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La complicada e intensa vida amorosa de Sánchez Dragó | LD

Era tan compulsivo escritor como enamorado. Siempre eligió compañeras o esposas más jóvenes. Con todas quedó como amigo a pesar de las rupturas.

Fernando Sánchez Dragó y Emma Nogueiro | Cordon Press

MANUEL ROMÁN / LIBERTAD DIGITAL

Relatar, siquiera condensadamente, la vida del escritor Fernando Sánchez Dragó desde sus experiencias sentimentales, no queremos sea un mero ejercicio frívolo, pues él mismo, que consideraba su literatura siempre autobiográfica, citó más de una vez, con nombres y apellidos, muchas de sus relaciones con tantas mujeres que amó. Sus matrimonios fueron cuatro, el mismo número de hijos que procreó; infinidad sus romances, largo número de enredos, amantes cuyas identidades, como se comprenderá, nos son imposibles de precisar. Él alardeaba de su biografía amorosa, como si se tratara de un Don Juan Tenorio redivivo, o mejor, el Giácomo Casanova que conocimos por la lectura de sus hazañas sexuales. Ni qué decir que las feministas lo tenían enfilado hace tiempo, lo que a Fernando le traía sin cuidado y, si lo atacaban por ese flanco, se pasaba por la entrepierna (nunca mejor dicho) cuantos insultos y ataques recibía. A sus ochenta y seis años cumplidos en esta hora de su desasparición, ya vivía más apaciguado y, aun así, presumía del que ha sido su postrer amor, Emma Nogueiro, de veintiocho años, con la que deshojaba la margarita de convertirla o no en su quinta esposa. La leyenda amatoria de Fernando Sánchez Dragó lo ha acompañado desde siempre.

Su primera boda, en la cárcel

Si fue niño prodigio de las Letras, cuando con cinco años ya redactaba su primer periódico «a mano», su conocimiento carnal del sexo opuesto también lo experimentó en su adolescencia. Sin remontarnos a esa lejanía sexual, digamos que su primera esposa oficial se llamaba Elvira, con quien contrajo matrimonio en la cárcel de Carabanchel, en aquel Madrid mediada la década de los 50 del pasado siglo cuando Fernando acabó tras los barrotes por sus actividades antifranquistas. Con cinco procesos a sus espaldas, preso a lo largo de diecisiete meses, se escapó tras una peripecia digna de película de acción, con el pasaporte de un amigo, cruzando la frontera española por Andorra y únicamente llevando siete mil pesetas en los bolsillos. Se mantuvo siete años autoexiliado.

La segunda esposa del escritor madrileño, descendiente de una acomodada familia, fue con Beatriz Salama, con quien se desposó en ceremonia civil, siendo padres de Alejandro, el hijo primogénito de Fernando, hoy con sesenta y un años. La convivencia con esa mujer se interrumpió porque se interpuso en el camino de ambos el filósofo Antonio Escohotado, tan conocido por sus prédicas acerca del beneficio de ciertas drogas. Lo contaba el propio Sánchez Dragó en Mi Ibiza privada.

Gracias por ver

Su tercer enlace acaeció en Italia, donde Fernando se enamoró de una profesora de Historia y Filosofía, Caterina Barilli. Engendraron a la futura actriz y escritora Ayanta, tan vinculada a EsRadio. Cuando ésta contaba doce años murió su madre.

Padre con setenta y cinco años

Reincidente por cuarta vez en el matrimonio, el prolífico autor de más de cuarenta libros, entre ensayos y novelas, casó con la japonesa Naoko, con la que alumbraría un varón llamado Akela. La relación entre ambos surgió cuando Fernando ejercía en Kioto como lector de español, labor que extendió en otras capitales sobre todo de Oriente. Naoko era una alumna especial, que acudió un día al apartamento de Sánchez Dragó, cita que acabó con la pareja en la cama. Treinta y ocho años mayor que ella, quedó petrificado cuando ésta le comunicó que estaba embarazada. Tuvo unos sentimientos encontrados, creyó él que con el nacimiento de un hijo cuando contaba setenta y cinco años era una barbaridad. Pasó por un trance casi de momentánea locura, al punto de querer suicidarse, lo que afortunadamente no llevó a cabo. Y cuando vino al mundo Akela, Fernando lo tuvo entre sus brazos, emocionado, agradecido a la Naturaleza, que le había ofrecido la que iba a ser su última paternidad.

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Tiempo atrás, pero sin casarse, había sido también padre de Aixa, una niña ahora de cuarenta años, fruto de la relación que sostuvo con la francesa Martine Sáiz Pee. Y es que, aparte de los contados cuatro matrimonios del escritor, éste no dejaba de mantener contactos femeninos allí donde se le presentaba la ocasión, en Madrid o en sus frecuentes viajes al extranjero, sobre todo al área asiática, donde siempre se consideró un hombre feliz y en libertad, aunque arrastrara peligros en conflictos bélicos o de otra entidad.

