Entrevista en profundidad con Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa, protagonista y director del documental ‘Sintiéndolo mucho’. El músico prepara también disco, gira y libro de poemas. EL MUNDO avanza un soneto inédito
ANTONIO LUCAS / Madrid / EL MUNDO
Eran siete gatos y hoy quedan cuatro: Elvis, Rojo, Margarito y Judas Tadeo. Todos de cara chatas. Felinos robustos de pelo largo. Una combinación de raza persa con no sé qué. Alguno suma 20 años. Observan con desdén y hacen lo que hacen los gatos, marcar el límite de su jurisdicción meando, delimitar así la patria. Los cuatro citados por el nombre son los gatos de Joaquín Sabina. Los gatos de su casa, el torreón de maravillas desde donde se asoma al mundo como quien sólo necesita ya salir un rato al balcón para ver el calambre arterial de la plaza de Tirso de Molina, donde un mundo entero se concreta. Salir a los balcones para tomar aire de vez en cuando, en clara rivalidad con los delfines desde el centro de Madrid.
Sabina estrena documental. Una intensa y reveladora película dirigida por Fernando León de Aranoa: Sintiéndolo mucho. Es un trabajo demorado, con la parsimonia vegetal de las cosas hechas porque sí. Desde que comienzan a grabar las primeras escenas hasta que lo rematan pasan cuatro películas de León de Aranoa
–Amador (2010), Un día perfecto (2015), Loving Pablo (2017) y El buen patrón (2021)– y tres discos de Sabina –Vinagre y rosas (2009), La orquesta del Titanic (2012) y Lo niego todo (2017)-. Trece años. Trece años siguiendo al poeta y músico. Trece años con intervalos. Trece años con sus vaivenes y su pandemia. Y sus desastres. Y sus gozos. Trece años que van de la risa por fuera a la intimidad, huyendo de las pequeñas imposturas animadas. Trece años de pura subjetividad, que es la mejor manera de dar cuerda a un documental de Joaquín Sabina.
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Están los dos hoy -el ‘hoy’ de cuando se convocó este encuentro- en casa del cantante. Una casa de varios pisos hecha de acumulaciones intrépidas. Libros espléndidos, fotografías, vírgenes, angelotes, placas de porcelana recobradas alguna tasca, de algún galpón, de alguna inclusa, azulejos extraviados, instrumentos, detalles de buen gusto, chamarilerías varias en paredes y superficies torturadas de recuerdos. Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa zurean entre risas y complicidad. Son una pareja bien acoplada a su propósito, que más allá de la película es el de la amistad. Sabina es un prócer de color sepia que exhala por la nariz vaharadas de ducados y suelta por la boca caramelos hechos frase entre el humor y la rabia. También acumula un añejo candor de hombre de pueblo.
En Sintiéndolo mucho está todo lo que de Sabina no se ve y es quilate de pureza sabiniana: el escenario, Jimena [su mujer], Latinoamérica, los mariachis, la poesía, Úbeda, Rota, la casa de Madrid, los toros y José Tomás, los ratos de componer, el disco nuevo que casi está…
P. ¿De quién fue la idea?
Fernando León de Aranoa: De Joaquín. Él estaba trabajando en las canciones de Vinagre y rosas y me invitó a unirme a su plan con Benjamín Prado y con sus músicos. Acepté, claro, pero sin un proyecto concreto. Recibí la propuesta como una invitación a compartir algo íntimo. Me dijo que fuese con cámara o sin ella, como quisiese. Y así empezamos. Lo primero que grabamos, con una cámara de vídeo doméstica, fue el viaje por carretera hasta la casa de Joaquín en Rota (Cádiz), donde se encerró varios días con los suyos para trabajar.
P. ¿Cuándo escuchaste por primera vez algo de Sabina?
FLA: A los 18 o 19 años. En aquel tiempo viví un pequeño drama sentimental. Visto en perspectiva no era nada, pero entonces parecía el fin del mundo. Preparaba un viaje a Italia que al final no hice y el dinero ahorrado para el viaje lo gasté en discos. Ocho o nueve LP’s, entre ellos uno doble, Joaquín Sabina y Viceversa. Lo escuché en aquel verano obsesivamente. Y lo que Joaquín dice de José Alfredo, que sus canciones son un hombro en el que llorar, me sucedió a mí con ese disco… En persona nos conocimos mucho después, hace unos 20 años.
