La cantidad de geoglifos descubiertos, casi tantos como los hallados durante el último siglo, permite a sus descubridores explicar qué funciones tenían
Miguel Ángel Criado / Materia
Con la ayuda de un sistema de inteligencia artificial (IA), un grupo de arqueólogos han descubierto en unos meses casi tantos geoglifos en el desierto de Nazca (Perú) como los hallados en el último siglo. La gran cantidad de nuevas figuras ha permitido a sus descubridores diferenciar entre dos grandes tipos y ofrecer una explicación sobre los posibles motivos o funciones que llevaron a sus creadores hace más de 2.000 años a dibujarlas sobre la tierra.
El desierto de Nazca, con una extensión de unos 500 kilómetros cuadrados y a 500 metros de altura media, cuenta con unas condiciones climáticas muy especiales. Apenas llueve, el aire caliente bloquea el viento y la tierra tan seca ha impedido el desarrollo de la agricultura o la ganadería. Combinado, todo esto ha permitido que una serie de líneas y figuras, formadas apilando y alineando guijarros y cantos, se conserven durante siglos. La primera capa del suelo está formada por un manto de pequeñas piedras rojizas que, al levantarlas, dejan al descubierto una segunda capa amarillenta. Esa diferencia de color está en la base de los geoglifos y es la que aprovecharon para crearlos en la antigua civilización de Nazca. Unos son líneas rectas de varios kilómetros. Otros son formas geométricas o figuras también rectilíneas, con una longitud enorme, de una media de 90 metros. El otro gran grupo, son los llamados geoglifos de tipo relieve, más pequeños. En los años 30 del siglo pasado, aviadores peruanos descubrieron los primeros y hasta acabar la centuria se identificaron algo más de un centenar, como el colibrí, la rana o la ballena. Desde 2004, apoyados en imágenes por satélite de alta resolución, arqueólogos japoneses han ido encontrando 318 más, casi todos geoglifos de relieve. El mismo equipo, liderado por el científico de la Universidad de Yamagata (Japón), Masato Sakai, han descubierto 303 nuevos geoglifos en una única campaña. Eso sí, apoyados en la inteligencia artificial.
“Acelera el proceso de descubrimiento”, reconoce Sakai cuando se le pregunta por la ventaja que aporta la inteligencia artificial. “La pampa de Nazca es una vasta área que cubre más de 400 kilómetros cuadrados y no se ha realizado ningún estudio exhaustivo”, recuerda el científico japonés. Solo la parte norte, donde se concentran los grandes geoglifos lineales, “ha sido estudiada de manera relativamente intensiva”, añade. Pero en el resto del desierto hay desperdigadas muchas figuras de tipo relieve que son más pequeñas y que el paso del tiempo ha hecho más difícil detectar.
Convencidos de que había muchos más, Sakai y su equipo contactaron con la división de inteligencia artificial de IBM, de donde salió el sistema Watson. Tenían imágenes de alta resolución obtenida desde aviones o satélites de todo Nazca, pero con una resolución de hasta unos pocos centímetros por píxel, el ojo humano habría necesitado años, si no décadas, para analizar todos los datos. Ese trabajo se lo dejaron al sistema de IA. Aunque no fue fácil entrenar su visión artificial (ver comparación abajo) con tan pocas imágenes previas y tan diferentes unas de otras, la máquina propuso 1.309 candidatos. La cifra provenía de una selección previa también realizada por la IA con 36 imágenes para cada candidato. Con esta selección, los investigadores realizaron una expedición sobre el terreno entre septiembre de 2022 y febrero de 2023. El resultado, como cuentan en la revista científica PNAS, son 303 nuevos geoglifos añadidos a este patrimonio cultural de la humanidad. Todos son de tipo relieve.
Las nuevas formas descubiertas elevan la cifra total hallada en Nazca a 50 formas creadas con grandes líneas y 683 geoglifos de relieve, tanto geométricos como formando figuras. La gran cantidad acumulada ha permitido a los autores de este trabajo detectar patrones y diferencias. Casi todos los primeros (el mono, el cóndor, el cactus…) representan motivos silvestres, de animales salvajes o plantas. Sin embargo, entre los segundos, casi el 82% muestran elementos humanos o modificados por ellos (humanoides, animales domesticados, como llamas, y muchas cabezas decapitadas, hasta el 33% del total). “Son partes de escenas de sacrificios humanos”, cuenta Sakai.
La ubicación de estas cabezas cortadas y de casi todos los demás geoglifos de relieve da otra pista, en este caso sobre su función. La acumulación de datos que ha permitido este trabajo saca a la luz una doble conexión. Por un lado, estas formas de tipo relieve se encuentran a pocos metros de uno de los muchos senderos que atraviesan el desierto. No son calzadas, sino caminos creados por el paso de gente hasta que se crea una senda. Según los autores del estudio, estas creaciones se hicieron para que fueran vistas por los caminantes. Por el otro lado, las grandes figuras lineales, aparecen muy cerca, también a metros, de una de las muchas líneas rectas que cortan la pampa. Aquí, según Sakai, manda el valor simbólico: “Los geoglifos de tipo línea se encuentran dibujados en los puntos de inicio y fin de la ruta de peregrinación al centro ceremonial Cahuachi. Fueron espacios ceremoniales con formas de animales y otras figuras. Mientras, los geoglifos de tipo relieve se pueden observar al caminar por los senderos”. Cahuachi fue la sede del poder espiritual de la cultura Nazca entre el siglo anterior al de esta era y el año 500 de esta era y, para los autores, las grandes formas podrían ser paradas ceremoniales en el peregrinaje hasta o desde allí.
Estas explicaciones no tienen por qué descartar, según los autores, otras posibles funciones que se han atribuido a las líneas y figuras de Nazca, como calendarios, mapas astronómicos o incluso, sistemas de captación de la poca agua que caía. De lo que sí están seguros es que la inteligencia artificial puede revolucionar la arqueología, como ha hecho con Nazca.