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CIUDAD DE MÉXICO, 27 mayo (Reuters) – En el apogeo de la pandemia de COVID-19, la entonces alcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, se aseguró de ponerse siempre una mascarilla y recomendó firmemente que otros también lo hicieran mientras el virus devastaba México.
Por el contrario, su patrocinador político, el presidente Andrés Manuel López Obrador, se negó a usar mascarilla, incluso después de enfermarse, de acuerdo con las directrices de su gobierno que no exigían el uso de mascarillas. México sufrió la quinta peor cifra de muertes por COVID-19 en el mundo.
Esa diferencia entre el presidente y Sheinbaum, el firme favorito para ganar las elecciones presidenciales mexicanas del 2 de junio, fue vista por algunos como un punto de tensión y un pequeño acto de rebelión contra su mentor, que por ley no puede presentarse a la reelección. Sheinbaum lo negó y dijo que ambos eran parte del mismo «proyecto» para transformar el país.
Pero personas cercanas a Sheinbaum citan esta anécdota como un ejemplo de cómo la ex científica no gobernará como una «títere» de López Obrador, como afirman sus oponentes políticos.
En cambio, dicen, se desviará en temas clave como el medio ambiente y la energía, la seguridad e incluso la corrupción, manteniendo al mismo tiempo la visión económica principalmente estatal y los programas clave de bienestar del presidente.
«Tienen una relación de colaboración, no es de sumisión», dijo un miembro del equipo de Sheinbaum, que habló bajo condición de anonimato.
«Es muy injusto que digan que será una marioneta porque en los cinco años de gobernar la Ciudad de México le hizo cosas totalmente diferentes al presidente», agregó, citando inversiones en rutas de autobuses y trenes eléctricos y la instalación de paneles solares.
Sheinbaum ha llevado a cabo una campaña cautelosa, cuidando de no criticar a López Obrador, una figura descomunal y polarizadora que es a la vez su mentor y la fuente de gran parte de su apoyo electoral.
La falta de detalles sobre sus planes de gobierno también le ha sido útil ante la clase media y la comunidad empresarial de México, que han tendido a proyectar sus esperanzas en un líder más moderado y pragmático.
Hasta qué punto se desviará de las políticas de López Obrador es una de las cuestiones clave de cara a las elecciones, seguidas de cerca por los inversores después de que López Obrador excluyó en gran medida a las empresas privadas de partes clave de la economía, como la generación de energía.
ACTO DE EQUILIBRIO
Los analistas dicen que Sheinbaum enfrenta un delicado acto de equilibrio entre sus propios objetivos políticos y mantener el legado de López Obrador, quien ejerce una influencia considerable en el partido gobernante MORENA.
«Si gana tendrá una lucha interna entre su lealtad genuina a López Obrador y su realidad de no tener su propio capital político porque no tiene su fuerza», dijo Agustín Basave, político, académico y excongresista, quien recientemente presidió el izquierdista Partido de la Revolución Democrática.
«Los primeros años de su gobierno podrían ser limitados», añadió Basave, diciendo que López Obrador probablemente ejercerá influencia detrás de escena en lugar de públicamente.
En una pista sobre la continua influencia de López Obrador, Sheinbaum ha indicado que varios de sus altos funcionarios permanecerán en sus puestos si ella asume el cargo, incluido el ministro de Finanzas, Rogelio Ramírez de la O.
Dos fuentes cercanas al bando de Sheinbaum dicen que es probable que el ex ministro de Relaciones Exteriores de López Obrador, Marcelo Ebrard, así como la actual secretaria de Seguridad, Rosa Rodríguez, sigan siendo actores clave. Los analistas señalan que la ministra del Interior, Luisa Alcalde, y la secretaria de Economía, Raquel Buenrrostro, también siguen siendo importantes.
Otro indicio de las expectativas de López Obrador para la administración de Sheinbaum, dicen los analistas, es el paquete de ambiciosas reformas constitucionales que propuso en febrero sabiendo que casi no tenían posibilidades de ser aprobadas durante su mandato. Fueron un modelo para su administración, dicen los analistas.
Sheinbaum, por su parte, descartó especulaciones sobre que habría un «teléfono rojo» para recibir instrucciones de López Obrador.
«Yo soy la que va a gobernar», afirmó.
Información de Ana Isabel Martínez, información adicional de Diego Ore, redacción de Drazen Jorgic, edición de Stephen Eisenhammer y Alistair Bell