Sabina atiende acariciando con tres dedos de la mano izquierda la vaina de un cigarro aún sin prender y sujeto delicadamente con la mano derecha. Enfrente tiene un whisky mojado en agua. Aliña las ideas con un prodigioso enriquecimiento de risas que estallan contra la atmósfera de este salón bien iluminado.
Joaquín Sabina: Como metáfora de la libertad que Fernando iba a tener le dije que, con toda confianza, me sacase cagando.
(Bastó con grabarlo en la ducha mientras cantaba).
FLA: Por muchas razones supe que esta no era una película en la que necesitase marcar ninguna dinámica de grabación. De haberlo hecho habría arruinado la belleza de lo imprevisto, incluso el caos, que es lo que sucede alrededor de Joaquín. También porque es fácil darse cuenta de que con él no es posible la disciplina.
JS: Este es el documental más obsceno que me han hecho nunca. Cantando en el escenario enseño el culo sin problema, ¡pero aquí enseño el alma, que es mucho peor! No es un trabajo a mayor gloria de. Mucha gente se va a enterar, por culpa Fernando León de Aranoa, que soy más vulnerable de lo que incluso yo sé que soy.
Sintiéndolo mucho es un artefacto delicado. No hace fracking en el subsuelo del protagonista, tan sólo lo sigue dejando ver la persecución y que sea él quien dibuje su contorno a su manera. El que aparece es un hombre sin jolgorio, pero con ráfagas de alegría. Alguien diseñado en origen como un joven rebelde, melenudo, y que por fin es consciente de ser un ciudadano de 73 años. Alguien con menos estruendo de lo esperado. Un hombre que enseña el dorso y tiene algo de arrapiezo, de relieve de moneda y de sonámbulo. Un sujeto del lado de la poesía, incautando versos en cualquier circunstancia.
‘CONFINADO’
SONETO INÉDITO DE JOAQUÍN SABINA
Yo, que he vivido siempre confinado
en el amor, los bares, los amigos,
confieso y pongo al diablo por testigo
de que el toque de queda me ha quebrado.
Cierto es que estaba malacostumbrado
a embestir y crecerme en el castigo,
a abrazar a traición a mi enemigo,
a darle la razón a mi cuñado.
Aunque soy un amante de las curvas
peligrosas, me mata y me perturba
la escandalosa curva del Covid
que sube y sube mientras todo baja,
que rompe el corazón de la baraja,
que envilece la risa de Madrid.
Hijo de un comisario de policía de Úbeda, y hermano de policía, recuerda al padre a través de los poemas que éste escribió con pulcritud administrativa. Aquel padre que en el lecho de muerte reunió a los hijos y ,como última reflexión, casi balance de existencia, soltó una frase imbatible: «Quisiera yo saber de dónde sacan tanto dinero las diputaciones provinciales». Después estiró la pata. El rato de Sabina en su pueblo es uno de los momentos intensos de la película. Y de los más reveladores. También el paseo por la estación de ferrocarril desde la que tomó el tren en dirección a Granada a finales de los años 60. Ahí empezó todo.
JS: El poema de mi padre que leo a cámara se titula Memorias del futuro y me lo dedicó a mí. Le gustaba mucho escribir. Y aunque fuese un poeta de campanario era riguroso. Lo medía y lo rimaba todo con precisión. Cuando se jubiló se empeñó en escribir su autobiografía en verso, pero como no le había ocurrido casi nada en la vida llegó muy pronto al presente y siguió adelante anticipando el futuro. Ese poema, Memorias del futuro, es la crónica de un concierto que di tres meses después.
FLA: Y lo que cuenta el padre de Joaquín en el poema sucede después. Y como lo había escrito. Habla de un concierto, de la cara de Joaquín en el escenario, del público… Y fue como predijo.
JS: A mí lo que me gusta mucho de ese poema es la palabra ‘circunspecto’. No es fácil incluir en un poema lo de ‘circunspecto’.
