Una ola de descontento y de rechazo a Macron empuja a la extrema derecha
Michel Onfray: “La gente no vota a Marine Le Pen, vota contra un sistema que ya no quieren”
EUSEBIO VAL / París, corresponsal / LA VANGUARDIA
Nada ha podido frenar, al parecer, la ola sobre la que cabalga el Reagrupamiento Nacional (RN, ex Frente Nacional). No importan las correcciones a toda prisa del programa electoral, las ambigüedades, las vacilaciones del candidato a primer ministro –Jordan Bardella, 28 años– en el último debate televisado y la memoria histórica sobre un movimiento político que nació con el apoyo, en parte, de personajes abiertamente fascistas y antisemitas.
Es cierto que el RN ha cambiado mucho y se ha moderado, en el fondo y en las formas, gracias a la exitosa estrategia de Marine Le Pen, la hija del fundador. En realidad, muchos de quienes le darán su apoyo el domingo no son ideológicamente reaccionarios. Una parte de ellos votaba hace años a la izquierda. Se trata de una reacción de descontento hacia la clase política en general, de hartazgo, una respuesta de la Francia periférica, de los pueblos y pequeñas ciudades, frente a la Francia urbana, sobre todo las elites de París, y las consecuencias de la globalización sobre el coste de la vida. Es igualmente un voto de castigo al presidente Emmanuel Macron. Existe hacia él, en amplias capas sociales, una hostilidad muy marcada, a veces visceral. Es algo más que impopularidad; es una detestación que aumenta en cada discurso, en cada entrevista. Un alto porcentaje de ciudadanos de la Francia profunda ya no soporta a Macron y quiere un cambio.
En las filas del presidente hay señales de resignación y desbandada ante el desastre anunciado
Ha sido una campaña exprés, sin ni siquiera el tiempo de organizar mítines. La decisión de Macron de disolver la Asamblea Nacional, la misma noche de los comicios europeos, solo según las proyecciones de los sondeos, pilló a todos por sorpresa, con excepción de un reducido círculo íntimo de colaboradores entre los cuales no estaban ni el primer ministro Gabriel Attal ni el titular de Economía y Hacienda, Bruno Le Maire.
Entre las propias filas macronistas hay incomprensión y rabia. No entienden la precipitación, justo antes de los Juegos Olímpicos de París. Se sienten empujados al matadero electoral. Las señales de desbandada, de resignación, son evidentes. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, por ejemplo, pieza clave en la seguridad olímpica, ya ha dicho que dimitirá de inmediato en caso de derrota electoral. El ex primer ministro Édouard Philippe consideró que Macron había “matado la mayoría presidencial”, y que por lo tanto había que pasar a otro capítulo. En caso de cohabitación entre un Macron en el Elíseo y un nuevo gobierno liderado por la extrema derecha, lo que quede del macronismo en la oposición estará atomizado, sin que el jefe del Estado ejerza influencia sobre ellos.Lee también
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En principio, según la Constitución, Macron puede seguir en el Elíseo hasta completar su mandato, hasta mayo del 2027. Nadie, sin embargo, puede apostar a que se cumpla el calendario. La autoridad política y moral del presidente se verá muy mermada. ¿Tirará antes la toalla? Es una hipótesis que no puede descartarse. Durante la V República, fundada por el general De Gaulle en 1958, ha habido tres cohabitaciones, dos bajo el mandato del socialista François Mitterrand y una bajo el conservador Jacques Chirac. Pero entonces el ambiente era diferente. Se trataba de partidos del “arco republicano”, que compartían cosas esenciales. Pese a las tensiones, las instituciones funcionaron. Una cohabitación entre un presidente centrista y la extrema derecha será algo inédito y potencialmente muy conflictivo.
Una nueva cohabitación, la cuarta bajo la V República, sería mucho más difícil que tres las anteriores
En el sistema francés, a dos vueltas, habrá que esperar hasta el 7 de julio para conocer el reparto de escaños en la nueva Asamblea Nacional. El RN podría alcanzar la mayoría absoluta o quedar cerca, según los sondeos. La coalición de izquierda, el Nuevo Frente Popular, sería segunda, y la alianza macronista, tercera. Esta última podría ver reducir sus diputados a un tercio respecto a hace dos años.
Macron prometió no inmiscuirse en la campaña, pero no ha sabido evitarlo. Sus declaraciones pueden haber sido contraproducentes, como cuando alertó del riesgo de guerra civil si ganaba la extrema derecha o la izquierda radical. Su última intervención fue para denunciar a un candidato del RN que dijo que alguien con doble nacionalidad no debería ser ministro. Para Macron, eso es “un traición profunda a lo que es Francia”.