Los ‘best sellers’ han crecido en más de 150 páginas en lo que va de siglo. El éxito de la novela de género y la sensación de que un tocho ofrece más por el mismo precio explican este repentino estirón del 35%
LUIS ALEMANY / Madrid / EL MUNDO
Último tercio del siglo XIX: Guerra y paz (1867) tiene 1.225 páginas; Anna Karenina (1877), 1041; y La regenta (1844), 988.
Primera mitad del siglo XX: El gran Gatsby (1925) se queda en 218; San Manuel Bueno, mártir (1931), en 176; y El viejo y el mar (1951), en 127.
Segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días: El nombre de la rosa (1980) llegó a 535 páginas y fue el best seller que creo el molde de nuestro tiempo. La broma infinita (1996) de David Foster Wallace tiene más de 1.200 páginas. Y, entre nuestros contemporáneos, Stephen King, Haruki Murakami, Ken Follett y Santiago Posteguillo han escrito una o más novelas de más de 1.100 páginas.
Se puede intuir un patrón, incluso una teoría histórico/económica: las novelas de la segunda mitad del siglo XIX fueron muy largas porque se publicaban por entregas; las de la primera mitad del siglo XIX, se volvieron breves porque el dinero entró en la literatura a través de las revistas estadounidenses que publicaban relatos. Y, a partir de los años 60, las novelas volvieron a ensanchar por dos razones: primero, porque los costes industriales redujeron su impacto en el precio final; y, segundo, porque los grandes almacenes y, después, los supermercados se convirtieron en los grandes vendedores de libros.
La literatura, así, descubrió la lógica mercantil de «cuanto más grande mejor». Los lectores empezaron a pensar que un libro de 700 páginas que cuesta 22 euros es una inversión mejor que un libro de 300 páginas a 19 euros. Nadie lo dirá así, expresamente, pero, en el fondo, esas cosas pesan.
La interpretación está expuesta en Novels and novellas and tomes, Oh my!, un artículo académico del escritor estadounidense Lincoln Michel que sostiene que nunca antes se habían publicado tantas novelas larguísimas. ¿Es así? Si se consideran las 28 novelas más vendidas en España entre 2015 y 2020 según la consultora Nielsen, la extensión media es de 538,32 páginas por título (algunas particularidades metodológicas: los libros infantiles del tipo de Los Futbolísimos están excluidos, mientras que Harry Potter y el legado maldito, escrita como obra de teatro pero leída como novela, está en la lista).
O sea, muchísimo, si se tiene en cuenta que las 10 novelas más vendidas en mayo de 2001, hace 20 años, medían 399,2 páginas y que las de hace 20, en mayo de 1991, tenían 383,5 páginas de media (la fuente es la hemeroteca del diario ABC). Es decir, en apenas dos décadas, el best seller medio ha crecido un 35%.
Si indagamos en la lista del periodo 2015-2020, encontramos novelas de 950 páginas (El laberinto de los espíritus, de Carlos Ruiz Zafón) y de 1.154 (La legión perdida, de Santiago Posteguillo). Pero lo más sorprendente es que hay muy pocas novelas breves. Sólo seis de las 28 tienen menos de 400 páginas: Harry Potter y el legado maldito, Falcó de Reverte, Los besos en el pan de Almudena Grandes, Cinco esquinas, de Mario Vargas Llosa, El secreto de la mano extraviada de Eduardo Mendoza, y Olvidé decirte quiero de Mónica Carrillo.
«Yo llevo desde el año 2000 haciendo libros y no me había dado cuenta de que las novelas creciesen tanto», explica Raquel Gisbert, editora de Planeta. «En cambio, esa medida de 538 páginas me parece, a simple vista, correcta. Le diría que es una extensión normal para una novela comercial». ¿A qué se debe esto? «Yo creo que tiene que ver con el éxito de la novela histórica y de la fantástica. Con la novela de género en general. Una novela histórica, igual que una utopía, requiere crear un universo y eso come páginas. Pero es que incluso la novela criminal, que era corta y que también era un género con buenas ventas, creció mucho a partir de los libros de Stieg Larsson».
Las entregas de la saga Millennium oscilaban entre las 600 y las 760 páginas. Sus secuelas de encargo han reducido su extensión a 600 páginas.
La teoría de Gisbert es que no hay un interés mercantil en alargar los libros. «Lo que manda es el valor del texto y si una novela está bien con 300 páginas, no vamos a forzar nada para alargarla», sostiene la editora de Planeta. Su colega David Trías, de Plaza&Janés, tiene la misma experiencia. «Aunque sé que hay editores de novela histórica que fuerzan para ampliar los libros», puntualiza.
Carmen Fernández de Blas, de La Esfera de los Libros, añade un matiz: «El libro de mucho tamaño tiene la ventaja de que es muy llamativo en el punto de venta. Pero creo que, a partir de las 600 páginas, la extensión de las novelas va en contra de sus posibilidades comerciales. Y a partir de las 900, da problemas materiales. Empieza a ser difícil que el lomo aguante. Eso no quita para que yo me encuentre a veces con libros que están artificialmente ampliados: llevan márgenes más grandes, un interlineado mayor y se ponen en 500 páginas cuando no deberían de llegar ni a 300».
