La actriz es homenajeada en la Mostra a la vez que presenta el penúltimo recorrido tan brutal como atento al pasado de la saga de Carpenter firmado por David Gordon Green
LUIS MARTÍNEZ / Venecia / EL MUNDO
Dice Jamie Lee Curtis (Santa Mónica, 1958) que lo suyo no es nada impostado. «Si alguien se toma la molestia de mirar mis fotos de bebé, ahí verá que tengo cara de susto. Es un talento natural. Me preparo emocionalmente los personajes, pero nada más. El resto sale solo», comenta la actriz. Y sonríe. La intérprete que probablemente más miedo ha pasado en la historia del cine recibió el miércoles en el Festival de Venecia el León de Oro a toda una carrera no sólo gritando. Y lo hizo a la vez que presentaba la segunda entrega de la trilogía firmada por David Gordon Green sobre las discutibles hazañas de Michael Myers. ‘Halloween kills’, se llama.
Para situarnos, la película retoma los hechos exactamente en el sitio exacto en el que los dejó la cinta de 2018 encargada de reactivar la saga inaugurada por John Carpenter en 1978 y que, a su manera, cambió buena parte de la historia del cine. Entonces, el propio Gordon Green demostraba a la vez un respeto máximo al original sin descuidar una mirada debidamente personal y conocedora de las claves del género. Ahora, insiste en trazar líneas de contacto con el espíritu de este tiempo que nos ocupa (‘Zeitgeist‘ lo llaman) a la vez que fuerza sin pudor la máquina. De golpe, todo es más brutal, más explícito, más lacerantemente recriminatorio con la mirada condescendiente de un espectador quizá demasiado habituado a sonreír con la sangre.
«La película deja claro que el sistema está quebrado no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo», apunta Lee Curtis en la que es, como toca, una defensa tanto de su papel concreto ahora como, apurando, de su legado entero. No olvidemos que la entrega recién presentada es su sexto enfrentamiento con el mal encarnado por el psicópata de la careta blanca (habrá un séptimo) en un total de 12 producciones (a la espera de la 13ª). Y, en efecto, sobre este caos que se apunta en la declaración se levanta ‘Halloween kills’. Si ‘La noche de Halloween’, la anterior, proponía un comentario ‘avant-la lettre’ al empoderamiento femenino en tiempos oscuros de Wenstein, ahora la idea es ilustrar el horror de esa figura desnortada que agita a las masas contra el Capitolio.
El director se lanza de cabeza contra el patio de butacas y más que proponer una puesta en escena, directamente la vomita. Como ya sospechábamos, Michael no sólo no ha muerto en la trampa finamente hilvanada por las tres generaciones de mujeres de la cinta de 2018, sino que su voluntad de destrucción crece por cada puñalada o disparo que recibe. El miedo se hereda, se contagia y se expande por la comunidad hasta alcanzarlo todo. Y con él avanza el caos. La ciudad entera de Haddonfield se moviliza para atrapar al asesino y, en su locura colectiva, es la pesadilla que la consume la que se ceba con cada uno de sus habitantes. El miedo come miedo.
«Lo que me gusta del personaje de Laurie Strode es que está conmigo desde hace ya 43 años, Hemos crecido y envejecido juntas», apunta Lee Curtis y no queda más que darle la razón y hacer constar que los demás también con ella. Lo que hizo Carpenter a finales de los 70 fue colocar el género de terror en otro sitio mucho más turbio. De repente, el mal se descubría desnudo y sin más justificación que su total irracionalidad. Aquella cinta colocaba al espectador en un lugar inédito, quizá catártico. Como la propia religión, ese modo de entender terror situaba a la feligresía en la aceptación orgullosa de su desamparo. Somos tan vulnerables tanto cuando admitimos el secreto de la fe, a la vez fascinante y terrorífico, como cuando nos abandonamos a la certeza sobrecogedora de lo desconocido, de lo que nos hace sufrir. Y en es esa placentera indefensión, el genio de Carpenter nos tranquilizaba y, a costa incluso de cualquier atisbo de racionalidad, nos hacía fuertes.
Gordon Green lo sabe. Y hasta lo disfruta. Aunque se eche en falta la sabiduría dosificada de su película precedente, continúa intacto ese deseo de dejar completamente huérfano al espectador, siempre consciente de la irracionalidad del dolor dulce que provocan los abismos, esos abismos que devuelven la mirada según el filósofo. Es lo que la propia actriz en su día de homenaje llama «miedo en círculos concéntricos».
