El historiador analiza en ‘¿Qué hacer con un pasado sucio?’ cómo abordar la historia de España en su realidad más dolorosa, desde el atraso hasta la Guerra Civil
LUIS ALEMANY Madrid / EL MUNDO
¿Qué hacer con un pasado sucio?, de José Álvarez Junco (Galaxia Gutenberg), parece dos libros en uno: en su primer mitad, confronta la historia de España con su relato idealizado. En la segunda, ensaya un enfoque realista y cabal de los hechos, que, por cierto, ni son tan trágicos ni tan excepcionales.
Juan Benet contaba de un sargento que explicaba a su tropa qué era la patria. Y decía: «¿A vosotros no os da mucha rabia cuando oís hablar en francés? Pues eso es la patria». ¿Siempre hubo una actitud irónica a la patria idealizada?
Yo esa ironía la sentí cuando fui a Inglaterra con 22 años y vi lo pobre que era mi mundo. Piense que no aprendíamos idiomas. Mi francés era malísimo. Tras siete años de bachillerato, decir Où est la boulangerie? era un esfuerzo espantoso. Y no teníamos ironía porque no habíamos recibido otro relato. La primera vez que fui a Italia, vi rótulos en alemán, francés, inglés, italiano… pero no en español. Y me parecía ofensivo.
¿La idealización del pasado español era muy distinta a la de otros países?
Inglaterra y Francia son comparables porque han sido imperios. La diferencia es que España fue un imperio temprano que dejó de ser potencia temprano.
Y por eso, nuestra identidad es atormentada.
No creo que fuese esa derrota temprana. España casi no se enteró de la independencia de América. Se pensaba que era el rey el que había perdido algunos territorios. En cambio, en 1898, con pérdidas menos significativas, llegó la conciencia de que España estaba atrasada. Como era el momento de la ideología racial, los españoles empezaron a pensar: «¿Y si somos una raza inferior?¿Y si estamos destinados a que nos dominen otros?». Dudaban del ser nacional, escribían disquisiciones enloquecidas sobre el origen de nuestros males. ¿La sangre árabe? ¿La expulsión de los judíos?
¿A usted le llegó eso?
Un poquito, estaba aún en el ambiente de la Universidad cuando entré.
¿Cuánto sabía de los otros cuando entró en la universidad? ¿De los españoles que habían perdido la guerra?
En 1959 entré en Derecho; recuerdo el día en que alguien dijo en la facultad que a García Lorca lo habían fusilado los franquistas. Yo lo ignoraba por completo. Se hablaba muy poco y en voz baja de la guerra.
En el Reino Unido, con una democracia más madura, también tiran estatuas de Churchill.
Y si mañana digo en clase que Atenas expresó por primera vez la idea de democracia alguien me dirá que cómo va a ser eso, si en Atenas había esclavos. Ya sé que en Atenas había esclavos. Pero de alguna manera hay que decir que una cosa era lo de Atenas y otra, el despotismo persa. Se está haciendo una mirada crítica del pasado, necesaria, sí; pero se hace desde un criterio de corrección política que es… Mañana caeremos en que los enfermos de los psiquiátricos no votan y, a lo mejor, eso nos parece mal. Puede ser, pero una democracia actual seguirá siendo más democracia que una dictadura actual.
Su libro dice que la reparación de las heridas de la Guerra la hizo la sociedad civil. No el Ministerio de Educación sino los historiadores, escritores y cineastas que desagraviaron a la República con sus obras
Pero, ojo, el Estado hizo reparaciones materiales, pagó generosamente a presos, mutilados e hijos de fusilados… Se gastó barbaridades hasta mitad de los 90. Al menos en ese tema, no hay mucho más que hacer. Lo curioso es que eso lo acompañó de un «no reabramos heridas» en el terreno simbólico.
Dice en su libro que fue porque la II República insistió en simbolizar la ruptura y que, al final, eso pudo ir en su contra.
La República cambió la bandera, el himno, la fiesta nacional… Todo en días. Era fácil, no costaba dinero, pero ahí perdió a parte del país. La Transición fue lo contrario. No cambió los simbólico pero hizo cosas desde el principio. Si hasta Arias Navarro, que no hizo nada, decretó reparaciones para los militares represaliados.
