El presidente mexicano no tiene interés en la política exterior pero ha logrado consolidarse como un referente de la izquierda latinoamericana
PABLO SÁNCHEZ OLMOS / Ciudad de México / EL MUNDO
La elección de México como sede de la nueva ronda negociadora entre el chavismo y la oposición ha vuelto a situar a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) como referente de la diplomacia latinoamericana. El presidente mexicano nunca ha escondido su falta de interés por cuestiones de política internacional, pero ha tomado decisiones que, sin apenas ‘salir de casa’, han tenido un gran impacto en otros países y han elevado su figura como líder del eje progresista de la región. Con la mediación de Noruega, México confía en jugar un papel importante en estas negociaciones que permitan a Venezuela celebrar unas elecciones regionales con garantías a finales de este año.
«La mejor política exterior es la interior«, es uno de los mantras más repetidos por López Obrador desde que llegó al poder. El presidente mexicano considera que no hay mejor diplomacia que hacer bien las cosas dentro del país que uno gobierna, dejando a un lado los posibles esfuerzos más allá de sus fronteras. A pesar de haber sido invitado a múltiples tomas de posesión y encuentros bilaterales, AMLO solo ha abandonado México una vez desde que es presidente, y lo hizo para entrevistarse en la Casa Blanca con su homólogo Joe Biden. Consciente del poco uso que le iba a dar y de la opulencia que representaba, el líder mexicano ordenó la venta del avión presidencial y cedió todo el protagonismo en este terreno a su canciller de Exteriores, y probable sucesor, Marcelo Ebrard.
La diplomacia mexicana tiene una tradición histórica que se rige bajo cuatro principios básicos contemplados en su Constitución: no intervención, autodeterminación de los pueblos, solución pacífica de las controversias y respeto a los derechos humanos. López Obrador alude recurrentemente a estos puntos para evitar referirse a asuntos que conciernen a otros países, como cuando Juan Guaidó se declaró presidente encargado de Venezuela y México fue de los pocos países de la región en no reconocerlo, aunque no siempre los ha respetado a rajatabla.
Así ocurrió en noviembre del 2019, cuando el gobierno mexicano decidió enviar un avión hasta Bolivia para rescatar a Evo Moralesdespués de que las Fuerzas Armadas sugirieran su salida del poder. Más allá del debate sobre si se trató o no de un golpe de Estado, la justicia boliviana investigaba el papel de Morales en el supuesto fraude electoral y el rescate humanitario de México, por mucho que, como reconoció el expresidente boliviano, «me salvó la vida», fue injerencista. El líder mexicano también opinó sobre cuestiones propias de otros países cuando denunció la encarcelación del rapero catalán Pablo Hasel: «Yo quiero que lo saquen de la cárcel, por injurias al rey, un rapero que hace una composición, una canción, que hace un cuestionamiento, al tambo, aquí no, nada, libertad».
CRÍTICAS A LA OEA
López Obrador también ha asumido el liderazgo entre los países que quieren suprimir la Organización de Estados Americanos (OEA), por considerar que ni el organismo ni su presidente, el uruguayo Luis Almagro, son verdaderamente ecuánimes: «no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie». En la misma línea, el presidente Nicolás Maduro apuntó a que «la OEA está muerta desde hace tiempo y no se han dado cuenta. Es una organización nefasta, un demonio».
El pasado 25 de julio, durante la apertura de la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se celebró en México coincidiendo con el 238 aniversario del nacimiento de Simón Bolívar, el presidente López Obrador aprovechó el altavoz mediático para proyectar al mundo su idea de integración latinoamericana: «la propuesta es, ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades (…) puede parecer una utopía, sin embargo, debe considerarse que sin el horizonte de los ideales no se llega a ningún lado, mantengamos vivo el sueño de Bolívar».
Sin abandonar México, López Obrador ha logrado otro golpe de efecto para seguir ganando repercusión internacional con las negociaciones entre chavismo y oposición, las quintas desde que Nicolás Maduro es presidente, todas las anteriores fracasaron. AMLO confía en que esta vez, con su mediación, finalmente «haya diálogo y acuerdos entre las partes», sin embargo, la disposición del chavismo no augura buenas perspectivas: «Hay que dialogar hasta con el diablo, por eso vamos con la cruz, el agua bendita y las bendiciones de Dios», explicó Maduro al despedir a la delegación que ha viajado a México y entre los que se encuentra su hijo Ernesto.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2021/08/15/6117d143fdddffd10b8b4689.html