El pensador augura que los humanos nos adentramos en la ‘era de la resiliencia’ para afrontar el impacto del cambio climático. Pero se muestra optimista y aboga por una «gobernanza biorregional»
IRENE HDEZ. VELASCO / PAPEL
Sabemos que nuestras uñas y nuestras células capilares mueren, dejando espacio a que surjan otras nuevas. Sin embargo, estamos convencidos de que cada uno de nosotros es un yo único y perdurable en el tiempo.
No es así. Nuestros glóbulos rojos tienen una vida media de cuatro meses, las células que recubren el estómago duran cinco días, nuestro esqueleto se renueva casi entero en el transcurso de una década, el hígado se reemplaza pasados entre 300 y 500 días, las células de los músculos de las costillas tienen una vida media de 15,1 años… Desde una perspectiva estrictamente física, un adulto maduro puede tener sólo 10 o menos años.
Y no sólo eso: dentro de cada uno de nosotros viven 38 billones de bacterias y 380 billones de virus. Si sumamos todas las especies que cohabitan en nuestro interior, resulta que las células humanas sólo constituyen el 43% del recuento total: el 57% restante son células de todos esos microorganismos que moran en nosotros.
«Además solamente hay 20.000 genes humanos en un cuerpo, mientras que éste alberga millones de otros genes que pertenecen a esas otras criaturas; es toda una revelación basada en los nuevos descubrimientos de nuestra auténtica constitución biológica», cuenta Jeremy Rifkin (Denver, 1945), uno de los más relevantes pensadores económicos del mundo e impulsor de los planes de la Unión Europea y China para progresar hacia una Tercera Revolución Industrial capaz de afrontar el cambio climático, además de autor de 22 libros sobre el impacto que los cambios científicos y tecnológicos tienen en la fuerza de trabajo, la sociedad, el medioambiente…
Rifkin está convencido de que esos descubrimientos que establecen nuestra profunda relación con el planeta (desde los campos magnéticos hasta los ciclos circadianos) desencadenarán una reconsideración fundamental de lo que significa el ser humano en su sentido biológico más profundo y llevarán a nuestra especie a entablar una nueva y salvífica relación con la Tierra.
«El ser humano es un ecosistema, y no lo digo en términos metafóricos, sino literales: no somos seres autónomos, somos un ecosistema, y esa idea lo va a cambiar todo», sentencia. «El planeta es mucho más poderoso de lo que jamás imaginamos y nosotros somos mucho más pequeños de lo que pensábamos. El planeta no nos necesita, somos irrelevantes para él. La era del progreso está muriendo. Y está surgiendo la era de la resiliencia», asegura por videoconferencia desde EEUU.
La era de la resiliencia se titula precisamente el nuevo libro de Rifkin, publicado en España por Paidós, fruto de nueve años de trabajo y en el que, a lo largo de 381 páginas, disecciona con precisión y apoyándose en numerosos estudios cómo hemos llegado a transformar el planeta de manera drástica y cómo saldremos de esta encrucijada.
[Spoiler: lo conseguiremos cuando entendamos que no podemos seguir desvinculados de la naturaleza y pongamos en marcha un modelo económico diferente, que ya empieza a vislumbrarse y que establecerá una nueva relación con el mundo natural. «Tras miles de años de adaptar la naturaleza a nosotros en términos temporales, ahora tenemos que adaptarnos nosotros a la naturaleza», dice Rifkin. «Es el mayor reajuste de la Historia y es ahí a dónde nos dirigimos»].
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La buena noticia es que la adaptabilidad está incrustada en los relojes biológicos de los humanos. Durante aproximadamente el 95% de nuestros 200.000 años de existencia nos hemos adaptado instante tras instante a lo que sucedía en el planeta, dejando apenas una mínima impronta en él. «Somos probablemente la especie con más capacidad de adaptación del planeta, con la excepción de bacterias y virus. Tenemos un cerebro grande, neocórtex y lenguaje, así que podemos compartir lo que aprendemos. Y lo más importante: tenemos empatía en nuestro circuito neuronal», asegura.
La mala noticia es que si, ahora no avanzamos hacia la biofilia, corremos el riesgo de extinguirnos a causa del calentamiento global. «Si no nos adaptamos desapareceremos, no sobreviviremos», vaticina.
Para empezar, habría más y más pandemias, porque estamos aniquilando la vida salvaje. «Cuando nació mi padre en 1908, el 85 % del planeta era tierra virgen. Ahora sólo lo es el 24% y va de camino de cero. Los virus están migrando, se dirigen hacia las civilizaciones urbanizadas», advierte Rifkin.
Una tercera parte de la capa superficial del suelo (el denominado suelo vegetal o arable) se ha degradado en todo el planeta durante la era industrial, y los científicos advierten que la parte restante probablemente sólo podrá alimentar a la población mundial durante otros 60 años. «Y se necesitan 500 años para regenerar una sola pulgada (unos 2,5 centímetros) de suelo vegetal», señala.
Mientras tanto, el oxígeno del planeta se reduce a un ritmo alarmante. El fitoplancton de los océanos, responsable de la producción de la mitad del oxígeno, se ve amenazado por el aumento de la temperatura del agua. Hay estudios que calculan que en 2100 las pérdidas de fitoplancton podrían agotar el oxígeno de los océanos a escala global. Y se multiplicarían las inundaciones, los huracanes y las sequías.
