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Jessica Chastain: «Todo está basado en hacer deseables a las mujeres… basta ya de mercantilizar a la mujer» | El Mundo

La actriz se transforma en la telepredicadora Tammy Faye en un derroche interpretativo que ya la colocan la primera en la lista para los Oscar. De paso, ofrece su particular y demoledora visión de «la cultura sexista»

La actriz Jessica Chastain posa este viernes en la 69 edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde presenta su trabajo «The eyes of Tammy Faye». Juan Herrero EFE

LUIS MARTÍNEZ / San Sebastián / EL MUNDO

Tammy Faye Bakker fue en los años 70 y 80 una de las figuras más conocidas de Estados Unidos. Y lo fue por inventar, a su modo, la telerrealidad. Desde su programa de religión evangélica convirtió su casa, su vida y sus pestañas en un emblema y, de paso, en la perfecta imagen de un país entero. Y así hasta que cayó en desgracia por culpa, fundamentalmente, de los expolios financieros y los estragos sexuales de su marido. Hace casi una década que el personaje persigue como una obsesión a Jessica Chastain (Sacramento, 1977). Hasta ahora. Los ojos de Tammy Faye, dirigida por Michael Showalter y recién presentada en San Sebastián, convierten el trabajo de la actriz que viene de estrenar en Venecia la serie Secretos de un matrimonio a la vez en un acontecimiento y en una firme declaración de principios contra eso llamado sexismo. Tras dos nominaciones a los Oscar, ya va tocando.

PREGUNTA: ¿Qué es lo que tanto le atrajo de un personaje con el que ha estado conviviendo casi siete años?

RESPUESTA: El sentimiento de culpabilidad. He crecido pensando que Tammy era una villana, una payasa detrás de esa cantidad ingente de maquillaje… Y, de repente, viendo los documentos de la época, descubres que estaba completamente equivocada. Sentía que le debía algo. Recuerdo que cuando vi su conversación con Steve Pieters (un hombre gay seropositivo) en 1985 todo cambió. Hablamos de una época en la que el Gobierno ni si quiera quería hablar de que había una epidemia y de que la gente estaba muriendo. Me refiero al sida. Ella miró a la cámara, y, en contra de todos los teleevangelistas que despreciaban a los homosexuales, dijo a millones de cristianos que tenían la obligación de amar… también a los homosexuales. Y lo hacía una mujer. No lo perdamos de vista…

P: La película es una confesión de un pecado…

R: Sí. Quiero creer que elijo proyectos que tienen una importancia o relevancia política. Creo que es importante rehabilitar a esta mujer víctima de la cultura sexista.

P: ¿Pero hasta qué punto ella es víctima de la cultura sexista o cómplice de esa gran empresa que era y es la televisión evangélica?

R: Uno de los primeros empeños de cualquier religión es hacerse con tu cartera. Piense que el Vaticano tiene incluso su propio país. El dinero siempre está muy cerca de la religión sea la que sea. En el caso de los teleevangelistas es muy claro. Lo fue entonces y lo es ahora en Estados Unidos. De hecho, una mujer teleevangelista es la consejera principal del mismo Donald Trump. Si mezclas televisión y religión se multiplica exponencialmente la posibilidad de recaudar dinero. Y sí, ahí estaba ella.

P: En la película los más radicales de los evangelistas ya aparecen declarando la guerra cultural a lo que llaman la agenda gay y la agenda liberal… No parece que hayamos cambiado mucho desde los 80. Son los mismos argumentos que la extrema derecha, alternativa o no, ahora mismo.

R: No entiendo de donde viene el odio. Podría comprender que alguien que haya sido herido sienta necesidad de vengarse, pero ¿de dónde viene el resentimiento a quien sólo pide amar? Steve Pieters dijo: «Jesús me ama como soy, Jesús me ama por mi modo de amar». Es bello. ¿Quién puede ir contra esto? Creo que vivimos en una sociedad demasiado cínica y negativa que no celebra el amor como debería hacerlo. Tom Cruise, por ejemplo, grita al amor saltando sobre un sofá y la gente se pone de los nervios. Y, sin embargo, es un gesto bello. Tammy Faye hacía algo parecido y todo el mundo se reía de ella. Creo sinceramente que este odio que todos nos profesamos es una enfermedad social. Es algo tan sencillo como aceptar que somos criaturas sociales.

Jessica Chastain irreconocible en ‘Los ojos de Tammy Faye’.

P: Imagino que la pandemia no ha hecho más que acentuar la tendencia…

R: Así es. Hemos estado separados y eso no ha hecho más que aumentar el miedo. Por eso creo que el cine cumple una función social al juntar a muchos en una sala con el mismo propósito. Hay que dar valor al amor, al estar juntos, sin cinismos.

P: Ha mencionado la palabra miedo como causa del odio… ¿Miedo a qué?

R: Hay una escena en la película en la Tammy camina por la calle y un grupo de jóvenes se ríe de ella y la llama friqui. Ella se acerca, saluda a cada uno de ellos, se presenta y, como vecina, se ofrece para lo que necesiten. Incluso les invita a comer. Y todo cambia de manera radical. En el momento en que conoces a alguien es muy difícil que le ataques impunemente.

P: Pienso, por ejemplo, en la redes sociales donde es fácil odiar de manera completamente anónima…

R: Sí, muchas veces me han insultado por alguna declaración que he hecho sobre los derechos de las mujeres y cuando me he tomado la molestia de ver quiénes eran esas personas, he descubierto que, en realidad, están pasando por algún problema en sus vidas y lo que hacen es convertir su dolor en odio. Si te acercas y les ayudas, como en la película, todo cambia. El amor cura y, además, es contagioso.

P: Recientemente, se presentó en Venecia Secretos de un matrimonio, la nueva versión de la serie clásica de Bergman en la que los papeles del hombre y la mujer están intercambiados con respecto al original. Se reivindica a la mujer. Esta película hace algo parecido.

R: Es cierto que durante mucho tiempo sólo hemos escuchado una versión de la historia. Ahora estamos añadiendo puntos de vista diferentes y eso nos enriquece a todos. Para mí, desde luego, es un momento excitante desde el punto de vista de los narradores. Basta mirar cuántas mujeres directoras están triunfando en los festivales en Cannes, en Venecia…

P: Nunca antes ha habido tantas películas dirigidas por mujeres aquí en San Sebastián…

R: No somos conscientes quizá de lo que ha cambiado todo en tan poco tiempo. Diez años atrás, cuanto trabajé con Kathryn Bigelow [en La noche más oscura], ella era la única a la que se permitía trabajar en Estados Unidos. La desigualdad era evidente.

P: En la película, usted aparece prácticamente irreconocible. Me pregunto si no hay también ahí una protesta contra la obsesión por la imagen de Hollywood. La suya es una película de Hollywood en la que su estrella es irreconocible.

R: Durante mucho tiempo era irreconocible no por el maquillaje sino porque nadie me conocía. Me preguntaban: «¿Pero de verdad sales ahí?». Y les tenía que convencer. Intento hacer los personajes que menos se parecen a mí. No quiero ser una celebridad satisfecha de su única imagen pública. Creo tener derecho a tener cuantas más imágenes mejor. No me alimenta la vanidad.

P: Pero Hollywood vive de la vanidad precisamente.

R: Si, todo está basado en hacer deseables a las mujeres. En Venecia se montó un lío por un movimiento del brazo al lado de Oscar Isaac… Basta ya de mercantilizar a la mujer. Definitivamente, una mujer es algo más que su apariencia.

Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/cine/2021/09/25/614e02fefc6c83983a8b45d2.html

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