Su declive físico, que le llevó a la muerte hace 507 años, comenzó por un afrodisiaco para tener un nuevo heredero con Germana, su segunda esposa. Fue en esas horas finales cuando redactó el último testamento que une los reinos y del que nace España
GRACIANO PALOMO / CRÓNICA
«Aquí murió un rey. Nació España», reza como lema en la localidad cacereña de Madrigalejo, que el pasado lunes, 23, inició los festejos para conmemorar los 507 años de la muerte de su visitante histórico más ilustre y poderoso, el rey Fernando el Católico, que encontró la muerte a las tres de la madrugada del 23 de enero de 1516 en Casa de Santa María, propiedad de la orden de los Jerónimos, con cuartel general en el cercano Monasterio de Guadalupe.
¿Cómo llega a morir el hombre más poderoso del mundo en una casa de labranza extremeña? Ahí además firmó su último testamento y dejó ordenada la herencia de sus inmensos reinos. Guadalupe Rodríguez Cerezo, cronista oficial de la localidad, sirve de guía a Crónica para -a partir del museo en Casa de Santa María, propiedad hoy de Iberdrola- desentrañar aquel acontecimiento «global e histórico» y su legado hasta hoy.
El 21 de enero de 1516, el grueso de la Corte le esperaba en el monasterio de Guadalupe. El rey, acompañado en el viaje desde Plasencia por su círculo más cercano -el Duque de Alba, el marqués de Denia y los consejeros Zapata, Galíndez y el doctor Carvajal- al llegar a Trujillo se encuentra mal, afectado por la hidropesía, problemas cardiacos y pulmonares. Le recomiendan hacer un alto, aunque él cree que la muerte aún no le acecha (64 años); está obsesionado por impedir que su reinos vayan a parar a su nieto Carlos, por «rey extranjero». Y sobre todo impedir la regencia de su principal consejero y embajador, Adriano de Utrech.
EL TERCER TESTAMENTO
«El rey», señala la cronista, «había firmado antes el testamento, en Burgos (1512) y se había redactado otro en Aranda de Duero (1515) -no firmado éste-; en ambos dejaba la regencia al príncipe Carlos, su heredero, hijo de reina Juana. Había nombrado gobernador de Castilla a Fernando, hermano de Carlos, el nieto preferido del Católico. Carlos, en Bruselas, manda a su maestro, Adriano de Utrech (luego Papa Adriano VI) con todos los poderes, que se entrevista con el rey en Abadía; hay acuerdo sin firmar. Desde Plasencia hacia el sur emprende viaje hacia Guadalupe para viajar luego a Sevilla». Al llegar a Madrigalejo la salud empeora y el médico aconseja descansar en la localidad, que el rey conocía de dos visitas anteriores. Lo llevan al mejor edificio.
Utrech, que le espera en Guadalupe para firmar el testamento definitivo a favor de su discípulo Carlos, termina acercándose hasta Madrigalejo al ver el cariz de los acontecimientos. Aunque Fernando no le recibe en primera instancia, tras mucha insistencia por parte del holandés («vienes a verme morir, vete…», dicen que llega a decirle el Católico) le atiende. Y le para los anhelos… «No voy a perjudicar a mi nieto Fernando, al que he educado personal y convenientemente, aquí en España». Porque el rey, además, tenía más que recelos de su nieto Carlos: «No conoce nuestras costumbres, es un extranjero, ni siquiera parece que tenga intención de venir por estos reinos…».
Cuando los médicos le advierten de que le queda poca vida, el Católico llama a sus consejeros y les advierte de que nada de lo que suceda en su lecho de muerte debe ser conocido por nadie. «Majestad», le dicen, «todos los hijos de reyes nacen con la codicia de ser reyes; si dejas el poder en manos de Fernando e impides a su hermano Carlos, los grandes de Castilla harán banderías y todo el trabajo de S.M. y la reina Isabel se perderá».
El rey finalmente es convencido pero no quiere a Adriano como regente; pretende los suyos. Tema resuelto. El cardenal Cisneros, regente en Castilla, y en Aragón, el arzobispo de Zaragoza, Alonso de Aragón, hijo bastardo del Católico. Ninguno de ellos disputará la sucesión a su nieto Carlos, luego Carlos I de España y V de Alemania.
A tal fin firma su tercer y último testamento, anulando los anteriores. El documento rubricado tiene fecha del día 22, pocas horas antes de expirar. Firma, además, cartas a los consejeros para que taxativamente se cumpla lo dispuesto en su última voluntad. Da fe de todo ello el protonotario real, Miguel Veléz Climent.
El pergamino original está hoy en el Palacio de Liria, en Madrid; se lo quedó el Duque de Alba (en el museo de Madrigalejos se exhibe un facsímil). Tras la firma del Católico, los herederos de Isabel y Fernando unen las dos grandes coronas existentes hasta entonces. De ahí el lema.
LA CAMA DEL REY
La última y austera cama del poderoso monarca era de madera rústica, hecha con árboles de la zona y de gran dimensión, aunque no hay datos fehacientes que lo acrediten. Sí que tenía dosel y telas de brocado porque en la misma, 50 años después, durmió su biznieto Felipe II y también el rey Sebastián de Portugal. Las mantas eran de lana de ovejas merinas, abundantes en la dehesa extrema.
Lo cierto es que el último lecho de Fernando de Aragón desapareció. Queda una réplica aproximada en el museo. Tras la desamortización de Mendizábal (1835) -la Casa era propiedad de una orden religiosa-, el inmueble devino en ruina y la entrada era franca. «Se produjo un expolio total», recuerda la historiadora Rodríguez Cerezo. Cinco años después de la desamortización no quedaba nada.
La Casa Santa María fue restaurada por Miguel Oriol (1980) y hoy es una estancia grande, con tres compartimentos decorada con la simbología del reinado de los Católicos, con centro de interpretación sobre su reinado; otro de los Reyes en Extremadura y el tercero, a recordar su muerte en Madrigalejo («Yo, el Rey»).
EL AFRODISIACO ASESINO
¿Murió el Católico de forma tan rápida por la utilización de afrodisiacos para dejar embarazada a su segunda esposa, Germana de Foix?
La cronista sostiene que tres años antes, en Carrioncillo (Valladolid), cerca de Medina del Campo, facilitaron al rey un brebaje afrodisíaco elaborado con turmas (testículos del toro), en un intento por fortalecer lo viril. Le produce tal reacción que vomita ante el espanto de los galenos. «A partir de esa fecha, el deterioro físico del gran batallador (61 años entonces) se acelera. Como no se fiaba de los Hasburgo (tras su enfrentamiento con su yerno Felipe el Hermoso), quería tener un nuevo heredero con Germana. Nace su hijo Juan, que muere a las pocas horas.
Germana se encontraba en Aragón (reina consorte) cuando tiene noticias de que el final de su marido está cerca. Viaja a toda prisa y se ve con él 24 horas antes de morir. En el trance estuvo a su lado, junto con el duque de Alba y el marqués de Denia. «Fernando se resistía a confesarse, convencido de que le quedaban años de vida… Estaba empeñado en conquistar Jerusalén», sostiene Rodríguez. Al final aceptó la presencia del confesor y recibió los últimos sacramentos. Muere a las tres madrugada del día 23, San Ildefonso. En la propia habitación preparan su cuerpo para el viaje definitivo a Granada. Le extraen las vísceras que son enterradas en una ermita cercana dedicada a San Sebastián.
Murió el Rey… y nació España.
Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2023/02/03/63d41d6ce4d4d87a488b45e2.html