Los científicos creen que han descifrado el secreto del envejecimiento estudiando genes de humanos, ratones, ratas y peces pequeños. Descubrieron un sutil desequilibrio genético que puede acelerar el envejecimiento
SARAH ROMERO / ALIMENTE+
Un equipo de investigadores de la Universidad Northwestern (Estados Unidos) ha descubierto, gracias al uso de inteligencia artificial para analizar datos de una amplia variedad de tejidos tanto de humanos, ratones, ratas y peces (killis), un mecanismo previamente desconocido que impulsa los procesos de envejecimiento: la longitud del ADN estaba directamente relacionada con la edad biológica.
Los científicos identificaron que la longitud de los genes era capaz de explicar la mayoría de los cambios a nivel molecular que ocurren durante el proceso de envejecimiento.
Equilibrio genético
Todas las células deben equilibrar la actividad de los genes largos y cortos. Los investigadores encontraron que los genes más largos están relacionados con una vida más larga, y los genes más cortos lo están con una vida más corta. También hallaron que los genes del envejecimiento cambian su actividad según la longitud. Más específicamente, el envejecimiento se acompaña de un cambio en la actividad hacia genes cortos. Esto hace que la actividad de los genes en las células se desequilibre. Sin embargo, para un gen individual, los cambios son tan pequeños que resultan insignificantes. Probablemente es por eso que han pasado desapercibidos hasta ahora.
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La longitud de un gen se basa en el número de nucleótidos que contiene. Cada cadena de nucleótidos se traduce en un aminoácido, formando una proteína. Por lo tanto, un gen muy largo produce una proteína grande y un gen corto produce una proteína pequeña.
Genes más largos, vida más larga
Los investigadores analizaron los datos genéticos de varios grandes conjuntos de datos, incluido el Proyecto de Expresión de Genotipos y Tejidos, un banco de tejidos financiado por los Institutos Nacionales de la Salud que archiva muestras de donantes humanos con fines de investigación. En todos los animales, los investigadores notaron cambios sutiles en miles de genes diferentes en las muestras. ¿Y en los humanos? Observaron los cambios en los genes humanos de los 30 a los 49 años, de los 50 a los 69 y luego de los 70 años o más. Los cambios medibles en la actividad de los genes de acuerdo con su longitud ya tuvieron lugar cuando los humanos alcanzaron la mediana edad, exponen los expertos.
Lo curioso fue que este fenómeno en la actividad de los genes era casi universal y abarcaba no solo varias especies animales, incluidos los humanos, sino también una gran variedad de tejidos de sangre, músculos, huesos y órganos como el hígado, el corazón, los intestinos, el cerebro y los pulmones.
«Los cambios en la actividad de los genes son muy muy pequeños, y estos pequeños cambios involucran a miles de genes», comentó Thomas Stoeger, experto en Ingeniería Química y Biológica de Northwestern y autor principal del estudio que publica la revista Nature Aging. “Encontramos que este cambio fue consistente en diferentes tejidos y en diferentes animales. Lo encontramos en casi todas partes. Me parece muy elegante que un solo principio relativamente conciso parezca dar cuenta de casi todos los cambios en la actividad de los genes que ocurren en los animales a medida que envejecen”.
Genes más cortos, vida más corta
Así, a medida que un individuo envejece, los genes cortos se vuelven más una tendencia dominante. Cuando somos jóvenes, nuestras células son capaces de contrarrestar las perturbaciones que conducirían a un desequilibrio en la actividad de los genes, pero llega un momento en el que las células ya no pueden hacer nada al respecto. Con ello, los transcriptomas más cortos proliferan con la edad, apuntan los investigadores.
«El desequilibrio de los genes causa el envejecimiento porque las células y los organismos trabajan para mantenerse equilibrados, lo que los médicos denominan homeostasis», agregó Luís A.N. Amaral, profesor de Ingeniería Química y Biológica de la misma universidad.
Actualmente, los medicamentos se enfocan en los síntomas en lugar de las causas del envejecimiento, lo que, según los expertos de Northwestern, es como usar analgésicos para reducir la fiebre. Creen que si pueden secuestrar este mecanismo, estos hallazgos podrían abrir nuevos caminos para el desarrollo de terapias que podrían retrasar o incluso revertir el envejecimiento.