Mundo Insólito
El templo, construido a mediados del siglo XIX, cuenta con dos torres gemelas, de 43 metros de altura, terminadas en bulbos negros con ribetes dorados que recuerdan a las iglesias cristianas
SERGI RAMIS / Magazine
El edificio llama la atención desde lejos, pues sobresale sobre la silueta de los demás. Sus torres gemelas, de 43 metros de altura, terminadas en bulbos negros con ribetes dorados, desconciertan un poco, pues sería fácil pensar que se trata de una iglesia cristiana con sus campanarios. Pero solo hay que fijarse que las ventanas que rodean los relojes también mellizos dibujan estrellas de David con celosías pétreas. Ya no puede haber error, se trata de un templo judío. En concreto, el segundo mayor del mundo, tras el de Jerusalén, en Tierra Santa.
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Antes de la Segunda Guerra Mundial, Budapest tenía una importante comunidad judía, que constituía un 5% de la población total. Durante el conflicto, y gracias a que el gobierno era aliado del Eje, no sufrió las deportaciones y asesinatos masivos que se daban en el resto del continente. Pero tras la invasión alemana de 1944 las tropelías se incrementaron y los judíos casi llegaron a desaparecer.
Recuerdo de tan importante comunidad es el gran templo que recibe también los nombres de Dohány (por la calle en que se encuentra) o incluso sinagoga del Tabaco, pues ese es en húngaro el significado de la palabra dohány.
Además de por sus dimensiones, la Gran Sinagoga de Pest está levantada en un estilo acorde con las creencias de la escuela neóloga, una rama particular del judaísmo húngaro, que sintetiza elementos del judaísmo reformado y el ortodoxo.
La Gran Sinagoga se construyó en cinco años en la calle Dohány de Budapest y muchos se refieren a ella con ese nombre
Siempre rodeada de intensas medidas de seguridad, la visita al interior del templo está bien regulada. Abre seis días a la semana (respetando el sabbat) y permite acceder a las tres grandes naves que pueden acoger hasta 3.000 fieles a la vez. El aspecto es de gran palacio o incluso teatro, con laterales arcados y abalconados. El piso superior está reservado a las mujeres, mientras que los hombres se ubican en la planta baja.
Las espectaculares arañas que se descuelgan del techo y los ornamentos geométricos que adornan las paredes en tonos pastel refuerzan la imagen de sala de espectáculos. El impresionante órgano original, que cuenta con 5.000 tubos, ha sido tocado tanto por Franz Liszt (en el acto de inauguración del templo) como por Charles-Camille Saint-Saëns.
La explicación a por qué la Gran Sinagoga de Budapest tiene un aspecto tan ecléctico podría estar que su construcción fue encargada a un arquitecto católico, Ludwig Förster, que lo levantó en tan solo cinco años, entre 1854 y 1859. A la comunidad rabínica no le importaron las creencias del técnico vienés, que se permitió las referencias al cristianismo con las dos torres gemelas que distinguen el exterior del templo y el toque neoárabe del conjunto.
Además de la sala de oraciones, hay un museo judío que muestra sus usos y costumbres. Está muy mermado de su colección original, pues sufrió un llamativo robo en 1993, pero comunidades hebreas del resto del mundo donaron objetos para que no se resintiera el discurso. Anexo, hay un cementerio y el memorial en recuerdo al Holocausto levantado en 1991 y que tiene como elemento principal una escultura metálica que representa un sauce llorón.
Aunque el elevado precio de la entrada disuade a algunos turistas (27,10 euros la tarifa general), quienes apuestan por entrar aprecian la lección arquitectónica e histórica. Además, en el barrio hay otras dos sinagogas que completan la perspectiva.