. ¿Fue dolorosa esa renuncia para usted y para su generación?
Sí que costó aceptarlo. Un amigo fue un día al cine, a una sesión doble. Al salir, vio una muchedumbre con banderas españolas y pensó que en esas cuatro horas había habido un golpe. Resultó que no, que era el público de un partido de fútbol. Yo no tengo familiares ejecutados por Franco. Qué sentirá la gente que sí.
Pero su libro cuenta que la memoria, entendida como un derivado emocional de la Historia, es un tema problemático.
Es problemático porque las personas se instalan en la conciencia de víctimas y se sienten legitimadas a hacer cosas a las que no tienen derecho. El Estado de Israel es un ejemplo. A veces nos hace falta un poco menos de memoria o de memoria más compleja.
¿Entonces?
No le diga a su niño: estos son los que mataron a tu abuelo y no lo olvidamos. Dígale: en este país pasaron cosas terribles, y tu abuelo fue una de las víctimas. Quizá no fuera una víctima pura. No tienes que vengarlo, tienes que procurar que no vuelva a ocurrir.
La memoria también se presta a la manipulación. Puede que sea el caso del presidente López Obrador en México.
Los españoles debemos enseñar en los colegios que el colonialismo está mal y que formar imperios, conforme a los criterios de hoy, es inadmisible. Otra cosa es pedir perdón. ¿Al señor López Obrador que es nieto de españoles? Si él sigue ese discurso es porque le conviene, porque se apropia de la condición de víctima. ¿Deben los blancos mexicanos pedir perdón a los indígenas? Esa pregunta le gusta menos.
En España se ha empleado también la memoria.
Claro que sí. Siempre. El nacionalismo lo hace siempre. VOX lo utiliza cada día, se va a Covadonga para justificar su política de inmigración. Se abusa de los buenos sentimientos y de la necesidad de halago que tienen las personas. Un orador político que se presente con un discurso complejo tiene todas las de perder. El orador siempre alza a su público, le inyecta orgullo nacional.
También la visión romántica de la II República era una historia complaciente. Uno pensaba que ser español era ser parte de Homenaje a Cataluña.
Naturalmente: las versiones de la historia que triunfan son las autocomplacientes. Desde bebés, necesitamos identidad y autoestima. Un nombre y que nos rían las gracias. Y que tus desgracias procedan de alguien ajeno y perverso. El nacionalismo catalán identifica el mal como algo que viene de fuera.
El año pasado, un colega suyo me dijo que con la Ley de Memoria Democrática, escribir una biografía crítica de Manuel Azaña era susceptible de ser denunciada
No, eso no va a pasar. En España ninguna legislación prevé delito por escribir lo que sea, se puede decir que Hitler no mató a seis millones de judíos. O sea que criticar a Azaña…
Creo que se puede decir que «Hitler no mató a seis millones de judíos», porque estar equivocados o mal informados no es un crimen. Pero no se puede decir «los mató e hizo bien»
Claro, porque eso sería incitación al odio y a la violencia. Pero hay países en los que se considera que no es cuestión de estar mal informados, sino de manipular y se prohíbe la negación del Holocausto. Sobre la II República se ha escrito de todo, que la Guerra Civil empezó en 1934, se han escrito deformaciones absolutas y nadie ha ido al juzgado por eso.
Tampoco hace falta, ¿no?
No. Está bien que sea así. A quien deforme conscientemente los hechos se le rebate con argumentos y datos.
¿Por qué el Estado debe fija un relato histórico?
El objetivo no es desagraviar a las víctimas, el objetivo es crear una conciencia ciudadana adecuada, una confianza entre ciudadanos y administración.
Pero en la práctica, cada vez nos llevamos peor por la Historia.
No es que nos llevemos peor. Lo que pasa es que se prefiere no hablar. Los programas dicen que hay que hablar de la Guerra, pero los profesores evitan tratar el tema. Dicen que el temario es muy largo, que no da tiempo… Pero también hay profesores que lo reconocen: no quiero meterme en líos con las familias por la Guerra Civil. Los padres van a quejarse según qué cosas digan.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/05/04/627171a4e4d4d8a0738b456f.html