Vivieron su máximo apogeo a partir del siglo X, cuando intentaron conquistar Constantinopla. Hoy repasamos sus hitos más importantes
ENRIQUE ZAMORANO / EL CONFIDENCIAL
Estos últimos días, tras la invasión de Rusia a Ucrania, posiblemente el lector se haya preguntado cuáles son los primeros antecedentes históricos, políticos y culturales que se conocen sobre la zona. Todo se remonta al siglo IX, aunque, a decir verdad, puede que antes, puesto que apenas hay fuentes anteriores que narren la historia de los pueblos nórdicos y eslavos que habitaron, gobernaron y explotaron el territorio comprendido entre las actuales Rusia, Ucrania y Bielorrusia, las tres naciones que se consideran descendientes de la conocida como Rus de Kiev.
El libro que narra la historia de esta federación de tribus es la ‘Crónica de Néstor’ o ‘Crónica Primaria’, una recopilación de relatos escrita en eslavo antiguo que recopila todo lo acaecido en esta región del continente entre aproximadamente el 850 y el 1110. Los protagonistas de esta historia, la tribu vikinga de los rcrus, se extendía al otro lado del mar Báltico, en la lejana Escandinavia, ocupando el territorio de lo que sería la actual Suecia. Posteriormente se les llamó varegos, un nombre de origen bizantino derivado del nórdico ‘vaeringjar’ (que significa «palabra de honor» o «promesa»), aunque a partir del siglo IX cambiará su significado a «remeros» para designar a estas tribus vikingas que se dedicaban a abrir rutas de esclavos y mercancías inexploradas con sus barcos en todas direcciones. Incluso, llegaron a tener asentamientos en Groenlandia gracias a las incursiones de Erik el Rojo en 982, quien tras ser desterrado se anima a explorar hacia el oeste.
A medida que iban conquistando territorios fundaban ciudades, estableciendo Kiev como capital con el príncipe Oleg al frente
En la ‘Crónica de Néstor’, el hecho fundacional de la Rus de Kiev es la llegada de Rurik el Vikingo desde más allá del mar con sus dos hermanos para gobernar la ciudad de Nóvgorod en el año 862, dando origen así a la dinastía de los Rúrika. Según narra la historia, las tribus de eslavos orientales, que ocupaban Bielorrusia y la zona norte de Ucrania, vivían en guerra permanente, por lo que recurrieron a estos pueblos remeros del norte para que les dieran una estabilidad política y con ello ser más fuertes frente a sus posibles enemigos, el poderoso Imperio Bizantino, localizado en el sur.
«La leyenda dice que, para buscar la paz, los eslavos orientales buscaron un cetro extranjero que los unificara, y lo encontraron en los varegos», escribe Argemino Barro, periodista de este mismo diario, en su libro ‘Una historia de Rus. La guerra en el Este de Ucrania’, publicado en 2020 en el que indaga en el pasado de estas tribus. «En el siglo IX, este pueblo escandinavo bajó por el Dniéper hasta la actual Kiev. La dinastía ruríquida, que gobernó lo que hoy llamamos el Rus de Kiev, estuvo marcada por tres factores. El primero fue la guerra fratricida. Cuando moría el rey, su hijo mayor heredaba la jefatura en Kiev; el resto, las otras ciudades importantes. Luego estallaba la guerra entre ellos y el hijo vencedor se imponía. El segundo factor era la estepa. Además de luchar para mantener unido su territorio, el rey tenía que protegerlo de los nómadas que seguían llegando del este. El tercer factor era Bizancio». Después de esta gran introducción de Barro, pasaremos a narrar alguno de los mitos, leyendas e historias más célebres de esta federación de tribus histórica, la cual dio a luz a dos naciones tan relevantes para la escena internacional como Rusia y Ucrania.
Comerciantes y saqueadores
Así, Rúrik y sus tres hermanos bajaron por todo el río Dniéper que divide Ucrania gracias a que sus embarcaciones eran ligeras y estrechas, pudiendo surcar ríos y lagos de pequeño tamaño hasta el Mar Negro. A medida que iban conquistando territorios fundaban ciudades, estableciendo Kiev como capital con el príncipe Oleg al frente (personaje histórico de quien se apropia la famosa serie ‘Vikingos’ de una manera magistral). Este funda definitivamente la Rus de Kiev alrededor del año 880. La zona era lo más estratégica para el saqueo y el comercio: al este se encontraban los jázaros, un pueblo estepario de origen turco que oprimía a los eslavos cobrándoles tributos; al sur, el Imperio Bizantino, el más fuerte y poderoso de la época.
