», fue muy difícil saber quiénes fueron sus amantes. Posiblemente tuvo amores desde su juventud, que se desconocen como otros que pudiera sostener siendo ya algo conocido. Cítase, por ejemplo, el nombre de Jacques Doucet, que fue uno de sus primeros maestros de la Alta Costura antes de afincarse en París. Pero, con el tiempo, pudo saberse que dos grandes amores resultaron ser quienes de verdad llenaron su corazón. Ambos, por separados claro está, formaron parte de su entorno profesional, como dos colaboradores, también siendo modistas.

El primero de ellos se llamaba Wladzio d´Altainville, aristócrata polaco-francés, su compañero y socio a la vez, como apuntábamos. Convivieron a partir de 1937 en la capital gala, en un piso alquilado en la avenida Marceau, y luego en otro en la rue de Boétie. Hijo de un emigrante polaco y una distinguida parisina, conoció a la madre de Balenciaga antes que a éste y ella, al comprobar las habilidades como sastre se lo recomendó en San Sebastián a su hijo. Y así fue cómo después se enamoraron: era guapo, simpático. Hicieron pronto buenas migas. Pero Wladzio murió pronto, a los cuarenta y nueve años, en Madrid, a causa de una peritonitis. Tal dolor le produjo a Cristóbal la muerte de su amante que, además del luto personal que llevó, lo impuso asimismo a sus creaciones. Célebres fueron, durante un largo tiempo, los modelos confeccionados en telas negras.

Poco después de aquel óbito Cristóbal Balenciaga tuvo un segundo y último amante, un paisano vasco de Lesaka, Ramón Esparza y Navarro, que alegró la vida, algo melancólica de aquel. Fue su mano derecha en el trabajo, especializado en la creación de sombreros Asimismo decoraba las estancias del maestro con su buen gusto. También muy atractivo. Durante veintiocho años convivieron bajo el mismo techo y al retirarse Balenciaga y cerrar sus cuatro tiendas, se fueron a vivir juntos a San Sebastián.

¿Por qué se retiró Balenciaga? Fue en 1968 con la llegada de la moda «prêt-à-porter». No la soportaba. Era el fin de la Alta Costura. La moda se democratizó entonces, por así decirlo.

Durante unas vacaciones en Jávea, Alicante, repentinamente, a causa de un ataque cardíaco, Cristóbal Balenciaga, que era ferviente católico, entregó su alma a Dios el 23 de marzo de 1972. Sus restos mortales fueron enterrados en el cementerio de Guetaria, su patria chica, donde años más tarde se inauguró un Museo con su nombre, repleto de vestidos y objetos en su memoria. En cuanto a su legado, una empresa adquirió la propiedad de su nombre, comercializándose en la actualidad muchos productos que siguen recordando al genio de la moda.

Respecto a la serie «Cristóbal Balenciaga» de muy próximo estreno televisivo, consta de seis episodios de cincuenta minutos casa uno. Le da vida en la pequeña pantalla el actor Alberto San Juan, quien manifiesta haber rodado alrededor de ¡doce horas diarias!, con largas sesiones de maquillaje, durante los cinco meses que duró la filmación. Extenuante, según propia expresión.

Fuente: https://www.libertaddigital.com/chic/corazon/2024-01-07/los-dos-grandes-amores-de-cristobal-balenciaga-que-llevo-en-secreto-7084270/

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