A punto de cumplirse un año del cierre de los centros educativos en América Latina y el Caribe, la situación es catastrófica.
JAIME SEPTIEN / ALETEIA
Un año sin educación representa la deserción de muchas niñas y niños. Y lo peor: un año en el que han estado sometidos a constantes abusos y vejaciones en su propio hogar.
En todos los países del mundo azotados por el coronavirus, las escuelas y estancias infantiles echaron el cierre y se mudaron a las clases a distancia. Ha habido cientos de ejemplos de maestras y maestros esforzados que con una bicicleta, una furgoneta o, incluso, con un burro, han ido a lugares remotos para seguir enseñando.
Abren casinos, no abren escuelas
Lugares donde Internet ni la telefonía celular tienen cobertura, montes elevados, espesas selvas, sabanas y desiertos. Pero el esfuerzo ha cubierto muy poca demanda.
Ruth Custode, responsable de Educación de UNICEF para América Latina y el Caribe ha sido muy clara al decir que el mayor tiempo de cierres de espacios educativos se ha dado en esta región del mundo.
«No puede ser posible que se abran los restaurantes, centros comerciales, casinos y cines y que no se abran las escuelas», criticó Custode. En países como México, los centros educativos infantiles se cerraron el 23 de marzo de 2020. Y continúan cerrados.
El triple que los europeos
Según los datos de UNICEF, cerca de 168 millones de niñas y niños en el mundo se han visto afectados en sus estudios. De ellos cerca de 98 millones pertenecen al área de Latinoamérica y el Caribe.
Dicho en en números: si el calendario anual consta de 190 días de clases en promedio, durante la pandemia los pequeños latinoamericanos y caribeños se han quedado 158 días sin escuela: el triple que los niños europeos.
Lo más triste –desde cualquier perspectiva—es el abandono educativo. Custode y la UNICEF calculan que tres millones de niñas y niños en la región no volverán nunca más a las aulas.
Sin alimentos y con abusos
Custode asegura que «cuanto más se alargue este periodo de cierre, menos probabilidades habrá de que muchos niños vuelvan a clase», situación que complica enormemente el futuro de estos pequeños y de su futuro (del futuro completo de la región).
Por lo demás, la ausencia de escuela es para gran cantidad de menores de edad una doble tragedia: la de quedarse sin alimentos (los desayunos o comidas escolares calientes son fundamentales para pequeños en pobreza) y la de quedar expuestos a abusos, violencia, trabajo infantil y trata.
«Se han incrementado los casos de violencia, el tema de abuso sexual, de embarazo adolescente, se han incrementado en muchos sitios. Incluso ha habido casos de suicidio de jóvenes», explicó Custode.
Un aula pandémica
A manera de protesta muda y de urgencia para que se reabran las aulas de los menores de edad en el mundo, a principios de marzo la UNICEF colocó 168 pupitres vacíos frente a la sede de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York.
Cada pupitre vacío representa un millón de niños cuyas escuelas han cerrado y se han quedado ayunos de instrucción y de protección debido a la pandemia. Se trata de un “Aula pandémica” para llamar la atención al mundo sobre el «profundo impacto» de mantener a los estudiantes fuera de la escuela
La UNICEF pidió a los líderes mundiales que reabran las escuelas lo antes posible para restañar, aunque sea un poco, la profunda herida en el corazón de la infancia.
Ojalá el llamado sea escuchado en Latinoamérica y el Caribe, y se refuerce el regreso a clase de niñas y niños de la región.
Fuente: https://es.aleteia.org/2021/03/14/latinoamerica-y-el-caribe-o-la-debacle-educativa-de-las-ninas-y-los-ninos/