REDACCIÓN ACI PRENSA
Cada 22 de junio la Iglesia Católica celebra a Santo Tomás Moro (1478 -1535), político, humanista multifacético, hombre de leyes, traductor. Se desempeñó como canciller del rey Enrique VIII de Inglaterra, quien fue su amigo por muchos años, pero quien finalmente lo mandaría matar.
Moro pensaba que no hay posibilidad de que una comunidad política ande bien si sus miembros no son respetuosos de la fe, la ética y la moral, empezando por el rey, quien es el que detenta el poder y quien debe dar el ejemplo. «El hombre no puede estar separado de Dios, ni la política de la moral», afirmaba el santo, sugiriendo que así como el ser humano si se aparta de Dios está condenado a la perdición, de la misma manera, el ‘ámbito de los asuntos humanos’ (la organización social y política) desconectados de los límites y frenos morales se convierte en abuso, tiranía, injusticia e infelicidad generalizada. Tiempos aciagos como los que hoy vive el mundo hacen que sentencias como la de Moro cobren actualidad inusitada.
Tiempos recios: ser creyente y hacer política
Lamentablemente, en los tiempos de Moro se multiplicaban las formas de pensamiento que se remontaban al pasado precristiano buscando fuentes de inspiración que susciten originalidad y renovación, no todas ellas compatibles con el cristianismo y algunas ciertamente anticristianas. Por otro lado, la cristiandad padecía una crisis real que habría de desembocar en la Reforma Protestante y la proliferación del rechazo a la autoridad secular del Papa y la Iglesia en su conjunto. Para Santo Tomás Moro el rechazo de la moral, o la ruptura entre esta y lo político representaba, paradójicamente, el más grave de los errores políticos, equiparable, en el ámbito espiritual, a la ruptura con Dios.
Tomás Moro nació en Londres en 1477. Se graduó en la Universidad de Oxford como abogado e hizo una carrera exitosa que terminó llevándolo al parlamento inglés. Contrajo matrimonio con Jane Colt, con quien tuvo un hijo varón y tres hijas mujeres. A la muerte de la madre de sus hijos, Lady Colt, el santo se casó por segunda vez, con una dama de nombre Alice Middleton.
La esperanza, el “motor” del político
De fina e ingeniosa mente, Sir Thomas More publicó en 1516 una obra de agudeza extraordinaria, tanto por su contenido crítico hacia los males sociales, como por su carácter sugerente; su nombre: Utopía, que quiere decir ‘sin-lugar’, o ‘en-ningún-lugar’ (el término, acuñado por Moro, echa mano del prefijo negativo griego ou- y del vocablo –topos, lugar).
Aquel texto ha quedado perennizado en la historia del pensamiento occidental por su riqueza filosófica, política y teológica, así como por su valor literario -que terminó definiendo al género denominado utópico-. La obra fue bien recibida en su tiempo y llamó la atención del monarca inglés, Enrique VIII, quien convocó a Moro a ser parte de la administración pública.
Amigo sí, pero más de la verdad
Enrique VIII y Tomás cultivaron cierta amistad y una relación de confianza. Sin embargo, el deseo del rey de querer repudiar a su esposa y contraer nuevas nupcias, yendo en contra de lo prescrito por la Iglesia y la naturaleza intrínseca del matrimonio, terminó por enfrentarlos. Moro, en calidad de consejero del rey, pretendió disuadirlo, pero el capricho del monarca comenzó a tornarse en obsesión, al punto de estar dispuesto a desobedecer al mismísimo Papa. El episodio es harto conocido, como conocido es el desenlace: la ruptura definitiva de la corona británica con Roma y el surgimiento de la Iglesia anglicana como Iglesia cismática. Esta situación, contraria a la profunda fe católica de Tomás, lo hizo renunciar a todos sus cargos.
Posteriormente, Moro se dedicó a la defensa de la ortodoxia católica, y junto a su amigo, el Obispo San Juan Fisher, se opusieron al rey, ahora autodenominado “cabeza” de la Iglesia (anglicana). Ambos santos, fieles a Cristo, serían acusados de traición a la corona y llevados a prisión. Meses después, San Juan Fisher sería ejecutado y, a los pocos días, Santo Tomás seguiría el mismo destino.
Cristo es quien nos da la libertad
¿La “culpa” por la que Tomás Moro murió decapitado? Oponerse a la postura del rey que decidió desoír la negativa papal a anular el matrimonio real. Mientras para Enrique era un asunto de ‘fueros’ -el Papa no podría ejercer más autoridad sobre él-, para Tomás la decisión de la corona era una afrenta al sacramento y una incitación a la división de la Iglesia de Cristo. El rey -autoridad política- se había autoerigido en autoridad moral y religiosa. En el patíbulo, antes de ser ejecutado, el excanciller del rey gritó ante la multitud: «Muero como buen servidor del rey, pero primero servidor de Dios».
Santo Tomás Moro murió martirizado el 6 de julio de 1535. Su fiesta se celebra cada 22 de junio, junto a San Juan Fisher.
“La historia de Santo Tomás Moro ilustra con claridad una verdad fundamental de la ética política. En efecto, la defensa de la libertad de la Iglesia frente a indebidas injerencias del Estado es, al mismo tiempo, defensa, en nombre de la primacía de la conciencia, de la libertad de la persona frente al poder político. En esto reside el principio fundamental de todo orden civil de acuerdo con la naturaleza del hombre” (San Juan Pablo II).
Santo Tomás Moro fue declarado patrono de los gobernantes y los políticos por el Papa San Juan Pablo II en el año 2000.
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Si quieres saber más sobre Santo Tomás Moro, te recomendamos este artículo de la Enciclopedia Católica: https://ec.aciprensa.com/wiki/Santo_Tomás_Moro.