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Llega el compostaje humano: así se puede convertir tu cuerpo en fertilizante | Papel

Transformar los restos humanos en abono natural ya es posible en seis estados de EEUU: en solo dos meses, la familia recibe una yarda de humus rico en nutrientes. Muchos ven en el proceso una salida ecológica para nuestro cuerpo

Katrina Spade, fundadora de la compañía de compostaje humano Recompose. GETTY IMAGES

ÁNGEL DÍAZ / PAPEL

Habrá opiniones para todos los gustos: unos pensarán que nos quieren exprimir hasta después de muertos y otros desearán apuntarse a un nuevo rito funerario que pretende ser más respetuoso con el medio ambiente y está extendiéndose con rapidez en EEUU. El estado de Nueva York es el último territorio que acaba de legalizar, coincidiendo con la entrada del nuevo año, el compostaje humano. Eso significa que ahí ya es posible decidir que nuestros restos mortales sean transformados en fertilizante natural, como una alternativa más al entierro o la incineración.

Nueva York es el sexto estado de EEUU donde la práctica ha sido aprobada. El estado de Washington fue pionero al hacerlo en 2019, y en California entrará en vigor en 2027. Por tanto, dos de las capitales culturales del mundo, como son California y Nueva York, ya han adoptado o previsto esta nueva forma de sepelio, también conocida como terramación o, técnicamente, reducción orgánica natural. El método es sencillo: el cadáver se deposita en una estructura reutilizable similar a un ataúd y se cubre con tierra y compuestos orgánicos. Los microorganismos lo descomponen y convierten en compost, un humus muy apreciado como abono natural.

Al cabo de unas semanas, la familia recibe el compost y puede fertilizar con él un árbol o un jardín desde los que recordar al ser querido. Los defensores de esta práctica destacan que contamina menos que un entierro o una incineración, y la consideran un modo idóneo de regresar a la naturaleza. Sus detractores, entre los que se encuentra la Iglesia católica, argumentan que es un proceso irrespetuoso con los restos mortales. La Conferencia Católica de California señaló en junio, mientras se debatía la legalización en ese estado, que «reduce el cuerpo humano a una mercancía desechable».

«La reducción natural orgánica o compostaje humano, es similar al proceso de descomposición natural que ocurre en el suelo del bosque y ocurre naturalmente en nuestros cuerpos en el ambiente», explica Katrina Spade, una de las principales impulsoras de esta práctica funeraria y fundadora de la compañía Recompose, que atiende a clientes de todo EEUU desde su sede en Seattle (Washington). «El personal de Recompose pone el cuerpo de una persona en un recipiente y lo rodea de astillas de madera, alfalfa y paja. El recipiente se cierra y comienza la transformación en tierra», continúa.

El cuerpo y la materia vegetal permanecen en el recipiente 30 días, tiempo suficiente para que «los microbios induzcan cambios a nivel molecular, que resultan en la formación de un suelo denso en nutrientes», detalla Spade. «Cada cuerpo genera una yarda cúbica [0,75 metros cúbicos] de mejorador del suelo, que se retira del recipiente para que cure entre dos y seis semanas. Una vez completado, puede emplearse para enriquecer la conservación de tierra, bosques o jardines. El suelo generado devuelve los nutrientes de nuestros cuerpos al mundo natural. Restaura bosques, captura carbono [de la atmósfera] y nutre nueva vida», completa.

El precio es de unos 7.000 dólares, similar al de un entierro medio en EEUU. Según datos de Recompose, el compostaje ahorra a la atmósfera una tonelada métrica de carbono respecto a un entierro o una incineración tradicionales. Pero hay que tener en cuenta que el dato no proviene de un estudio independiente y que las funerarias ya ofrecen nuevas formas de entierro o incineración más respetuosas con el medio ambiente, muchas disponibles en España. De hecho, los funerales ecológicos son un modelo en pleno auge para el sector.

En un mundo en que todos tratan de colgarse la etiqueta ecológica, ¿quizá sólo estamos ante otra moda? «Cuando salió la ropa reciclable, vi que había vaqueros reciclados que valían cuatro veces más que unos nuevos», compara Juan José Ibáñez, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) con amplia experiencia en el estudio del suelo. «Es un modelo de negocio», considera sobre el compostaje humano. «Si nos meten en la tierra sin ataúd, vamos a pasar a ser suelo; somos bien nutritivos y bien ricos, y nos comen igual [los microbios]», ironiza.

