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Liz Truss se aferra al poder ante la presión ‘tory’ | El Mundo

Su partido prepara la salida de la ‘premier’ y la oposición anuncia una moción de confianza

La ‘premier’ Liz Truss en Downing Street. AP

CARLOS FRESNEDA / Londres / EL MUNDO

Pueden ser días o pueden ser semanas, pero el sentir general en las filas «tories» es que Liz Truss ha cavado su propia fosa como «premier». Las conspiraciones en su propio partido y las ruletas de posibles sucesores han ido a más desde el pasado viernes, cuando la líder conservadora sacrificó a su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, para intentar salvarse a sí misma.

El desdén mostrado por Truss en el momento destituir a su aliado y vecino -sin una muestra de auténtico arrepentimiento y reiterando su fe en «los bajos impuestos y alto crecimiento»- dejó perplejos a propios y extraños. De hecho, si por algo ha destacado la líder conservadora en estas seis semanas ha sido por su extraordinaria capacidad para predisponer a todos en su contra (votantes, inversores y correligionarios).

El 59% de los británicos opina que la «premier» debería dimitir, tras el fiasco del «presupuesto de los ricos», pese a todos los volantazos dados en las últimas semanas y a la «operación rescate» liderada por el nuevo secretario del Tesoro, Jeremy Hunt, para devolver la estabilidad a los mercados.

El líder laborista Keir Starmer ha denunciado «el grotesco caos» en el que se ha convertido el Gobierno de Liz Truss y ha anunciado su intención de presentar una moción de confianza, posiblemente esta misma semana, como paso previo a la convocatoria de elecciones generales (y con el impulso de saberse 28 puntos por delante en las encuestas, 51% a 23%; según el último sondeo de YouGov).

La cuestión, según la mayoría de los analistas, no es ya si Truss acabará dimitiendo, siguiendo la estela maldita de David Cameron, Theresa May y Boris Johnson (y confirmando la existencia del «culto a la muerte» dentro de los «tories»). La única duda es cuándo saldrá exactamente la «premier» por la puerta de atrás de Downing Street y por qué procedimiento, dado que los conservadores están atrapados en su propio laberinto.


LA CUENTA ATRÁS

La cuenta atrás de Liz Truss empezó realmente durante la campaña por el liderazgo conservador, cuando la mayoría de los analistas criticaron los excesos de su «credo económico» (bautizado como «Trussonomis») y su rival Rishi Sunak intentó desacreditar su agenda neoliberal como un «cuento de hadas», en medio de la crisis energética y con una inflación galopante.

Con el luto por la reina aún reciente, Truss dejó boquiabiertos a los británicos y a los mercados con el anuncio del mayor recorte fiscal en medio siglo, el pasado 23 de septiembre. El desplome de la libra, la subida de las hipotecas y la intervención de urgencia del Banco de Inglaterra comprando bonos soberanos y protegiendo los fondos de pensiones fueron los efectos casi inmediatos.

Truss llegó muy «tocada» a la conferencia del Partido Conservador, obligada a dar marcha atrás en el recorte fiscal las rentas más altas. La «premier» intentó evitar con su vestido rojo que el cónclave de Birmingham acabara el funeral, pero la tregua duró una semana exacta. Tras su vuelta al Parlamento el 12 de octubre, los diputados «tories» prepararon una encerrona a su propia líder y le pidieron la cabeza de Kwasi Kwarteng y un «cambio significativo» de su política económica.



«LE QUEDAN SEMANAS»

Kwarteng tuvo la «primicia» de su destitución el 14 de octubre a través de las redes sociales y mientras volaba de Washington a Londres. El secretario del Tesoro ha figurado desde el inicio como el «cerebro» del plan económico de Truss, aunque poco a poco van trascendiendo detalles que dan la vuelta al mito. Según The Daily MailKwarteng era reacio introducir todos los recortes fiscales de golpe y fue Truss quien le obligó a meter con una cuña el recorte del tipo impositivo del 45% al 40% a los más ricos: «¡Vamos adelante con ello!».

