Será la elección más grande de la historia, pero también la de mayor complejidad, por ello es indispensable fortalecer al INE y demandar a los partidos una contienda que aleje todos los malos presagios.
JULIÁN ANDRADE / RED FORBES
Vamos a una elección muy complicada. Las condiciones de la pandemia no mejorarán en los próximos meses y es probable que las campañas y las votaciones se realicen en plena emergencia.
Será una prueba, y grande, para todos los involucrados y en particular para el INE, que tiene la misión de que las cosas salgan bien, que los votos cuenten y se cuenten y que ello ocurra en condiciones de libertad y con apego a las leyes.
La primera prueba será integrar las mesas directivas de casilla. Son los ciudadanos los que se encargan de ello y habrá que esperar que la respuesta de quienes pueden ser convocados sea solidaria con el momento que se vive. Nunca es sencillo y ahora menos.
Por fortuna, el INE cuenta con una amplia experiencia y con estructuras de profesionales que saben hacer lo que les corresponde. Esa reserva de legitimidad servirá mucho y puede hacer la diferencia.
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Por eso inquietan los ataques y las descalificaciones sistemáticas contra los consejeros, muchas de ellas animadas desde el propio gobierno y su partido. Se están dando un balazo en el pie, porque el que está en el poder es quien más requiere de la solidez de las instituciones y mucho más en momentos de incertidumbre.
Los partidos tienen una responsabilidad indudable, ya que a ellos corresponde el generar un proceso de altura que anime a la discusión y la participación. Tendrán que realizar campañas en una situación inédita, en la que las movilizaciones estarán restringidas y es muy probable que la alternativa, ahora sí, sea la de explicar con claridad lo que se pretende y propone.
Sería terrible que las cosas se salgan de cauce y que entremos en una espiral de descalificaciones y litigios. Si bien la prudencia llama a que la integridad institucional se preserve, hay más de un grupo interesado en que esto no ocurra si los resultados no les favorecen.
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El horizonte, hay que admitirlo, luce sombrío, pero los malos presagios no tienen que cumplirse. Al contrario, la política dota de todas las herramientas para conjurar peligros y para transformar las crisis en oportunidades, la clave es que los involucrados estén dispuestos a trabajar de modo arduo para ello.
Hay muchos obstáculos, es verdad, ya que que está en juego en el 2021 es la continuidad de la 4T o la posibilidad de cambiar el rumbo, de ajustarlo desde el poder legislativo.
Esto eleva las presiones de la propia contienda, pero así hay que entender la dinámica democrática. El asunto, por supuesto, es que todos lo hagan y se acepte cualquier resultado, como en el 2018, o aún antes, desde que contamos con un sistema electoral sólido, democrático y confiable.
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Fuente: https://www.forbes.com.mx/red-forbes-la-eleccion-y-su-laberinto/