Las costumbres de consumo evolucionan con el tiempo, reflejando cómo cada generación adapta sus prioridades y hábitos financieros a un contexto distinto

Christian Jiménez / Vanguardia
Contra el estereotipo de la juventud despreocupada, parte de la Generación Z está demostrando que sabe gestionar su dinero con una visión distinta. Crecieron en un entorno marcado por la crisis económica, la inflación y la digitalización, y han convertido las apps financieras, la inversión en plataformas accesibles y el consumo consciente en herramientas cotidianas.
Ali Zane es un destacado experto en reparación de crédito, con una trayectoria centrada en soluciones éticas, apoyo legal y educación financiera. En un reciente artículo en GoBankingRates, Zane ha reflexionado sobre la forma de gestionar las financias de esta generación: “A veces coincide y a veces es radicalmente diferente a la de las generaciones anteriores. La Generación Z ha revolucionado la gestión del dinero, combinando tecnología con practicidad de maneras que las generaciones anteriores rara vez imaginan”, empieza diciendo.

Hábitos financieros de la Generación Z
Presupuesto y seguimiento de gastos. Se trata de una practica que les permite tomar mejores decisiones financieras y evitar gastar más. Para ello recurren a herramientas digitales que les permiten controlar los gastos y establecer metas de ahorro.

Inversión, ahorro y empleo. La Generación Z cuenta con acceso a la educación financiera. Un estudio de YouGov reveló que el 42% de los jóvenes posee criptoactivos. También han aprendido a tener actividades freelance y trabajos secundarios. Otra de sus características es que priorizan el ahorro para el futuro, con fondos de emergencia o planes de jubilación.

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Tecnología aplicada a las finanzas. Cuentan con aplicaciones de inversión y alertas móviles para evitar retrasos en las facturas. Patrick McDermott, vicepresidente ejecutivo de Max Cash afirma que Generación Z dispone de todos los aspectos de sus finanzas cubiertos con solo unos toques en sus teléfonos móviles.
Fuente: La Vanguardia