Rifkin no duda en señalar como grandes responsables de esa situación dramática a la comunidad científica, el estamento económico y la comunidad empresarial, que en nombre de la eficiencia y de la productividad han explotado hasta casi agotar los recursos de la naturaleza para consumo exclusivo de nuestra especie, como si el planeta fuera un recurso pasivo y desvinculado de los propios seres humanos.
Sin embargo, este sociólogo y economista se muestra «cautamente optimista» de nos sobreprondremos a esta situación, de que dejaremos atrás la era del progreso para adentrarnos en la de la resilencia. Por dos motivos: porque nuestra especie es especialmente buena a la hora de adaptarse y porque a estas alturas apenas queda nadie que no dé por muerta la era del progreso.
«Otro motivo para el optimismo es ver que la Generación Z protesta contra el cambio climático. En esas manifestaciones, millones de chicos y chicas de todo el mundo salen de sus centros educativos y toman las calles, pacíficamente, haciendo un llamamiento a la emergencia climática. Esas manifestaciones no se asemejan a ninguna otra en la historia. Es la primera vez en que un grupo -independientemente de todas las líneas divisorias, como religión, ideología o geografía- se ve como una especie, como una especie en peligro, al igual que muchos familiares del reino animal. Y ese es un gran cambio de conciencia, supone avanzar hacia una relación de biofilia que nos devuelve a la naturaleza».
La nueva era de la resiliencia que vislumbra Rifkin verá el desarrollo de las ecorregiones en detrimento de los gobiernos estatales. La gobernanza pasará de la soberanía sobre los recursos naturales a la gestión responsable de ecosistemas regionales. «A las catástrofes climáticas le importan un comino las fronteras políticas. Ese es el motivo por el cual necesitamos una gobernanza biorregional», subraya.
Su idea es que cada comunidad local asuma la responsabilidad de adaptarse y gestionar sus 19 kilómetros de biosfera, la franja que abarca la litosfera, la hidrosfera y la atmósfera, la zona de la Tierra donde se desarrolla la vida. «Cuando se producen desastres climáticos, toda la sociedad civil sale a la calle, todos ayudan, porque se ven a sí mismos como parte de la comunidad. Así que, cuanto más avancemos hacia la gobernanza biorregional, más gente comenzará a cooperar y a empatizar», pronostica.
EEUU ya cuenta con varias biorregiones, como la de Cascadia, que aúna buena parte de la zona noroeste del país con partes de Canadá y que desde hace 30 años posee un sistema jurídico muy desarrollado que le permite abordar de forma conjunta las decisiones que atañen a ese ecosistema. Y lo mismo sucede con la biorregión de los Grandes Lagos, que alberga el 20% de todo el agua dulce del planeta y cuya gestión recae en los ocho estados de EEUU y las dos provincias canadienses (Quebec y Ontario) que forman parte de ella. «Y China, con cuyo gobierno trabajo, anunció en septiembre la creación del Ministerio de Ecología y la creación de ocho biorregiones», subraya Rifkin.
Europa hasta ahora no ha creado ninguna y eso que los científicos advierten que la cuenca mediterránea es una de las zonas del planeta en estado más crítico. Pero la era de la resiliencia también verá a los ciudadanos implicarse mucho más en la gestión de sus biorregiones, a través de asambleas ciudadanas basadas en un liderazgo paritario.
Rifkin es consciente de que todo paradigma trasformador debe reunir tres componentes: nuevas formas de comunicación, nuevas formas de energía y potencia y nuevas modalidades de transporte y logística. Pero ya estamos manos a la obra en ese cambio…
Millones de granjeros y ganaderos, propietarios de casas, de empresas, de asociaciones vecinales y un largo etcétera ya están generando electricidad solar y eólica, y vendiendo sus excedentes a un internet digitalizado de electricidad continental cada vez más integrado. Y a medida que se abaraten la banda ancha, las energías renovables y los servicios de coches compartidos autónomos, seguirá expendiéndose la revolución resiliente.
«Estamos pasando de mercados de compradores y vendedores a redes de usuarios y proveedores», dice. «De cadenas de valor centralizadas a cadenas de valor distribuidas, de la propiedad intelectual al conocimiento compartido de libre acceso, de grandes conglomerados corporativos a pequeñas y medianas empresas de alta tecnología en forma de cooperativas. Es un modelo económico totalmente diferente».
Pero, además Rifkin apuesta por cambios en el sistema educativo para que éste deje de inculcar a los niños que los de la naturaleza son recursos pasivos a los que los seres humanos damos valor convirtiéndolos en productos y servicios. «En Alemania ya hay miles de las llamadas escuelas forestales, cientos en EEUU. Son geniales: a lo largo de todo el año, se llevan fuera a los niños, llueva o haga sol, y les enseñan a estar conectados con la naturaleza, a no a ser autónomos».
Porque en última instancia de lo que se trata es de hacer lo que proclama el subtítulo del nuevo libro de Rifkin: Reimaginar la existencia, resilvestrar la Tierra.
La era de la resiliencia, de Jeremy Rifkin (Ed Paidós), ya está a la venta. Puede comprarlo aquí.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2022/11/09/636befdee4d4d8b0318b4582.html