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La sociedad de la nieve, un alud de cine desmedido, se impone con 12 premios Goya | El Mundo

La película de Juan Antonio Bayona consigue 12 estatuillas y se convierte en la tercera película más premiada del cine español

Juan Antonio Bayona, triunfador en los premios Goya.
Juan Antonio Bayona, triunfador en los premios Goya. RAÚL TERREL EUROPA PRESS

LUIS MARTÍNEZ / EL MUNDO

No hizo falta el VAR, pero casi. La regla dice que quien se lleva el guion, la dirección y colecciona un buen puñado de premios técnicos es, con toda probabilidad, el ganador absoluto y final. Pero las reglas, como las bicicletas, son para el verano. Y en Valladolid, ayer, hacía frío. Mucho. Dentro y fuera del recinto ferial donde se han celebrado los Premios Goya.

Desde el principio estaba claro que todos los premios cuyo destinario es alguien que hace falta consultar el nombre en IMDB eran para La sociedad de la nieve. Con lo cual, la primera pista, iba orientada. Las demás, no. En lo que refiere al guión, las dos favoritas tomaban caminos por separados. 20.000 especies de abejas optaba al libreto original, que ganó, y la aventura de los supervivientes de los Andes al de adaptado, que perdió en favor de Pablo Berger por Robot dreams, puesto que hace pie en el texto de Pablo Virzi del mismo título

Con lo cual, solo quedaba el segundo premio en importancia, el de director, para intentar desentrañar el misterio fundamental con un mínimo de antelación a la apertura definitiva del último sobre. Pues tampoco. Estíbaliz Urresola, responsable de la historia de la niña trans, se llevó la dirección debutante (estatuilla cantada como pocas) y Juan Antonio Bayona, creador de la mayor producción de la historia del cine español, sumó un Goya más a su colección de galardones por sus buenas y afinadas maneras como organizador de sueños. Y ya van cuatro.

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Así las cosas, pasados 30 minutos sobre el horario fijado por la organización (es decir, a unas muy poco púdicas dos menos algo de la madrugada de no queda claro qué día), se supo por fin que la película española del año es La sociedad de la nievePara ella fueron en total 12 premios Goya. 12 de 13. Sólo por detrás de Mar adentro y ¡Ay, Carmela! en eso de la historia de España, del cine y del cine español. Es decir, saltaron por los aires los pronósticos que cualquiera podía hacer suyos tras observar lo sucedido en los premios que han venido antes. Todo indicaba, tras lo ocurrido en la Berlinale, en el Festival de Málaga, en los Forqué y hasta en los Feroz que la cosa iba de abejas. Y no, fue de supervivientes. Si lograron salir de los Andes como no iban a hacerlo del suplicio (que lo es) de los Goya. Es así.

La Academia hizo suyo, en consecuencia, lo que es ya es clamor. La película de Bayona es una producción para la unanimidad. Y la humanidad. Es, sin lugar a dudas, la película de todos. No es solo un logro artístico y técnico de dimensiones descomunales para el cine español, sino, por encima incluso, es una desproporcionada provocación. La sociedad de la nieve habla de la dignidad de lo compartido, de la certeza de lo común, de la necesaria reivindicación de lo justo en un tiempo, el nuestro, incierto y salvajemente injusto. De otro modo, la mejor vacuna contra los agitadores de la polarización (y de la polinización incluso). No era comprensible que la productora española más relevante de los últimos tiempos, Belén Atienza, no tuviera aún un Goya y ya lo tiene. Ella y Sandra Hermida, las dos. O las das. Y de la mejor y más resplandeciente de las maneras.

Fuera como fuera, la gala se ajustó al guion prefijado por el sentido común. Y el sentido del arte además. Y hasta el sentido de la denuncia contra, entre otros asuntos graves, los abusos contra la mujer «se den donde se den», subrayó la vicepresidenta Susi Sánchez. Contra eso y contra la voz de la extrema derecha que encarna como nadie y contra todos el político García-Gallardo. Dijo éste días atrás en un alarde de sí que el cine era cosa de «señoritos» y le respondió Almodóvar que no, que para señorito otros. Luego Bayona dijo que hay declaraciones que se descalifican solas. Y así.