Que un cuerpo se convierta en humus y mejore la calidad del suelo es un proceso natural que no requiere mayor ceremonia, subraya este experto: «Más rápido, imposible. Ya se acelerará naturalmente, en vez de tener el ataúd ahí, y ponerle encima lo que sea… ¿Qué más da que se acelere en seis meses o en dos años? Quieren hacer creer a la gente, o la gente quiere creer, que va a aliviar el cambio climático. Y no. Si a la gente le gusta, que lo haga, pero no va a ayudar al medio ambiente. Es un negocio».

En este sentido, Ibáñez recuerda una anécdota de su infancia: un tío suyo enterró a un perro en el campo y plantó un peral, «en un lugar que no era fértil… ¡y no veas las peras que daba en verano!». En contraste, percibe en las propuestas de compostaje humano un cierto «esnobismo», además de una complicación innecesaria del proceso: «No entiendo que se monte más lío. Mi cuerpo lo metes en una bolsa biodegradable, lo entierras y ya está, no hace falta más», contrasta.

Además, Ibáñez considera que para medir la huella de carbono habría que tener en cuenta «todo el gasto energético y las emisiones de carbono emitidas por este modelo de negocio. Es decir, para hacer todo ese compostaje se gasta una energía. Si se hace el balance de carbono con todo, me sorprendería que resultara positivo para el medio ambiente. En vez de echar un cuerpo al suelo, hay todo un proceso», coteja. «Han preparado sitios para ver cómo se convierte en humus, o sea que habrá cafeterías, restaurantes…».

Tras Nueva York, es previsible que otros muchos territorios se planteen ahora legalizar el compost humano. En una reciente entrevista a The New York Times, la popular escritora Margaret Atwood, autora de El cuento de la criada, ofrecía su «visión de una utopía»: pequeñas comunidades de unas 20 familias vivirían en comunión con la naturaleza. Tendrían rebaños, pero no comerían carne, y los restos humanos atravesarían «un respetuoso proceso de compostaje». Pensar un futuro distinto requiere también imaginar nuevos ritos, y así ha ocurrido durante toda la historia.

Un compostaje humano en Recompose.
Un compostaje humano en Recompose.GETTY IMAGES

«La idea de la muerte y el respeto hacia los muertos tiene, como mínimo, 400.000 años de antigüedad. En Atapuerca, tenemos el tratamiento ritual de una serie de cadáveres ya con esa cronología», indica Palmira Saladie, profesora de Antropología y Evolución Humana en la Universitat Oberta de Catalunya (OUC). Nos encontramos, por tanto, ante un asunto casi tan antiguo como nuestra especie, pero también «difícil de comentar», puesto que está unido a «muchos sentimientos y emociones», advierte esta experta.

A lo largo de la historia, recuerda, se han observado «todo tipo de enterramientos, cremaciones, rituales funerarios, exposición de cadáveres a la intemperie… Cada sociedad ha desarrollado un comportamiento funerario, y cada sociedad es muy diferente». Además, los cambios en hábitos y modos de vida también se ven reflejados en estas prácticas: por ejemplo, el salto en el Neolítico de una sociedad nómada a otra sedentaria vino acompañado de más enterramientos, ya que «es más fácil venerar a un muerto que tienes cerca de tu casa, de la que no te mueves apenas».

Desde este punto de vista, la legalización del compost humano podría ser, más allá de una curiosidad informativa, un nuevo síntoma de que los tiempos están cambiando. «El mundo no para, afortunadamente, y se tienen que investigar nuevas opciones para todo, incluso para el tratamiento de los cadáveres humanos», resume Saladie. «El cambio legislativo es imperativo cuando hay un cambio en el sentir de la población. Y, sobre todo, en una cosa tan íntima como es decidir cómo van a tratar tu cadáver», añade.

«Teniendo en cuenta que hay tantas sensibilidades diferentes hoy en día, estoy segura de que habrá gente que preferirá que su cuerpo sea destinado a hacer compost, para que haya una mejor calidad de la tierra, y otros lo verán como algo terrorífico. Bueno, pues se tendrá que legislar para que todos podamos optar a lo que queramos. Sobre todo, con una cosa con la que no haces daño a nadie. Siempre que se haga con seguridad, ¿por qué no?», razona Saladie.

No prevé, sin embargo, que el compostaje humano vaya a convertirse en una elección mayoritaria: «Es una opción para gente que tenga esa sensibilidad, pero me parece difícil que nuestra sociedad la acepte en gran medida. Seguimos teniendo un sentimiento religioso, sobre todo católico, muy fuerte a nivel social; no necesariamente a nivel individual, pero sí a nivel social», matiza.

«Es una alternativa más a todo lo que está viviendo la sociedad actual. Refleja una mayor conciencia del problema que se nos viene encima», estima Saladie, en referencia al cambio climático. «No va a resolver, ni mucho menos, el problema, pero es un granito de arena».

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2023/01/05/63b7103dfdddff88088b4577.html

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