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Rúrik contrajo matrimonio con Efanda de Urman y tuvo un único heredero a quien legar su gran conquista, llamado Igor. Sin embargo, este era muy joven cuando el gobernante murió, por lo que el príncipe Oleg se alzó con el poder dirigiendo la Rus desde Kiev. Allí, se ganó el respeto de los eslavos al librarles de la presión tributaria e influencia de los jázaros y expulsó a los dos antiguos dirigentes designados por Rúrik, que según cuentan algunos historiadores rusos se habían convertido al cristianismo. Oleg no se conformaba con todos estos territorios conquistados tan rápidamente (en apenas unas décadas) y puso sus ojos en Constantinopla.
Las incursiones en Constantinopla
En este punto cabe reparar en el credo religioso que tenían ambos estados. Los rus, por su parte, profesaban creencias paganas, de ahí que tuvieran entre sus filas a la clásica figura mítica del hechicero (los ‘Volkhvs’‘, sacerdotes paganos eslavos), quien por cierto advirtió a Oleg de que le estaban intentando envenenar. Algunas fuentes míticas cuentan que cuando estaba atacando Constantinopla en el año 907, el emperador bizantino salió a recibir a su ejército con víveres y vino. Al parecer, estaban asustados de la fiereza de los varegos, quienes al ver que no podían asediar tal ciudad con sus barcos, decidieron, según el mito, colocar ruedas de madera en sus embarcaciones, dispuestos a lo que fuera por tomar la capital. Pero Oleg, tras ser advertido por sus consejeros de que podían estar tratando de envenenarle, hizo beber el vino antes a sus hombres, cayendo muertos de inmediato.
Como los varegos no desistieron en sus intenciones de tomar Constantinopla, el emperador bizantino acabó cediendo y firmando un acuerdo comercial que a Oleg y a los suyos les resultó de lo más favorable. Otro de los mitos que recoge la tradición sobre Oleg es que de nuevo, su ‘Volkhvs’ de confianza, le advirtió de que moriría asesinado por su caballo. Por ello, con gran dolor, el príncipe ordenó matar al potro, que como podemos ver en la imagen superior sale representado con la cabeza gacha al escuchar la predicción del profeta. Años después, en el 912, no habiendo superado la partida de su fiel animal, ordenó ver sus restos. Al pisar su calavera, salió una serpiente que le mordió en el pie, causándole una muerte inminente.
En realidad, este episodio mítico proviene de una adaptación de la leyenda del siglo XVI titulada ‘La Saga de Örvar-Oddr’, como apuntan desde ‘La Brújula Verde’. Tras la muerte de Oleg, Igor, el hijo de Rúrik, asume el cargo de Príncipe de la Rus de Kiev, intentando conquistar otras dos veces Constantinopla sin éxito. Al fin y al cabo, esta era el centro del mundo tras la desaparición del Imperio Romano varios siglos atrás: «La suya era una civilización compleja: una sociedad cristiana con una rica cultura monástica y a la vez heredera de la Antigüedad clásica», sostiene Paul Bushkovitch en su libro ‘Historia de Rusia’. «El Imperio bizantino era un Estado burocrático según el viejo modelo romano. A los niños se les enseñaba todo ese material desde temprana edad. Los bizantinos no se llamaban a sí mismos griegos, sino que se consideraban romanos, pues su país seguía siendo Roma».
Una ‘boda roja’ a lo grande: la venganza de Olga
Al fallecer el príncipe Oleg, sube al trono Igor, quien como decíamos volvió a incurrir en Constantinopla hasta dos veces más, en los años 941 y 944. Aquí emerge una isla de la que se ha hablado mucho en el presente, ya que fue anexada a Rusia en 2014. Nos referimos a Crimea, que en aquellos años era uno de los mayores puntos estratégicos contra Bizancio. Tal y como cuenta el historiador Rainer María Matos Franco en su libro ‘Historia Mínima de Rusia‘, el emperador Constantino VII concedió varios privilegios (entendemos que comerciales) a los Rus para que no se anexaran Quersoneso, una antigua ciudad griega localizada al suroeste de la ciudad de Sebastopol.
Sin embargo, el reinado de Igor no duraría demasiado, ya que fue asesinado por los drevlianos, un pueblo eslavo que habitaba al oeste de su territorio agazapado en la frondosidad boscosa del este de la actual Ucrania. Era el año 945, y Olga, la viuda del rey, sube al trono como regente. Los eslavos, algo inquietos, quizá ante la perspectiva de haber ofendido a la actual reina de Kiev, trataron de convencerla para que se aliara con ellos proponiéndola matrimonio con su heredero al trono. ¿La reacción de ella? Enterrar a sus mensajeros. Aun así, decidió aceptar la pedida de mano y encargó que los drevlianos trajeran a sus hombres más distinguidos para acompañarla en su viaje. Cuando llegaron, les invitó a descansar en una casa de baños, cerró las puertas de la estancia y ordenó prenderla fuego, quemándolos vivos.