LA SOCIEDAD DE LOS PREMIOS

Se habían entregado poco más de una docena de estatuillas y diez de ellas ya formaban parte de la sociedad; de la de Bayona, de la de la nieve y de la del mejor cine. Julio Suárez por el vestuario; Pau Costa, Félix Bergés y Laura Pedro por los efectos especiales; Andrés Gil y Jaume Martí por el montaje; Pedro Duque por la dirección de fotografía; Jorge Adrados, Oriol Tarragó y Marc Orts por el sonido; Alain Bainée por la dirección de arte; Margarita Huguet por la dirección de producción; Michael Giacchino por la música (que, por cierto, no nos gusta. Es lo único que no nos gusta de la película) y hasta el actor revelación Matías Recalt, que no por fuerza figuraba como favorito, hacían pleno. Todo para ellos. O casi. La gala, cumplida la hora, era una monocorde sinfonía andina.

Entraba en la lógica que una producción de 60 millones de presupuesto (la más cara de todas) se hiciera con los premios mal llamados técnicos, pero no por previsible se antojó menos merecido o, llegado el caso, incluso milagroso. No en balde, la cinta de Bayona va de eso, de la construcción entre todos y desde cada uno de los esfuerzos, por pequeños que sean, de no solo una realidad distinta y habitable en mitad de la mayor de las desolaciones, sino de la esperanza que la hace posible. Lo que construye la película es lo mismo que lo que se ve en ella: el convencimiento del trabajo en equipo, del trabajo de todos, del trabajo bien hecho. Suena naif y ahí, en su claridad, su fortaleza. Que revienten los cínicos.

EN EL CAPÍTULO DE LOS ACTORES, POCAS SORPRESAS

En el capítulo de los actores, pocas sorpresas. Quizá ninguna. Digamos que las candidaturas más inciertas, por la ausencia de favoritos claros, se fueron para los más veteranos. Ante la duda, el clásico. Y así, José Coronado fue el elegido como mejor intérprete de reparto por su personaje roto en dos (o en tres) del prodigio Cerrar los ojos, de Víctor Erice. Y así Janet Novás fue la revelación por su trabajo en la Concha de Oro O corno, de Jaione Camborda. Y así Ane Gabarain como actriz no principal, por 20.000 especies de abejas.

Que el trabajo al límite deMalena Alterio entre la comedia y la tragedia, entre la fabulación y la realidad, entre la locura y la cordura en Que nadie duerma fuera señalada resultó tan obvio como, pero seguir con las paradojas, asombroso. Y de la misma manera, que el actor elegido fuera David Verdaguer por su reconstrucción, que no imitación, del humorista Eugenio en Saben Aquell fue el mejor y más serio de los chistes, como corresponde al personaje.

SIGOURNEY WEAVER, CONMOVEDORA

Por lo demás, entusiasta fue la celebración del premio a la película de animación a la que tras todo esto le esperan todos los Oscar. Robot dreams es una película sin palabras que deja mudo (con perdón) y que se llevó el premio al guion y el suyo propiamente, el animado. Elegante, cálido y profundo, el homenaje de José Sacristán al centenario Goya de honor Juan Mariné (son 103 los años de vida). Emociona ver a un gigante que se rinde de emoción ante otro gigante. Aparatoso, pero divertido (justo es reconocerlo), el homenaje a los 25 años de Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar. Nunca antes estuvo tan justificado en chiste de goyas y poyas.

Conmovedor, el discurso de Sigourney Weaver agradeciendo el trabajo a su dobladora al castellano María Luis Solá. E injusto, todo sea dicho, el vacío de Un amor, de Isabel Coixet.

¿Y la gala, qué? La gala pasó y pasó como pasan todos las galas de los Goya (y van 38), pasando. Es materialmente imposible que un espectáculo de más de tres horas cuyo argumento principal son las madres, padres y allegados de unos individuos con una estatuilla en las manos sea eso, un espectáculo. La Academia fió todo a la infalibilidad de Javier Calvo y Javier Ambrossi a los que todo les sale bien y, aunque la estrategia era buena, el cometido resultó, una vez más, imposible. A pesar de Ana Belén, otra infalible. Tiene que haber un límite a los números musicales, por dios.

Y dicho lo cual, La sociedad de la nieve. El que escribe volvió a ver la película el viernes en un pase presentado por el propio director en uno de los cines más grandes de Madrid y, definitivamente, el giro de ver a Bayona convertido el ídolo adolescente nadie lo vio venir. A por los Oscar, uno y otro. Memorable. Desmedido.

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