Entre esas mujeres que marcaron su vida, hubo una excelente periodista, en activo, llamada Anna Grau. Fue tal la compenetración que existió entre ambos que Fernando la consideró siempre de las que más satisfacciones le produjo, y no lo decimos sólo en el ámbito íntimo: él siempre elegía féminas cultas, de interesante conversación, con quienes pudiera establecer constantes diálogos que no fueran meramente superficiales. Viajaron juntos por distintos países, se querían, se admiraban, aunque no llegaron a pronunciar el sí preceptivo legal ante un juez.

A los setenta y ocho años, Sánchez Dragó salía con una chica de veinticuatro, Laura Celeiro, gallega, que vivía en Valencia pero se estableció en Madrid para estar junto a él. Se había enamorado del escritor viéndolo en televisión en alguno de los diversos programas que presentó de carácter cultural la mayoría. Y cuando acabó esa relación, ya en tiempos más recientes, es cuando el autor de Gárgoris y Habidis volvió a sentir la pasión con otra joven que ya citábamos al principio, Emma Nogueiro. Reportera, fue a entrevistarlo y él, que no perdía la ocasión para conquistar a quien le gustara, terminó siendo su última pareja. Conocida esa nueva novia del eterno seductor, en algunos medios informativos se suscitó la posibilidad de que celebraran una próxima boda, lo que Sánchez Dragó dejó en el aire, tras negar en principio que eso pudiera suceder, aunque sin decir su última palabra al respecto. Emma, de veintiocho años, es quien ha alegrado el corazón ya herido, del escritor, a quien la ciencia médica le había practicado años atrás tres bye pass. Pero es que para que tuviera lugar esa quinta posible boda, necesitaba de obtener el divorcio de su última esposa legal, la japonesa Naoko, que aún no se había producido.

Fernando Sánchez Dragó era tan compulsivo escritor como enamorado. Siempre eligió como compañeras o esposas a mujeres más jóvenes con él. Según reveló, con todas ellas siempre quedó siendo amigo a pesar de las sucesivas rupturas.

¡Setenta pastillas al día!

Era un hombre divertido, de amena, interesante conversación. Por eso lo entrevistaban a menudo, en particular colegas veinteañeras, que admiraban su forma de ser. Tenía algo de simpático canalla y embaucador. Quería provocar y lo conseguía de inmediato.

Y es que Fernando era incansable como amante. Sus elevados índices de testosterona lo llevaban a esa constante pulsión sexual. No descartaba consumir elixires, afrodisiacos que encontraba en sus paraísos orientales. Y hasta, no sé si burlonamente, aseguraba haber descubierto una pócima que iba a comercializar con su nombre, de efectos superiores a la tan traída y llevada viagra. No en vano publicaría el libro Sangri-La, el elixir de la eterna juventud. Se vanagloriaba de ingerir diariamente ¡setenta pastillas!. Desde luego se mantenía con un aspecto físico que no representaba su auténtica edad. Vitalista siempre, de buen humor, cáustico en ocasiones, brillante. Con resabios para escandalizar a mentes acaso para él retrógradas.

«Me he acostado con muchas mujeres, de las llamadas decentes», decía en una de sus múltiples entrevistas. Y como no quería permanecer ajeno a sus deberes y obligaciones con sus parejas e hijos, reconocía que necesitaba ganar dinero para ello, recurriendo a sus columnas en periódicos o a su presencia en programas de televisión, como «Encuentros con las Letras», «Negro sobre blanco», «Las noches blancas» o un peculiar Telediario en Telemadrid.

El gato Nano me da los buenos días. Él sabe que en la cabeza está el secreto de casi todo. pic.twitter.com/n0ZsbENS55— Fernando Sánchez Dragó (@F_Sanchez_Drago) April 10, 2023

Cuando recalaba en Madrid, su ciudad, pues viajaba a menudo, tenía su piso en el barrio de Malasaña, donde escribía y en donde llevaba a sus amantes. Y en épocas que precisaba de aislamiento, se iba a su casona de Castilfrío de la Sierra, en la provincia de Soria, donde era feliz; donde este lunes 10 de abril de 2023 nos ha dejado. Todos los medios informativos que han informado puntualmente de su fallecimiento recogían los últimos pasos de su vida. Su aparición en la tribuna de invitados en el Congreso el pasado 21 de marzo, como espectador de las dos sesiones de la moción de censura protagonizada por Ramón Tamames, en representación de Vox, partido al que estaba afiliado. Fue él precisamente quien sugirió a su antiguo conmilitón comunista para que interviniera en esa moción. La última vez que en público se vio a Sánchez Dragó. Dos horas antes de su adiós, insertaba en twiter una fotografía junto a uno de los muchos gatos que tuvo, «Nano». Y escribía: «En la cabeza está el secreto de casi todo». Y de repente, un infarto de miocardio. El final.

Fuente: https://www.libertaddigital.com/cultura/2023-04-11/la-complicada-e-intensa-vida-amorosa-de-sanchez-drago-7003584/

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