Así desafía al Vaticano gran parte de la masonería en España. Uno de los que accede a hablar ha pasado parte de su larga carrera entre cardenales en Roma
LUIGI BENEDICTO BORGES / CRÓNICA
Ser católico y masón es «incompatible» y quienes estén inscritos en logias se encuentran «en estado de pecado grave». Así lo ha aclarado el Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano el pasado 13 de noviembre, en respuesta al obispo de Dumanguete (Filipinas) y con la aprobación del Papa Francisco. Veinte años atrás, Benedicto XVI hizo lo propio. Y en 1983, Juan Pablo II. «He sido monje benedictino. De hecho, me inicié en la masonería siéndolo. Y la Iglesia siempre ha tenido su doble rasero con la masonería», explica el venerable Maestro de la Respetable Logia Ceres de Talavera de la Reina, de nombre simbólico Perdurabo, quien abre las puertas de su templo masónico a Crónica.
A Perdurabo le viene rápidamente a la mente la situación de un amigo, quien fuera alto cargo de una institución jurídica de ámbito estatal, que «siempre está con el tema de ‘¿por qué a mí la Iglesia no me acepta?’». «Hay muchos masones cristianos y católicos que están realmente muy preocupados por el tema de ‘soy católico, creyente, practicante de todos los domingos ir a misa y supuestamente la Iglesia dice que yo voy a ir al Infierno’. El Vaticano tiene que aceptar que la masonería no es su enemiga», manifiesta con calma, de forma reflexiva, como si meditase cada palabra que fuera a pronunciar.
Aparte de monje, fue sacerdote. También trabajó como «humilde transcriptor» en los Archivos Vaticanos. Por eso le duele tener que señalar a la que fue su casa. Pero siente que no le queda otra: «La Iglesia sigue queriendo borregos, tener gente a la que poder controlar. Y la masonería lo que te dice es que seas libre. Sus divisas son libertad, igualdad y fraternidad, que van prácticamente en contra con la idea de la Iglesia, tal como está preconcebida. No contra el mensaje de Jesús, sino contra el de la Iglesia».
En España, a diferencia de Francia, Inglaterra o Portugal, la masonería no sólo es señalada por la Iglesia, sino que carga con las connotaciones negativas de la dictadura. Franco sintió una enorme aversión personal hacia ella, a la que consideraba uno de sus grandes enemigos. Para él, el «contubernio judeo-masónico» era responsable de todos los males del mundo moderno, como atestigua que la incluyera en su último baño de masas. El 1 de octubre de 1975, en la Plaza de Oriente de Madrid, el dictador se acordó de las logias en el último discurso de su vida: «Todo lo que en España y en Europa se ha armado obedece a una conspiración masónica izquierdista», exclamó. «La masonería aquí no es fácil, nunca lo ha sido. En otros países, es una organización muy respetada aquí cuesta. Lo del contubernio ha calado en la sociedad y no está vista como una escuela de conocimiento, sino como algo diabólico», lamenta Perdurabo.
Ese es uno de los motivos por el que los masones son extremadamente prudentes en sus declaraciones públicas. Aunque dicen «no ser secretos, sino discretos», no es habitual que atiendan a los medios de comunicación. Y menos aún dando la cara, con sus nombres y apellidos. Junto con Perdurabo, Crónica logra hablar con cuatro masones de cuatro logias distintas, pertenecientes a tres obediencias diferentes.
MENTALIDAD ARCAICA
«La declaración vaticana parte un poco de una mentalidad católica que a estas alturas del siglo XXI me parece un arcaica», asegura Javier Otaola. Alumno de los jesuitas, cursó sus estudios en la Universidad de Deusto, fundada también por la Compañía de Jesús. Ejerció como abogado de los Colegios de Bilbao, Vitoria y Madrid, fue profesor de Derecho de la Academia de la Ertzaintza y Gran Maestro de la Gran Logia Simbólica Española entre 1997 y 2000.
La prohibición de que un fiel pertenezca a la masonería «le recuerda un poco a aquel antiguo índice que había de los libros prohibidos en el que se recomendaba lo que se podía leer y lo que no», asegura. «Seguramente si al Vaticano le preguntaran si es compatible pertenecer al Partido Socialista y a la Iglesia, se vería obligado a decir también que no. No te digo nada del Partido Comunista, Herri Batasuna…», añade con sorna el también escritor de novela negra, miembro del Supremo Consejo Masónico de España 33º y cofundador de las Logias Manuel Iradier (Vitoria-Gasteiz), Ariadna (Sevilla) y Theorema (Logia de Estudios).
Para Otaola, la actuación vaticana «es grave», pero considera que socialmente «tiene un eco muy distinto al que podría tener en otros tiempos». «A mí personalmente como ciudadano español del año 2023 me parece un poco autoritaria y poco respetuosa con la autonomía personal de un católico romano adulto que hoy puede votar a un partido de izquierdas y afiliarse a cualquier cosa y no pide permiso al obispo», señala «desde fuera en este momento, como cristiano, pero no romano». Experto en teología luterana, le sorprende que a estas alturas «el catolicismo plantee en términos tan tajantes esa supuesta incompatibilidad, como si la masonería fuera una religión» y recuerda que precisamente él, con una larga formación católica «con Loyola y sus discípulos», acabó acercándose al anglicismo estudiando ese punto. «Estoy perfectamente conforme con la tradición anglicana y me siento muy cómodo en mi tradición masónica. Ahí no hay ninguna incompatibilidad».
