La Fundación Mapfre de Madrid rescata el proyecto que la heredera y coleccionista organizó en su galería neoyorquina en 1943, en la que participaban sólo mujeres
MARIO CANAL / La Lectura
«Era obvio que las mujeres iban a destacar en el surrealismo», escribió el crítico del diario New York Sun tras visitar la exposición Exhibition by 31 Women, en 1943. «El surrealismo es aproximadamente un 70% histérico, un 20% literatura, un 5% buena pintura y otro 5% epatar al público desprevenido. Hay, como todos sabemos, muchos hombres entre los neuróticos de Nueva York. Pero ahora también sabemos que hay incluso más mujeres entre ellos».
Con esta retórica humorística y sin gracia, artistas excepcionales como Djuna Barnes, Leonora Carrington, Frida Kahlo, Jacqueline Lamba, Meret Oppenheim, Sophie Taeuber-Arp, Dorothea Tanning o Maria Helena Vieira da Silva, junto a otras 23 creadoras cuya obra colgaba en la reseñada exposición, se vieron relegadas de un plumazo a la condición subalterna que durante tanto tiempo las mujeres artistas debieron soportar por ser mujeres.
«Su situación en este momento era de doble discriminación, porque por una parte eran rechazadas o vistas con sospecha en las sociedades burguesas de ese momento, ya que no respondían al modelo estándar de mujer o madre», explica Patricia Mayayo, historiadora del arte que ha comisariado la exposición que en la Fundación Mapfre de Madrid reivindica aquella iniciativa expositiva de Peggy Guggenheim. «Al mismo tiempo, eran infravaloradas en los propios círculos de la vanguardia. Fueran o no conscientes de ello, sus pares no las aceptaban plenamente como iguales y terminaban reproduciendo muchos de esos mecanismos patriarcales».
UN PROYECTO ROMPEDOR
Para regresar a la Calle 57 de Manhattan, el 5 de enero de 1943, donde se encontraba Art of this Century, la galería de Peggy que acogió la muestra, debemos hacer una parada en la casa de la productora audiovisual y teatral estadounidense Jenna Segal, en 2020. Durante el periodo de confinamiento por el covid, mientras muchos aprendían a hacer pan de masa madre y la muerte se expandía como una neblina invisible, la ganadora de un premio Tony regresó a su admirada Peggy y a las 31 mujeres que participaron en la histórica muestra. Muchas de ellas habían caído en el olvido de una sesgada historiografía centrada en los artistas masculinos.
En 2021, durante la semana de las ferias de arte contemporáneo de Nueva York, Segal inaugura en el mismo local donde se encontraba Art of this Century su propia colección de obras y objetos relacionados con las creadoras que formaron parte de la exposición original. Una selección de piezas acumulada en apenas un año que le resultó accesible debido a los bajos precios que marcaban estas artistas en el mercado. Ahora, la 31 Women Collection de Jenna Segal puede verse en Madrid, reinterpretada desde un ángulo eminentemente feminista.
La muestra de la Fundación Mapfre está prologada por una sección que contextualiza el proyecto. Peggy Guggenheim había conocido de primera mano las vanguardias europeas cuando tras la muerte de su padre, en el hundimiento del Titanic, se mudó a París en 1921. Muy pronto descubrió en Europa un universo excéntrico, excitante y excesivo que casaba bien con su personalidad. El mundo del arte contemporáneo en el viejo continente era el de las vanguardias: el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo. Y se introduce en los círculos más rupturistas durante una primera estancia de la mano de Marcel Duchamp, Tristan Tzara, Constantin Brancusi o la escritora estadounidense Djuna Barnes.
A finales de los años 30 Guggenheim abrió su primera galería en Londres, pero la iniciativa que marcó un antes y un después en la historia del arte contemporáneo fue Art of this Century. Exponiendo a maestros europeos poco conocidos en Nueva York y a jóvenes promesas norteamericanas cimentaría la proyección del movimiento abstracto, validando la obra de Jackson Pollock o Mark Rothko, entre otros muchos. Una de las innovaciones originales de la galería fue el montaje de las salas: diseñado por el arquitecto Frederick Kiesler, se servía de superficies curvas que dotaban a las obras expuestas de un carácter inmersivo. Los cuadros colgaban en el aire y a los visitantes se les invitaba a interactuar con las piezas modificando su posición. Un gesto revolucionario para la época.