Por si fuera poco, se dirigió a la ciudad de los drevlianos con un gran ejército y la sitió. Cuando pidieron clemencia, ella tan solo les pidió que se hicieran con tres palomas y tres gorriones, como relata ‘La Piedra de Sísifo’. Al caer la noche, los soldados ataron a cada una de las aves un hilo con un pequeño trozo de azufre envuelto en trozos de tela y las liberaron para que volvieran a sus nidos. La ciudad entera se consumió en llamas y los que sobrevivieron a tal incendio fueron ajusticiados a sangre fría.
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Lo más curioso de la figura histórica de Olga es que siglos después fue canonizada como santa, ya que fue la primera persona de la realeza de los pueblos eslavos que se convirtió a la fe ortodoxa. Lo hizo para firmar la paz con el emperador bizantino Constantino VII, dejándose bautizar en pleno centro de la capital del Imperio. Evidentemente, entre los pueblos eslavos ya habían penetrado muchas costumbres y creencias cristianas, pero esto sienta un antes y un después en la historia de los Rus, ya que la reina quiso educar a su hijo, Sviatoslav I a la confesión cristiana.
Expansiones a este y oeste: el reinado de Sviatoslav I
El reinado de Sviatoslav I arranca con sus flamantes victorias contra los jázaros, situados al este del territorio ocupado por los Rus, habiendo sido durante años una de las grandes potencias de esa zona de Europa. En juego estaba tomar la ruta comercial del río Volga, y cuando antes estas tribus habían impuesto tributos a los eslavos, ahora fueron los rus los que exigieron a su población que financiasen sus gastos y empresas militares. «Los rus atacaron y en las ramas no quedaron ni toronjas ni uvas, ni una sola hoja», fue una de las frases populares que quedan hoy en día del asalto a Atil, la capital jázara. Años más tarde, el rey también decide conquistar los territorios búlgaros, ampliando la federación de este a oeste en el continente europeo.
Y, de nuevo, arrancó una nueva guerra contra el Imperio Bizantino, tal vez el único que podía vencerles. En el año 969, dividió su reino en tres regiones, cada cual regido por uno de sus hijos. Por su parte, el emperador Nicéforo, en Constantinopla, murió tras ser destronado y asesinado por Juan Tzimisces, quien a su vez declaró la guerra a Sviatoslav por su invasión de Bulgaria. Una de las batallas que más se recuerdan es la que tuvo lugar en la ciudad de Adrianópolis en 970, donde las tropas bizantinas obligaron a los rus a retroceder en el mapa, volviendo al oeste del río Dniéper.
El rey rus murió dos años después, asesinado por la tribu de los pechenegos en una emboscada, quienes antaño le habrían apoyado en las conquistas de Jazaria y Bulgaria y en las batallas contra el Imperio Bizantino. Fue entonces cuando recae el mando en su hijo, Vladimir el Grande, que disputándose el trono con sus otros dos hermanos en una serie de conspiraciones urdidas con el rey noruego Hakon Sigurdsson, asciende al poder convirtiéndose en el primer gran rey de lo que luego evolucionará hacia el Estado ruso.
El apogeo y decadencia de la Rus de Kiev
Vladimir quedaría asombrado por la cultura cristinana, al igual que su abuela Olga, y terminaría por llevar el culto ortodoxo a la Rus de Kiev con su matrimonio con la princesa Ana, hermana del emperador bizantino Basilio II. Aunque al inicio causó recelos entre la población, los avances políticos y culturales que trajo la conversión del paganismo al cristianismo provocó que las tribus eslavas empezaran a producir su propia literatura. Su descendencia mantuvo el orden y amplió sus fronteras sobre todo al oeste y norte, creando varios principados y centros regionales. Yaroslav I el Sabio, hijo de Vladimir, fue el rey más importante. Sin embargo, gobernar un territorio tan amplio se hizo sumamente difícil, lo que desembocó en varias guerras civiles y regionales, además de declaraciones de independencia como la de la República de Nóvgorod, al norte.
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El fin de la Rus de Kiev viene marcado por el auge de las Cruzadas, que empiezan a conquistar territorios por el sur y el este en los inicios del siglo XIII. Pero su punto final vendría de la mano de otro de los grandes imperios de la historia: los mongoles, los cuales llegaron a ocupar buena parte del continente asiático, desde su extremo oriental hasta el territorio de los Rus. Sus principales líderes y héroes fueron Batú Kan y Subotai, que lideraron un ejército imbecible de arqueros a caballo, entrando por la frontera del Volga. Una vez conquistados los territorios, los mongoles establecieron su capital junto a este mismo río, y la llamaron Sarai. A la región occidental de su imperio la bautizaron como la Horda de Horo. Kiev cayó, pero otros principados consiguieron salir adelante y resistir, como la República de Nóvgorod, primera capital histórica del asentamiento de los rus.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-03-01/rus-de-kiev-historia-ucrania-rusia-varegos_3383363/