La crisis humanitaria que vive el país africano muestra la «cara oculta» de la hambruna, que se traduce en violaciones y matrimonio infantil.
Raquel Nogueira / Enclave ODS
El colapso de una presa el pasado 25 de agosto fue la guinda perfecta para coronar la compleja situación en la que vive Sudán y, sobre todo, sus habitantes. Hace ya 502 días en los que la guerra campa a sus anchas por uno de los países más castigados del continente africano. Y lo hace mientras «la respuesta humanitaria falla estrepitosamente al tiempo que aumentan las necesidades médicas», dicen desde Médicos Sin Fronteras (MSF).
El conflicto de Sudán se trata, como explica a ENCLAVE ODS | EL ESPAÑOL Eloísa Molina, directora de Comunicación de World Vision, de una verdadera catástrofe que, además, sufre de una «infrafinanciación absoluta». Especialmente, matiza, si se compara con otras emergencias en las que sí se han puesto sobre la mesa recursos.
De ahí que el país centroafricano haya llegado a un punto de la guerra en el que, lamenta Molina, «es más probable que mueras de hambre que por la violencia». Y eso que esta es devastadora. E insiste en que, ante nuestros propios ojos impasibles, se está produciendo «una crisis sin precedentes a nivel mundial».
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Y como sucede en todas las emergencias, la infancia está siendo la más afectada. En 2022, según el Banco Mundial, en Sudán vivían casi 47 millones de personas. Las cifras de UNICEF sitúan su población en poco más de 41 millones.
Se trata del tercer país africano más grande, en el que alrededor de 21 millones de personas —más de la mitad de los habitantes— son menores. 6,5 millones, además, son niños de menos de 5 años. No es de extrañar, por tanto, que los más pequeños sean los más afectados por esta crisis.
Sudán, en un vistazo
Según los datos más actualizados de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), que datan de principios de agosto, en Sudán:
25,6 millones de personas pasan hambre. Más de la mitad de la población del país no puede cubrir sus necesidades básicas nutricionales. Esta cifra incluye a las 755.000 personas que ya sufren hambruna severa.
24,8 millones de personas necesitan asistencia en Sudán. Solo 7,9 millones
10,7 millones de desplazados internos. Es decir, más de 500 días de guerra ha provocado que más de 2,1 millones de familias hayan huido de sus hogares.
7,9 millones de desplazados desde abril. En concreto, desde el 15 de abril este número de personas han tenido que abandonar sus casas.
2,1 millones de personas han salido del país desde el 15 abril.
Hambruna sin precedentes
Esta crisis humanitaria, cuenta John Makoni, director de World Vision en Sudán, «es ya la peor hambruna de la historia en el país africano«. UNICEF espera que la desnutrición aguda golpee a la infancia en los próximos meses y llegue a afectar a más de 700.000 menores.
«Hoy los niños mueren de desnutrición en todo Sudán«, lamenta Tuna Turkmen, coordinadora de emergencias de MSF en Darfur. La región en la que ella se encuentra está siendo una de las zonas del conflicto más devastadas. Y es que, cuenta, «la ayuda que necesitan con más urgencia apenas llega y, cuando lo hace, a menudo está bloqueada».
Darfur parte, además, de una situación precaria, como todo el país. Entre 1984 y 1985, en esta región más de 150.00 personas murieron de inanición. En el informe Sin precedentes: la crisis para los niños y las familias en Sudán, publicado esta misma semana, World Vision alerta de que hoy la realidad de la zona es aún peor. Y es que estiman que más de 755.000 personas ya están en peligro por la hambruna.
El infierno de las sudanesas
La crisis humanitaria en Sudán, cuenta Molina, muestra la «cara oculta del hambre», que no solo se traduce en no poder llevarse nada que comer a la boca. Hace referencia, así, a la violencia sexual, que se ha convertido en una consecuencia de los niveles de hambruna del país.
El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) estima que 6,7 millones de personas corren actualmente el riesgo de sufrir violencia de género en Sudán. Las mujeres y niñas desplazadas son las más vulnerables. El último informe de World Vision asegura que han atendido a supervivientes que no superan los 9 años.
Molina lamenta que, una vez más, en este conflicto se esté «usando la violencia sexual como arma de guerra» y que, además, se haga casi con el beneplácito de una comunidad internacional que mira hacia otro lado. «Calculamos que más del 65% de las sudanesas pueden haber vivido algún tipo de violencia sexual en este conflicto«, asegura Molina. Aunque matiza que hay zonas, como Darfur, que están fuera de su alcance y no saben hasta qué punto habrá llegado el horror allí.
Jamila es una de las jóvenes sudanesas que ha sobrevivido —en múltiples ocasiones— a la violencia sexual. Todo empezó cuando tuvo que huir de su hogar, tras ser asaltada en su propia casa. Fue expulsada a Darfur del Este y por el camino, relata, un grupo de ocho hombres armados la violó. Hasta llegar a su destino, cuenta, volvieron a violarla hasta tres veces varios «ladrones».
A su llegada a Darfur del Este recibió asistencia inmediata de los servicios de emergencia de World Vision, lo que le salvó la vida. También obtuvo ayuda psicológica. Por desgracia, la situación de Jamila no es una excepción. Se repite una y otra vez en Sudán desde que estalló la guerra hace más de 500 días. [Yvette Mushigo (jurista): «Las mujeres son una fuerza de paz que moviliza a sus comunidades en Congo»]
Es precisamente en la región sudanesa donde la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos denuncia secuestros, detenciones y «condiciones degradantes de esclavitud» de mujeres y niñas. Y es que sus cuerpos se han convertido en todo un campo de batalla donde se libra una guerra paralela que mina la capacidad de toda la sociedad sudanesa para construir la paz.
Las cifras, cuenta Molina, no son más que estimaciones, pues «muchos casos no se denuncian por miedo al estigma social». El uso de violencia sexual en Sudán es sistemático y «queda impune», cuentan desde World Vision. Y solo se ve exacerbado por una situación previa en la que la violencia machista estaba enraizada en la sociedad.
En el caso específico de Sudán, además, insiste Molina, cuando se habla de violencia sexual se incluyen tanto las violaciones como los matrimonios infantiles. Y es que, sus compañeros sobre el terreno han detectado una preocupante tendencia: «El hambre lleva a que los padres casen o vendan a sus hijos e hijas, o que las niñas y niños se prostituyan para dar de comer a sus hermanitos».
Crisis de salud… también mental
La hambruna y la violencia sexual tienen una consecuencia directa: los trastornos de salud mental. World Vision estima que alrededor de 6,1 millones de personas podrían desarrollarlos por culpa del conflicto. Además, se calcula que 15,7 millones de niños y sus familias podrían estar expuestos a enfermedades mentales debido a las interconexiones entre las crisis del conflicto y el hambre.
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A esto se le suma la crisis sanitaria en un país en el que el conflicto ha dejado fuera de servicio a casi el 80% de los centros de salud, según la Organización Mundial de la Salud. Se ha paralizado, así, un sistema sanitario ya de por sí en dificultades.