La pertenencia a la masonería ha sido condenada por diversos documentos de la Iglesia Católica desde el siglo XVII. Como bromean algunos masones, la curia «es muy franquista». La masonería nace en 1717 y ya es señalada por el Papa Clemente XII en 1738. En 1821, Pío VII ordena que los francmasones sean excomulgados por sus conspiraciones contra la Iglesia y el Estado. En 1974, la Congregación para la Doctrina de la Fe contesta a una consulta del cardenal John Krol, arzobispo de Filadelfia, dando a entender que sólo habría excomunión para los masones que conspiraran contra la Iglesia. Pero en 1983, el Prefecto Cardenal Joseph Ratzinger (futuro Benedicto XVI) emitió una Declaración sobre la masonería, aprobada por Juan Pablo II que confirmaba el juicio negativo sobre la masonería, así como la prohibición para los fieles católicos de afiliarse a las logias bajo la pena de caer en pecado grave y no poder comulgar.
DOS «ESCUELAS»
«La masonería en España se divide en dos grandes «escuelas», la liberal/adogmática y la regular/dogmática. Estos términos son controvertidos. «No gustan», pero son los utilizados por unos y por otros. De los 6.000 masones que se calculan que hay en nuestro país, 3.000 pertenecen a la Gran Logia de España (GLE) -exige para ser masón ser hombre y creer en un Dios revelado- y el resto a otras cuatro obediencias de corte más liberal.
«Sorprende un poco el inmovilismo. Y, en general, se esperaría más de un Papa aperturista. Se ha llegado a comentar, hay rumores, de que se está debatiendo sobre la pertenencia de la mujer dentro de la Iglesia. De la posibilidad de que puedan llegar a ordenarse. Por lo menos se habla del tema. No se entiende que en algunos asuntos haya esa apertura y en otros tal cerrazón». Habla Jesús López, presidente de la asociación masónica Utopia 6017 y miembro de una Logia del Gran Oriente de Francia.
En ella «no se le pregunta a nadie si cree o no cree». Quien lo revela «es a título personal, porque algún hermano te dice ‘pues voy a misa cada semana’, otro te comenta ‘no voy a misa nunca’, otro ‘soy ateo practicante’ y hasta tenemos alguno que es satanista. Él se ríe mucho de que la Iglesia esté tan enraizada en la misma postura».
De forma similar se manifiesta Mar Sánchez, Gran Maestra de la Gran Logia Femenina. Atiende a Crónica desde Suiza, a donde acude a un importante encuentro masónico. «Pedimos que nos respeten como nosotros respetamos. Tolerancia y respeto al otro. Eso es lo fundamental», dice. En su logia hay «mucha gente que es creyente y católica», pero eso «forma parte de lo personal de cada una». No realizar proselitismo religioso ni político dentro del ámbito masónico es una de las máximas de su asociación. «La masonería ayuda a hacer ciudadanas, a pensar por nosotras mismas, ser librepensadoras. Por eso para todos los sistemas un poco dogmáticos o autárquicos no son muy favorables», sentencia.
SÓLO PARA CREYENTES
En la GLE, la más numerosa, la gran mayoría de sus miembros son católicos. Y aunque no lo sean, para entrar en ella se exige la creencia en un ser creador, supremo. Sus miembros posan bajo las siglas ALGDGADU: A La Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo. Francisco Javier Rivas es uno de ellos. Miembro del equipo de gobierno del Gran Maestro, lamenta que no haya evolución en la postura de la Iglesia. «La Iglesia Católica ya desde el siglo XVIII se ha manifestado muy en contra de la masonería. Creo que aquellos prejuicios previos se han mantenido, incluso en alguna ocasión se han acrecentado por vincularla con el judaísmo o con el ateísmo, con conspiraciones que entran dentro de lo mítico pero que en nada se corresponde con la realidad».
Rivas recuerda que durante el régimen franquista, el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo «encausó a más de 30.000 personas cuando entonces no formaban parte de la masonería más de 3 o 4 personas, así que imagínate el grado de obsesión que había contra nosotros. Pero bueno, es algo que vamos llevando con resignación. Y es una pena porque al final este desencuentro impide que nos conozcamos».
No obstante, entre los católicos de la GLE hay «relativa tranquilidad». «No hace muchos meses, este verano, ha habido contactos muy, muy cercanos de la masonería, la española y la internacional, con el Vaticano. Se mantiene esta especie de odio o de aversión histórica, pero poco a poco se van a se van abriendo puentes que al final se encontrarán». Y si no, lo tiene claro: «Nosotros no vamos a prohibir a los católicos entrar en la Gran Logia. Si creen que va a haber esa contraprestación, en absoluto», bromea.
La costumbre en la masonería que cuando un hermano muere se puede desvelar su identidad masónica. En el caso del ex ministro y primer presidente del Gobierno de Canarias, Jerónimo Saavedra, no hizo falta. Fallecido el pasado 22 de noviembre, nunca ocultó su condición de masón y la Gran Logia de España le otorgó la Medalla de Oro en 2022. Más controvertido es cuando el masón fallecido… es un religioso. «Ha habido hasta papas, caso de Juan XXIII o Pablo VI, que se iniciaron en Francia», sostiene Perdorubo, quien incluso da la especulación de que «el Papa Francisco se inició en la masonería en una logia de Buenos Aires. Pero eso en vida no lo vamos a saber».
Perdurabo usa túnica en sus rituales. Mientras coloca con mimo cada objeto del templo y cuida al detalle la simbología de cara a la tenida -reunión masónica- que tendrá lugar tres días después de hablar con Crónica, apura una última reflexión: «Por mucho que se diga que en nuestras filas hay gente muy poderosa y que hace mucho dinero, aquí en España puedo decir que somos pocos los que amasamos fortunas. Aunque alguno hay».
Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2023/11/28/656132a7fc6c8353058b45b9.html