Por Román Sánchez Zamora
Nunca volvería a ser el mismo Juan, por más flores que su mamá le pusiera alrededor; jamás volvería a sonreír igual, jamás volveríamos a caminar hasta quedarnos sin aliento y sin ganas de seguir en el sol quemante de mayo, y menos aun dejando los zapatos en medio del lodo entre las risas de los dos prepos, lejanos, sonrientes y de buena charla.
Era ver quiénes llegaban y al verlo sonreían por todas las risas compartidas, los que se dolían al ver al joven que siempre compartía una aventura de algún billar cercano, la naturaleza de su ser, hoy ausente.
Twitter: @romansanchezz