El sultán de Johor tiene una fortuna personal que supera los 750 millones de euros y unos activos familiares que sobrepasan los 5.300 millones. Entre sus caprichos figura una colección de 300 coches de gama alta, una cueva inspirada en ‘Los Picapiedra’ en su palacio y 60.000 cómics de Marvel
INMA BONET BAILÉN / EL PAÍS
Malasia, el único país donde los reyes rotan cada cinco años, tiene desde la semana pasada un nuevo jefe de Estado. El sultán de Johor, Ibrahim Iskandar, de 65 años, ha ascendido al trono cuatro décadas después de que lo hiciera su padre, el difunto sultán Mahmud Iskandar. El nuevo monarca, que ejercerá el cargo hasta el año 2029, es uno de los soberanos más ricos del planeta, con una fortuna personal que supera los 750 millones de euros, según la revista Forbes. El multimillonario es conocido por sus excentricidades, pero también por su franqueza y su afán de entrometerse en política. Aunque tradicionalmente el papel de los reyes malayos ha sido meramente protocolario, Ibrahim Iskandar ya ha adelantado que no piensa “malgastar” este lustro siendo “una marioneta”, y ha prometido que se centrará en “luchar contra la corrupción” y “reforzar la unidad nacional”.
El rey Ibrahim, 17° Agong (que significa “gobernante supremo”) de Malasia desde la independencia del Reino Unido en 1957, es el segundo gobernador del Estado meridional de Johor que asciende al trono, después de que su padre lo hiciera entre 1984 y 1989. De ascendencia malayo-británica, es el primer varón del matrimonio entre el sultán Mahmud Iskandar y Josephine Trevorrow, oriunda de Cornualles, que tuvo en total cuatro retoños.
MÁS INFORMACIÓN
Nacido el 22 de noviembre de 1958, Ibrahim recibió durante su adolescencia formación militar completa en su país y en Estados Unidos. Más adelante, complementó sus estudios en la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia de Boston (EE UU), donde se especializó en Estudios Estratégicos del Sudeste Asiático y Derecho Internacional del Mar. En 1982 se casó con Raja Zarith Sofiah, perteneciente a la familia real del Estado malayo de Perak. La nueva reina, licenciada por la Universidad de Oxford, habla cinco idiomas, escribe cuentos infantiles y es reconocida por involucrarse en diferentes causas sociales. Los reyes tienen cinco hijos y una hija, nacidos entre 1984 y 2001. Su primogénito, el príncipe heredero Ismail, ha asumido la regencia de Johor mientras su padre reina en el país.
Malasia es una confederación de 13 Estados y tres territorios federales que ha adoptado una fórmula única en el mundo: una monarquía constitucional electiva y rotatoria. Nueve de los Estados están dirigidos por gobernantes de etnia malaya que lideran de manera vitalicia su región y cuyo linaje se remonta a los sultanatos malayos del siglo XV. Bajo la Constitución, esas nueve estirpes dinásticas comparten el trono, y la jefatura del Estado se traspasa después de un periodo de cinco años no prorrogable. Es decir, la corona no se transmite por línea sanguínea tras la muerte o abdicación del rey, sino que recae sobre el líder de otra de las familias reales. Aunque la rotación sigue un orden establecido, el futuro regente requiere de la aprobación mayoritaria de los nueve sultanes en una votación secreta. El sultán Ibrahim Iskandar recibió esa luz verde el pasado mes de octubre.
El nuevo monarca es un hombre poco usual y nada discreto, que con frecuencia comparte su suntuosa vida en su cuenta de Instagram, donde acumula casi un millón de seguidores. Apasionado de los vehículos de lujo, conduce un Ferrari Testarossa amarillo y una Harley-Davidson, y se conoce que, entre sus caprichos, figura una colección de 300 coches de gama alta, entre los que destaca uno que Adolf Hitler regaló a su bisabuelo. También posee una flota de jets privados, que cuenta con al menos tres Gulfstream y un Boeing 737 dorado y azul, en el que voló a Kuala Lumpur para su proclamación. En su palacio, ha recreado una cueva inspirada en los dibujos animados Los Picapiedra y un museo en honor a su serie favorita de la infancia. Según el diario singapurense Straight Times, el edificio de dos plantas, 15 habitaciones y dos suites presidenciales, también alberga 60.000 cómics originales de Marvel.
Pero su patrimonio va mucho más allá. Como las leyes del Estado de Johor no prohíben a la realeza involucrarse en actividades empresariales, su cartera de intereses comerciales es de lo más variopinta, desde la explotación minera hasta la producción de aceite de palma, pasando por equipos de fútbol. Bloomberg estima que los activos de su familia superan los 5.300 millones de euros, y que sus inversiones en compañías públicas sobrepasan los 97 millones de euros y rozan los 450 millones de euros en empresas privadas (cuenta, por ejemplo, con un 25% de participación en U Mobile, uno de los mayores proveedores de telefonía de Malasia). De acuerdo con la investigación de Bloomberg, su porfolio de inversión en el sector inmobiliario es de casi mil millones de euros y es propietario de un terreno en el centro de Singapur valorado en 3.700 millones de euros. Además, el sultanato de Johor es el único autorizado a mantener su propio ejército privado.
Aun así, el rey Ibrahim y su familia gozan de una alta popularidad en su Estado natal, el segundo más poblado y uno de los más pujantes de toda la nación. Él es conocido por su moderación religiosa ―ha mostrado su apoyo a otras religiones acudiendo a celebraciones de Navidad y Diwali― y por adoptar una postura dura contra el conservadurismo y la discriminación social. Llegó a criticar abiertamente al Partido Islámico de Malasia, que obtuvo el mayor número de escaños en las elecciones de 2022, y que propugna políticas como la prohibición del alcohol, la imposición de la ley sharía y un código de vestimenta para las mujeres.
Durante su jura del cargo, el pasado 31 de enero, prometió “defender firmemente una administración justa y la paz en el país”. Pero el poder del rey en esta nación de 31 millones de habitantes es principalmente simbólico. Además de ser el alto mando de las Fuerzas Armadas, representa la unidad de la federación, donde alrededor del 70% de la población es malaya, el 22,6% es china y el 6,6% es india. Su figura es especialmente prestigiosa entre la mayoría malaya y musulmana, ya que los sultanes tienen entre sus prerrogativas actuar como custodios de la rama local del islam.
El nuevo monarca, que se caracteriza por hablar sin pelos en la lengua, ha deslizado en varias entrevistas que intentará ejercer una postura más influyente que sus predecesores. Bien conectado con las altas esferas singapurenses y con empresarios chinos, en el plano económico, aspira a reanudar el proyecto de un tren de alta velocidad que una Kuala Lumpur y Singapur. En el ámbito político, su principal prioridad es combatir la corrupción, para lo que ha propuesto a la Comisión Anticorrupción y a Petronas (la corporación estatal de petróleo y gas, piedra angular de la economía del país) que le reporten directamente a él en lugar de hacerlo al Parlamento, al que considera infestado de oficiales deshonestos. Aunque afirma que tiene una buena relación con el primer ministro, Anwar Ibrahim, ha enfatizado que durante su reinado primará el interés de la población sobre el de los políticos, y ha llegado a presentarse ante la prensa como “un hombre del pueblo”. “Sois 222 en el Parlamento, fuera hay más de 30 millones. No estoy con vosotros, estoy con ellos”, aseveró a Straight Times.