Cuando ríe con ganas, al autor de Calle Melancolía le asoma un ramalazo levemente luciferino. Cerca de donde está sentado tiene un ejemplar del Ulises firmado por James Joyce en 1922 y el traje de luces que llevaba José Tomás en la tarde de las cuatro orejas en Las Ventas, en junio de 2008. Se lo regaló el torero y Sabina le hizo una hornacina para exponerlo, como si fuese reliquia de santo. Ahora está fascinado con Morante de la Puebla y aplaude las cien corridas con las que se ha echado a la espalda la tauromaquia. Los toros también están en ‘Sintiéndolo mucho’ cifrados en la tarde tremenda de José Tomás en Aguascalientes (México), donde un bicho de nombre Navegante le abrió un cráter del tamaño de un puño en la pierna izquierda, serrando la femoral. Sabina estaba allí y Jimena hizo cola para donar sangre. El cantante mira fijamente la seda del vestido. Se queda por un momento colgado de los alamares. Al rato vuelve con nosotros.
P. ¿Actuaste en algún momento del largo rodaje?
JS: No me he sentido actor nunca.
(Las horas de grabación rozaron casi lo infinito).
FLA: Al pasar los años me di cuenta de que lo acumulado tenía algo de cofre con tesoros únicos. Hace tres o cuatro años empezamos a pensar en acabar el proceso de grabación. Me interesaba todo de la vida de Joaquín, pero no tanto la biografía como lo que esa biografía tiene de material para sus canciones. Suenan pocas, pero se evocan muchas.
P. También hay nuevo disco en el horizonte.
JS: Eso parece. Hace 20 años, con este mismo material estaría en el estudio de grabación, pero ahora me gusta ir con el material más preparaíto. Todo empezó un día que estaba aquí en casa con Leiva y le comenté que el documental de Fernando merecía una canción. La hicimos. Es la que cierra la película. Lleva el mismo título: Sintiéndolo mucho. Y esa tiró de las que llegaron después. Ahora ya tengo para un disco, sí.
P. Y gira de conciertos en 2023.
JS: La he llamado Contra todo pronóstico… Y también estoy trabajando en una canción con ese título para justificar la gira… A mí me gusta hacer trajes a medida.
P. Para escribir necesitas lo concreto, algo vivido, algo que te contaron…
JS: Claro. Al escribir nunca se me ocurre nada sobre el hombre moderno o sobre la muerte o su metafísica… Lo mío es fijarme en una vida, en algo que me ocurrió o que le ocurrió a gente que conozco. A escribir una canción me ayuda más la historia pequeña de Fulano de Tal que las grandes ideas.
P. ¿Y cómo se ve desde este torreón al hombre moderno?
JS: Afortunadamente, desde aquí no se le ve.
P. ¿Cuáles son hoy tus desengaños?
JS: Muchos. Durante el tiempo de pandemia, y sobre todo cuando el confinamiento, anduve preocupado por el calibre de la enfermedad y por el temor a que los buenos ratos charlando con amigos y tomando una copa no volviesen a ser igual. Ese fue un miedo muy compartido. Lo que provocó socialmente el Covid me afectó con fuerza. He pasado un par de años sin escribir un verso para una canción.
P. ¿Te asusta no escribir?
JS: Preocupa, claro, porque nosotros vivimos de esto… Pero a cambio hice sonetos.
P. ¿Y la edad?
JS: Tengo 73 años… Soy un anciano venerable. Todos los días me lo recuerdan en la television. Esucho que dicen: «Un anciano de sesenta y tantos…». Es una cabronada. Pero estoy asombrado por llegar a los 73… ¡Si nunca creí que superase los 50!… Y ya que estamos, prefiero envejecer sin dignidad. Lo contrario me parece una gilipollez.
FLA: Me gusta mucho cuando Joaquín dice que ha pasado de la adolescencia a la vejez sin rozar la madurez.
P. ¿Qué has descubierto de él durante los años de trabajo en el documental?
FLA: La enorme coherencia que hay entre el Joaquín que conozco y lo que cuenta en sus canciones. No hay impostura. O la hay en la medida justa. Pones al trasluz sus canciones y lo pones a él y las líneas coinciden.
JS: Cuando me dicen poeta, que es lo que más me gusta escuchar, sé que hay más poesía en mis canciones que en mi sonetos.
P. Vives cada vez más recogido en la poesía.
JS:Mi vida siempre está cerca de la poesía, por lo que dice sin decir, por lo que dice y no se debe decir, por lo imposible que es capaz de nombrar… Nada puede llegar a ese mismo lugar de intensidades, ni siquiera la música. Yo no sé nada de música clásica, pero de poetas clásicos sí. Por algo será.
