Entre los antídotos para los monrealazos
Por José Ojeda Bustamante
En Julio de este año, a mitad de la gestión como presidente de la república, el presidente Andrés Manuel López Obrador, expresó que del lado de la autodenominada cuarta transformación que él encabeza existían perfiles capaces para sucederlo.
A saber, los siguientes; Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, como los más conocidos en sondeos de opinión, pero también mencionó a Juan Ramón de la Fuente, Tatiana Clouthier, Rocío Nahle, entre otros, como probables presidenciables.
El presidente, de manera deliberada en ese lenguaje simbólico donde los silencios a menudo están llenos de voces, como dijera la poeta Sor Juana Inés de la Cruz, omitió al líder del Senado, un político de origen zacatecano que al igual que AMLO ha pasado prácticamente toda su vida, navegando astutamente las aguas del sistema político mexicano y quien ha declarado en más de una ocasión que se visualiza en la boleta presidencial en ese ya no tan lejano 2024.
Monreal, ha hecho hincapié también, en una suerte de velada amenaza, que le gustaría estar en la boleta de manera preferente, como candidato de Morena, haciendo eco en la memoria colectiva de lo que hace más de 20 se le conoció como monrealazo en Zacatecas y que precisamente refirió un acto de rebeldía, cuando al negársele la candidatura a la gubernatura por el PRI, desfondó el partido en el cual militaba, decidió competir bajo las siglas del aún reciente PRD. Rebeldía que le sería bien recompensada ya que finalmente logró su cometido y gobernó su entidad a golpe de domar la terca realidad y un escenario adverso.
Hoy no se avizora un monrealazo, ya fueron superados en su momento, pero sí en el proceso sucesorio, se debe destacar que AMLO no puede heredar directamente sus simpatías, a partir de ello podemos mencionar tres elementos para el análisis:
Primero, que el presidente en efecto tiene un abanico de opciones que puede impulsar para que encabece la candidatura a sucederle.
A las cartas ya mencionadas y sin incluir nuevamente a Monreal, el desembarco a la nave de la 4T, de un político paisano del presidente, como el gobernador con licencia Adán Augusto, a la Secretaría de Gobernación manda el mensaje de facto, por la cartera que encabeza, que indirectamente también puede ser un fiel de la balanza, ya sea como actor directo o indirecto, pero sí algo definitorio.
Segundo, que el presidente claramente será el gran elector. Y lo será porque la legitimidad, que le confirió la ciudadanía a través del voto, le ha permitido, paradójicamente, pero en el marco de lo absolutamente legal, fortalecer el presidencialismo mexicano y sus facultades metaconstitucionales, así como reactivar los resortes de las reglas de la sucesión presidencial bajo la lógica de designio o descarte.
Es decir, impulsar por designio veladamente, a un candidato hasta el momento en que el reloj político indique las horas de la sucesión para ungirlo como se solía decir, o bien, que las circunstancias le orillen a finalmente impulsarlo, no al que en un inicio sea su candidato, el de sus afectos, sino aquel que por descarte le implique menores complicaciones y que le garantice la supervivencia de su proyecto transexenal o mejor dicho que pueda sostener su 4T.
En este sentido y volviendo al caso de Monreal, nada de inocente tuvo la reunión entre el senador hace unos días y el canciller Marcelo Ebrard en Zacatecas, en el marco del nombramiento del hermano, David como gobernador de la entidad del centro norte del país. Pareciera ya la reunión de establecer la frontera de los disensos y de los consensos de cara al 2024.
Monreal sabe que no será el candidato del presidente de manera natural, por ello fiel a su naturaleza buscar serlo por descarte. En el camino, claro hay aliados coyunturales y muchos más adversarios, es precisamente el papel que tiene un presidenciable, un natural juego de ajedrez que ha abierto el mismo presidente.
De manera tal que Ebrard y Monreal tejen una alianza coyuntural, sino para perjudicar, sí para limitar a otra candidata natural del presidente; la jefa de gobierno de la Ciudad de México Claudia Sheinbaum Pardo.
Puestas, así las cosas, sólo resta mencionar un tercer elemento, el más representativo, que ha de llamar la atención, por la renovada vigencia que ha tomado en el contexto de la vida pública que hoy nos acontece.
Se trata del papel y alianzas que el presidente está haciendo con los gobernadores a fines y antónimos a su partido; jefes de facto en las diferentes entidades federativas, con “bancadas legislativas”, con respectivas “estructuras políticas” y también “empresariales”, a la vez que con perfiles con las habilidades necesarias que requiere el presidente, para llevar a buen puerto las riendas de su proyecto de nación y de la gobernabilidad que busca para el país.
Me refiero con esto último a la propuesta que hace unos días hizo el presidente de Quirino Ordaz Coppel, gobernador, priísta prácticamente saliente del Estado de Sinaloa, como próximo embajador en España “codiciada embajada”, pero también miembro de una poderosa familiar empresarial del norteño estado mexicano. Y sin decir, ni mencionar a Corral, Murad u otro gobernador en su período de virtual epílogo; que destacaron en abonar más al proyecto del Presidente, que el suyo propio.
El presidente pues no sólo ha consolidado una estrategia con miras a consolidar su proyecto de nación, sino que busca generar las alianzas con los actores que lo considera pertinente para que, salvo que el azar le juegue una muy mala pasada, pueda dar continuidad al proyecto de nación que encabeza, evitando así cualquier atisbo o surgimiento de algún monrealazo extinto.
Le alcanzará al presidente ¿Para lograr su cometido? ¿La 4t será transexenal? ¿Se desfondan los partidos políticos opositores? Desde, las antípodas, ya lo veremos.
@ojedapepe