Pese a su amistad y su afinidad ideológica con Truss, el candidato predilecto de Kwarteng para liderar a los «tories» era en realidad Ben Wallace, y solo se inclinó por su vecina de Greenwich cuando el secretario de Defensa decidió no presentarse. Confidencialmente, Kwarteng ha llegado a decir que Truss actúa a veces «de un modo un poco alocado». Tras su destitución ha llegado a vaticinar que a la «premier» le quedan «unas pocas semanas».


LOS COMPLOTS

A lo largo de la semana, según The Times, fue tomando cuerpo el complot para deponer a Liz Truss e instalar en su lugar a los dos «perdedores» del concurso de los «tories», Rishi Sunak y Penny Mordaunt, en algo así como una «corona bicéfala». El complot habría sido instigado por el influyente comité parlamentario 1922, el mismo que envió a su presidente Graham Brady, al frente del «pelotón de ejecución» que forzó en julio la dimisión de Boris Johnson.

De acuerdo con The Guardian, otro grupo de conservadores veteranos e influyentes celebrarán el lunes un encuentro para una «misión de rescate» que podría culminar a lo largo de la semana. Con Jeremy Hunt como el primer «empotrado», la idea sería formar una gabinete de unidad tory que permitiera enderezar la nave hasta la emergencia de un nuevo líder.

LOS «SUCESORES»

Ben Wallace tenía todo listo para lanzarse en julio a la carrera del liderazgo tory, con el apoyo ya garantizado de más de 25 diputados, pero se retiró en el último momento (y dio su apoyo a Truss) por razones personales y por el impacto que podría tener en su familia. Visto lo ocurrido, el secretario de Defensa y ex soldado de 52 años podría estar en la parrilla si se cambian las reglas y hay nuevo concurso.

Rishi Sunak era el candidato favorito entre los parlamentarios, pero ha perdido enteros al ser rechazado por los militantes «tories», pese a haber advertido a tiempo de los riesgos de la agenda económica de Truss. Un liderazgo compartido con Penny Mordaunt, tercera en discordia y más popular entre las bases, es una opción que sigue abierta.

Un hipotético regreso de Boris Johnson (ahora que se están embolsando 180.000 euros por conferencia en Estados Unidos) suena a estas alturas más improbable que cuando dijo aquello de «¡Hasta la vista, baby!». El drama de estos días ha confirmado sin embargo la sospecha de que el «premier» sabía que su sucesora iba durar poco, aunque quizás no tan poco.

Michael Gove, con su fama de maquiavélico, vuelve a esperar agazapado su momento, después de haber sido el primer nombre ilustre en repudiar públicamente como «no conservador» el presupuesto de Liz Truss y haber forzado su primer gran volantazo.

LA SUBIDA DE LOS TIPOS

La tormenta económica no tiene visos de amainar a pesar de los cambios políticos. El gobernador del Banco de Inglaterra, Andrew Bailey, ya ha advertido que los tipos volverán a subir, y posiblemente más de lo que se había previsto, a la vuelta de noviembre. Al menos Bailey ha admitido «un claro e inmediato entendimiento mental» con Jeremy Hunt tras el permanente pulso librado durante seis semanas con Kwasi Kwarteng.

Las espadas económicas seguirán en cualquier caso en alto hasta la presentación de la evaluación fiscal de presupuesto, el 31 de octubre, que llegará previsiblemente acompañada de la renuncia a nuevas rebajas fiscales y a una temida vuelta a la austeridad para recortar el gasto público. El malestar social contra cualquier Gobierno «tory» en las actuales circunstancias irá inevitablemente a más, con el trasfondo de las huelgas de trenes y de otros sectores.

Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/10/17/634c23bcfdddff247f8b45bb.html

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