ARTE Y FEMINISMO
Desde aquella ominosa crítica que reducía a las creadoras a un espacio secundario, cuando no patológico, el estatus de las mujeres ha cambiado para bien. Sin embargo, aún hoy en día de Peggy se destaca su «insaciable» necesidad sexual, se la califica de «come-hombres» y se juega con la palabra «adicción» para relacionar su necesidad de adquirir arte y de seducir a artistas. Subrayando de forma continua el mismo estereotipo de quien fuera una persona poliédrica, muy compleja. Y, por encima de todo, libre. Igual que las artistas que expusieron su obra en su galería en 1943.
«El surrealismo fue un movimiento más abierto a la participación femenina que otros», apunta Patricia Mayayo. Por ello, la gran mayoría de artistas que participaron en Exhibition by 31 Women estaban adscritas a ese movimiento; otras muchas experimentaban con la abstracción. Ambas aproximaciones permitían confrontar temáticas que las liberaban como creadoras y como individuos. «Con estas estrategias conseguían primero una visibilidad y también darle la vuelta a muchos de los tópicos patriarcales que pesaban sobre las mujeres en aquel momento. Eran fórmulas emancipatorias, desde luego», añade Mayayo.
No hubo documentación visual exhaustiva de la exposición original de 1943, por lo que no puede saberse qué pieza mostró cada artista. En Madrid, obras como Mujer con armadura (1938), de la argentina Leonor Fini, o Sin título (Autorretrato), de Dorothea Tanning (1940), apuntan a la autorrepresentación, a la imaginación de la identidad deseada o a la búsqueda del yo esencial, que se difuminaba en una sociedad donde los roles femeninos generaban una opresión y contaminaban incluso a esferas sociales que vivían por delante de su tiempo, como el de las propias vanguardias. «En el surrealismo está muy claro que había una mitificación de la mujer, de la mujer maga, la mujer tierra, la mujer niña… Se las colocaba en una especie de pedestal, pero al mismo tiempo las convertían en una figura casi alegórica», añade la comisaria de la muestra.
El componente autobiográfico da paso a la sección de los Bestiarios. Cuervos, águilas y ciervos aparecen en los lienzos de la mano de artistas como Barbara Poe-Levee Reis, Milena Pavlovic-Barilli o Frida Kahlo. Quizás ellas se identifican con esas bestias, que «encarnaban la búsqueda de otros mundos míticos o imaginarios donde pudieran ser finalmente libres», según Mayayo.
Leonora Carrington, a quien la Fundación Mapfre dedicó una exposición el año pasado, pinta en Los caballos de lord Candlestick (1938) a una yegua cuyo cuerpo parece estar formándose aún, rodeada de machos amenazantes. También se dedica una sección completa al universo de lo doméstico y el extrañamiento de lo cotidiano, donde el desasosiego cristaliza «en objetos propios del ámbito familiar descontextualizados». Meret Oppenheimmostró en la exposición su famosa escultura de taza con platillo y cucharilla de café cubiertas de piel y llamada Desayuno con pieles (1936). Un juego surrealista convertido ya en icono del arte moderno cuya ambigüedad simbólica ocultaría para muchos una evocación sexual, y que surgió de una anécdota entre la artista y Pablo Picasso. Aunque en la Fundación Mapfre no cuenta con la obra original cuyo título se atribuye a André Breton, sí podrá verse una versión de la misma.
LA RENUNCIA DE O’KEEFFE
Si Exhibition by 31 Women puede ser catalogada de una exposición iniciática que buscó revelar las voces femeninas más importantes de su época, muchos buscan reducir su impacto en el hecho de que la idea original no fue de Peggy, sino de Marcel Duchamp. Y en que muchas de las participantes eran parejas de conocidos artistas masculinos que supuestamente fueron incluidas por ello en la exposición –Jean Arp, John Cage, Yves Tanguy, André Breton o amantes del marido de Peggy, Max Ernst-, sin tener en cuenta la indiscutible calidad de su obra. Sin embargo, puede que la principal crítica a la exposición viniera de la pintora Georgia O’Keeffe, que renunció a participar por considerar que la categoría «mujer artista» le quedaba pequeña.
Por ello, uno de los aspectos cruciales de la exposición es visibilizar precisamente la valía individual de todas las creadoras que participaron en aquella muestra de 1943 «así como las redes de apoyo, solidaridad y amistad que las artistas forjaron entre sí».
Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/09/20/66e9b82ae9cf4a41028b457f.html