Cuenta Lee Curtis que de todos los trabajos de su carrera se queda con el de ‘Halloween‘, con ‘Un pez llamado Wanda‘ y con ‘Mentiras arriesgadas‘. Si le recuerdan ‘Entre pillos anda el juego‘ asiente y le da las gracias a John Landis como descubridor de su vis cómica. En efecto, no es únicamente la cara de susto lo que define el talento natural de la hija no sólo de la protagonista de ‘Psicosis‘, Janet Leigh, sino también del actor de ‘Con faldas y a lo loco’, Tony Curtis.
SUPERHÉROES CONTRA NAZIS
La jornada la completaron, ya dentro de la sección oficial, dos películas tremendas. Cada una en un extremo del campo semántico del adjetivo. La más esperada era el nuevo trabajo de Gabriele Mainetti después de que tiempo atrás sorprendiera con una relectura posmoderna, popmoderna y pospop del superhéroe en ‘Le llamaban Jeeg Robot‘ (2015). ‘Freaks out’ es el nuevo intento de llevar la mitología Marvel a un escenario muy italiano, muy costumbrista y muy delirante. El resultado, lástima, sólo es muy confuso, temendamente confuso. A su lado, los directores rusos Aleksey Chupov y Natalya Merkulova presentaban ‘Captain Volkonogov Escaped‘, una parábola soviétiva tan descarnada como ambiciosa, brutal y, de nuevo y en el mejor sentido de la palabra, tremenda.
De la más rumbosa de las propuestas del día, la de Mainetti, destaca sin duda su voluntad de refundarlo casi todo, su inigualable deseo totalizador. Desde la reivindicación de la diversidad a la maldad del nazismo, pasando por la vuelta en nuestros días de los discursos excluyentes y sin olvidar la capacidad de resistencia de los hombres justos, todo cabe en una narración que es a la vez aventura, relato de formación y hasta, quién sabe, inicio de una saga superheroica.
Se cuenta la historia, en plena ocupación nazi de Italia, de un grupo de de ‘freaks’ a medio camino entre Los cuatro fantásticos, los X-men, los chiripitiflaúticos y los extras descartados de ‘La parada de los monstruos‘. Uno es una bestia peluda de fuerza e inteligencia desmesurada; otro, un ser diminuto capaz de imantarlo todo y (también cuenta) con un pene enorme; el penúltimo se comunica con los insectos y, por fin, la más importante, es una adolescente eléctrica. Tal cual.
Lo que sigue, y aquí los problemas, es una repetición de un esquema mil veces contemplado que nada aporta, nada discute y nada revierte de la historia de iniciación que regularmente nos sirve cualquier película con gente que vuela y con poderes. Pese a los esfuerzos de la dirección de arte por desviar la atención, Mainetti apenas consigue escapar de una cosmogonía que a estas alturas resulta algo más que sólo cansina. Es muy extraño que pese al caos argumental y de puesta en escena, todo en la cinta se antoje perfecta y, otra vez, tremendamente previsible.
‘Captain Volkonogov escaped’ propone por su lado una parábola que, como toca, también es cuento moral. En una Rusia extraña y, pese a ello, identificable hasta la náusea, el encargado de purgar a los traidores del Estado adquiere de golpe la luz de la conciencia. Hablamos, para no perder el hilo, de las purgas estalinistas. Nuestro héroe (Yuriy Borisov) huye, busca a los familiares de sus víctimas y clama por su perdón.Más en El MundoEl cocinero de Cristiano Ronaldo desvela los secretos de su dietaColin Farrell se negó a usar guantes mientras rodaba su nueva serie en el Ártico
Los directores Aleksey Chupov y Natalya Merkulova, antes responsables de la delirante y genial ‘El hombre que sorprendió a todo el mundo’, se las arreglan para colocar la mirada del espectador en un lugar abstracto que llama tanto al pasado como a la más evidente actualidad. Los agentes de la represión visten unos extraños chándals rojos y lucen la cabeza rapada como si se hubieran escapado de un cásting de La Fura dels Baus mientras la acción discurre en el escenario devastado de un lugar sin tiempo.
La cinta salta de víctima en víctima a un ritmo tan descabellado como febril. Algo tiene que ver la película con ese raro y desmedido experimento de nombre ‘DAU‘, de Ilya Khrzhanovskiy, y con la urgente necesidad de cuadrar cuentas a un presente que no acaba de recuperarse de todas las heridas que lo recorren. Es una película tanto para la acción como para la reflexión, para la fiebre y el ahogo. Sin duda, un ejercicio de cine, éste sí y con todas las consecuencias, tremendo.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/cine/2021/09/08/6138e18121efa03b188b4635.html