EDITORIAL EL MUNDO
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, llegó al poder con un peligroso discurso por el que presentaba a su proyecto político como una especie de tercera vía entre el eje bolivariano y la democracia liberal, como si cupiera mantener la equidistancia entre uno y otro modelo. El tiempo no ha hecho sino acentuar el carácter populista del dirigente de una de las naciones más importantes de América y, lo que es mucho más grave aún, una deriva autoritaria sin freno. Con estas coordenadas hay que interpretar la última maniobra que López Obrador ha perpetrado contra el Instituto Nacional Electoral (INE), una importante institución independiente que podría tener sus días contados como principal órgano regulador de los diferentes comicios en México. El INE había intentado aplazar la consulta de revocación de mandato prevista para la próxima primavera por falta de fondos del organismo para que el proceso se pueda llevar a cabo con garantías. Y ello ha sido bien aprovechado por López Obrador para atacar con una campaña de descrédito en marcha nunca vista a la autoridad electoral -incluidas amenazas de todo tipo contra sus consejeros-, uno de los últimos reductos de independencia y autonomía en el país. No le duelen prendas al mandatario para erosionar la imagen de las instituciones que no controla, causando con ello una enorme quiebra en la calidad democrática ya tan maltrecha.
Cabe destacar que en este caso la consulta de revocación que coincide con la mitad del mandato presidencial de López Obrador está impulsada por él mismo a modo de artimaña propagandística para que las urnas ratifiquen la alta popularidad -de en torno al 60%- que hoy le reconocen las encuestas. De ahí que los partidos de la oposición consideren que la activación de este mecanismo constitucional, en un momento en el que no se discute la continuidad del dirigente, además de innecesaria solo sirve para avanzar en la llamada democracia directa que el presidente de México, en la estela por ejemplo de los dirigentes bolivarianos, impulsa en detrimento de los mecanismos de la democracia liberal, sujetos a controles y rendición de cuentas que tan poco gustan a los populistas. La deriva de México es altamente inquietante en una coyuntura de gran avance de regímenes iliberales en el continente, en especial en Centroamérica, fenómeno muy ligado al alarmante ascenso de la influencia geopolítica china. Ojalá los mexicanos reaccionen a tiempo.
Fuente: https://www.elmundo.es/opinion/editorial/2022/01/01/61cf2c93fc6c83630b8b45ba.html