Un cálculo: en España, los libros que se publican en 2021 suelen tener entre 1.500 y 2.400 caracteres por página. Es decir, un 60% de diferencia y eso sin contar con las barbaridades.
Los estudios de mercado recomiendan eso: los lectores quieren más páginas con menos caracteres y más fáciles de leer, aunque sean más pesados de cargar. «En España existe la peculiaridad de que el libro ha sido un objeto que se ha regalado mucho. Mucho más que en otros países», explica Trías. «Y cuando hacemos un regalo, a todos nos gusta que sea grande y vistoso. Eso ha fomentado también la extensión de las novelas, pero ha dificultado su exportación. Las traducciones se vuelven muy caras y las ventas en América Latina, con un nivel de renta más bajo, se vuelven difíciles. Cuando hablo con colegas extranjeros siempre comentan que los libros españoles son enormes».
Eva Cosculluela, la librera de la añorada Portadores de Sueños de Zaragoza, hoy empleada en la plataforma de librerías en red Bookshop.org, asegura que los ejemplares muy largos «se vendían mucho mejor en tiempos de crisis». «Aunque fuese inconscientemente, el cliente pensaba en lo que iba a recibir a cambio de su dinero: ¿10 horas o 17?», dice. «También creo que hay un lector habitual que no piensa en eso, que busca la intensidad de la lectura más que la extensión y que, al contrario, es impaciente. Cuando está medio leída una novela ya tiene ganas de pasar a la siguiente».
En el fondo, Cosculluela plantea un sesgo nuevo: la llamada novela literaria, la que no es ni romántica ni histórica, ni criminal ni de ciencia ficción… conserva un nicho de público que es amplio pero ya no es mayoritario. Y es esa novela literaria la que se expresa bien en 300 páginas. No es casualidad que Rowling, Grandes, Mendoza, Vargas Llosa y Pérez Reverte, veteranos todos del siglo XX, firmen algunos de los libros más breves en la lista de las novelas más vendidas.
Y los autores, ¿qué dicen? «Los editores me piden que intente ser más breve, pero después, cuando entramos en el proceso de edición, lo que me sugieren es que añada un capítulo aquí para desarrollar a un personaje o para hacer una transición más suave… y entonces, el libro llega a 1.100 páginas», dice Santiago Posteguillo, autor de maratones como Circo máximo o Los asesinos del emperador, de más de 1.200 páginas cada uno. «Para los lectores, la relación es ambigua. Quienes ya me han leído, me dicen que los libros se les hacen corto, que hubieran seguido 300 páginas más. Sé que los nuevos se sienten intimidados a veces».
«Yo, de vez en cuando, me veo en la Feria del Libro, firmando ejemplares al lado de un colega que vende sus libros de 400 páginas y no sé si he hecho un poco el idiota por escribir tanto, por hacer un esfuerzo tan grande», explica Marcos Chicot, autor de las 944 páginas de El asesinato de Platón. «Una novela de 900 páginas no lleva el triple de trabajo que una de 300. Lleva 10 veces más trabajo y sufrimiento. En mi caso, hacer novelas tan largas fue algo natural. Empecé con libros cortos. Después, dejé mi trabajo y me puse a escribir; dediqué dos años a El asesinato de Pitágoras. Llegué a tener tanta información, un mapa tan amplio de la realidad que quería contar que cómo no iba a dedicarle una extensión larga. Necesitaba páginas para reconstruir un mundo, para ir hasta el fondo con el personaje. Podría haber hecho tres novelas de 300 páginas pero no hubiese sido lo mismo».
La superventas Megan Maxwell aporta el punto de vista de su público: «A mí me ha ocurrido que estreno un libro en las plataformas digitales a las 12 de la noche y, a la mañana siguiente, ya tengo lectoras que lo han terminado y que me dicen que les ha parecido corto. ¿Por qué escribo largo? No lo sé, tengo mucho rollo. Y, como lectora, siempre me gustaron los novelones largos».
Sólo queda especular con el futuro. La hipótesis de Lincoln Michel es que la novela corta regresará en el siglo XXI: el tiempo sincopado de las redes sociales y de las series en streaming se lleva bien con los textos breves. Por eso, las nouvelles de 100 páginas, habituales en América Latina pero hasta ahora rarísimas en EEUU, han vuelto a aparecer en las librerías de su país en los últimos años.
«Yo soy escéptico con eso», opina Posteguillo. «Si el libro merece sobrevivir entre tanta oferta de entretenimiento es porque permite una forma de pensamiento y de placer que no está en las redes sociales ni en las series ni en ningún otro sitio. Hay una gratificación diferente en la concentración y en la reflexión que abre una novela buena, ya sea de 200 páginas o de 900»,
En el mercado español ya hay nuevas colecciones libros breves: Random House tiene una colección de biografías urgentes, Turner publica una colección llamada Historias mínimas y Anagrama edita desde 2015 una serie de ensayos de menos de 100 páginas. «A veces son panfletos, a veces crónicas, a veces ensayos breves», explica la editora Isabel Obiols. «El motivo para editar tan corto tiene que ver con la agilidad. Queríamos participar en el debate público en un momento de mucha inquietud y necesitábamos acortar los tiempos del libro. Pero estamos contentos, hay títulos que han tenido eco. Tenemos algún longseller, incluso».
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/2021/05/26/60acd118e4d4d8d5078b45af.html