P. ¿Y ahora?
JS: Estoy preparando otro libro de 100 sonetos. Tendré unos sesenta y tantos. Va más lento de lo previsto. Me comprometí con Chus Visor a escribir uno al día, pero poco a poco se me fue el santo al cielo.
De Ciento volando de catorce, publicado en la editorial Visor, Joaquín Sabina despachó más de 200.000 ejemplares. Los sonetos de esta nueva tirada son la minuta de tanto de lo vivido en los últimos años. A EL MUNDO le da en exclusiva el que lleva por título Confinado.
Al tercer whisky de Sabina llegan los primeros tequilas para la afición. Regresamos al documental, porque hay en él un labrado de sensaciones aún por desbrozar.
P. No aparece nadie hablando del protagonista, como es casi costumbre en algunas piezas del género.
FLA: Esa fórmula hagiográfica es reciente. Y no me parecía oportuna para lo que nos proponíamos… Aquí sólo aparecen cuatro o cinco personas hablando de él: su hermano, dos vecinos de Úbeda y dos señoras desconocidas que encontramos en la puerta del recinto de uno de sus conciertos en México. Dos mujeres maravillosas.
JS: Te agradezco mucho, Fernando, que no haya gente hablando bien de mí.
P. El documental despliega el retrato de alguien en sintonía con su tiempo…
Pero al decir esto el musico toca la bocina y un muelle invisible le activa el resorte de la rabadilla hasta casi ponerlo en pie, echa un trago y mientras el alcohol le embarulla suavemente la garganta se arranca a la primera y remata con todos los músculos de la boca:
JS: Yo estoy muy enfadao. Sé que no me lo has preguntado, pero te lo digo. El siglo XXI me toca los cojones, no encuentro en él casi nada bueno. El Gobierno que tenemos, cómo se habla la gente entre sí, cómo se habla en la televisión… Todo es horrible. No puedo decir nada favorable del siglo XXI, aunque hay cosas que merecen la pena: el descubrimiento de un tal Zelenski, lo rápido y lo bien que se hizo la vacuna contra el Covid, las 100 corridas de Morante de la Puebla y, hace muy poco, el regreso de Lula al frente de Brasil… No sé si hay mucho más.
P. Algo más habrá.
JS: Estoy muy cabreado. Y cabreado también con el demoledor fracaso de todas las revoluciones del siglo XX. Fui amigo de la revolución cubana y de Fidel Castro. Pero ya no lo soy, no puedo serlo. Ahora estoy del lado de los que se manifiestan y de los que se exilian de la isla. Los que hemos sido de izquierdas tenemos la responsabilidad de decir la verdad ante algunos desastres de la izquierda. También me indigna la traición de Daniel Ortega a Nicaragua. Esto es algo de lo que no puedo hablar sin cagarme en la puta madre de los responsables de la infamia, de la traición.
P. ¿Y por aquí?
JS: Pues me cae bien Yolanda Díaz, pero no Podemos. Han decepcionado y han jodido mucho en el Gobierno… También tengo respeto por Nadia Calviño. Este verano comí en Rota con ella y me pareció que sabe lo que hace. Me da tranquilidad tenerla en el Gobierno, por su formación y por sus buenas relaciones en Europa. Luego lo demás… El Ministerio de Igualdad, por ejemplo, me parece una secta. Y las declaraciones de Podemos contra la OTAN justo en el momento de la guerra están fuera de lugar.
P. ¿Hay revolución potable?
JS: Sí, sólo una: la del feminismo.
FLA: En el documental buscábamos momentos vivos, momentos de intimidad, momentos de creación… Pero no había sitio para la política. Estoy por sacar la cámara y grabar ahora esto que dice Joaquín.
La tarde cayó hace rato al suelo. Afuera violento está el otoño. Joaquín Sabina y Fernando León de Aranoa han rematado los más de 10 años de travesía en la que se ha hilvanado su amistad. El resultado del viaje de Troya a Ítaca es Sintiéndolo mucho. El documental fabuloso que concreta al Sabina sabio, sagaz, a solas, exactamente barroco, precisamente esencial. Uno de los gatos asoma, se sienta sobre las patas traseras en el umbral de la puerta del salón y exhibe su desdén felino contra el hombre, contra el ruido de los hombres. Una elegante altanería le brilla contra nosotros en el centro del ojito redondo. Podría ser Judas Tadeo.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/cine/2022/11/11/6367b9abfc6c83f65d8b4583.html