«No consiste en hacerse notar, sino en ser recordado». Lo será durante mucho tiempo este genio de la moda italiana.

Manuel Román / Libertad Digital
Un repaso por la vida y diseños icónicos de Giorgio Armani, la leyenda italiana de la moda
Nos deja un genio universal de la moda: Giorgio Armani, a los noventa y un años. Creador de un imperio extendido a múltiples países. Desde un hogar humilde llegó a ser millonario gracias a su inmenso talento como diseñador y empresario. Vivió los últimos años con dos amantes, uno de ellos, el primero, fue vital en su carrera. Juntos, a partir de 1975, crearon la firma de moda que convirtió a Giorgio en el segundo más rico de Italia, según acreditaba la revista «Forbes», estimando en 2022 su patrimonio cifrado en once mil millones de dólares. De escalofrío. Aunque él procuró siempre no hacer alardes de su elevada posición económica
Nació en un pequeño pueblo italiano, Piacenza, el 11 de julio de 1934. Sus orígenes, como decíamos líneas atrás, fueron humildes. Ugo, su padre, de ascendencia armenia, se ganaba la vida como oficinista. Y su madre, ama de casa, contribuía a la escasa economía familiar cosiendo ropa para los soldados. De niño, Giorgio vivió la dictadura fascista de Mussolini. Estuvo a punto de morir, o al menos, de perder la vista, cierto día que con sus amigos de corta edad como él iban recogiendo pólvora por las calles, cuando uno de ellos halló un paquete, le prendió fuego, y el estallido alcanzó la cara de Giorgio. Pasó veinte días en un hospital, librándose de una posible desgracia.
Tiempos difíciles aquellos para los Armani. Al padre lo metieron preso al acabar la II Guerra Mundial, acusado de haber pertenecido a una federación del Fascio. Cuando salió en libertad se fue con su familia a Milán. Giorgio no vio aquel cambio con satisfacción: echaba de menos su tranquilo pueblo, el campo, el olor a heno. Y quizás también algunas amistades que había dejado en Piacenza. El recuerdo con ocho años de una primera novia, Walda, que murió a esa edad atropellada por un camión. Y su primer descubrimiento sexual con un chico. En ese periodo de la adolescencia Giorgio Armani no establecía diferencias entre acostarse con una chica o un varón. La primera vez que lo hizo con una muchacha ella lo tachó de burro, por su escasa delicadeza.
Radicado en Milán con los suyos hizo el ingreso en la Facultad de Medicina, pero a los tres años abandonó esos estudios para entrar de escaparatista en unos grandes almacenes. Pasó después a ejercer de gerente. Y a punto de llegar a la treinta diseñó ropa para Nino Cerruti, un veterano en esa especialidad. Asimismo colaboró con Ungaro, Zegna y otras acreditadas firmas.
Un día, de manera casual, conoció a un joven arquitecto, muy interesado en el mundo de la moda: Sergio Galeotti. De la amistad íntima que iniciaron, la pareja de amantes fueron socios de un negocio que sería próspero en poco tiempo, fundadores de Giorgio Armani SpA. La influencia de Galeotti fue crucial para que éste fuera desarrollando su vena creativa, se hiciera independiente, ya que en sus comienzos no parecía seguro de sus habilidades como diseñador de moda.
Los trajes de chaqueta tanto para hombres como mujeres causaron siempre sensación. Creaciones de Armani junto a otras de su invención, más cerca del clasicismo pero sin perder de vista las novedades de su oficio. Para los más jóvenes, a precios asequibles, dio en crear el Imperio Armani, división empresarial de sus muy rentables negocios.
En 1982 la revista «Time» daba a Giorgio Armani en portada, con un alarde periodístico en sus páginas interiores. En esa década llevó al Japón sus creaciones, que causaron sensación. Una década afortunada en los negocios compartidos con su amante y socio, Sergio Galeotti. Con un doloroso suceso: la muerte en 1985 de éste, quien tanto había supuesto para Giorgio. Le costó mucho rehacerse tras tan dolorosa pérdida, que le causó una depresión duradera. Siempre recordaría la sonrisa toscana, como él la llamaba, de Sergio y el ánimo constante que le insuflaba en el trabajo, alabando sus magníficos, elegantes vestidos.
Más tarde, cuando su corazón herido fue recobrando la tranquilidad sentimental, apareció en su vida el otro amante del que hablábamos, quien sería su última pareja hasta los últimos días del genio. Se trataba de Leo Dell ́Orco. «La persona más cercana a mí -confesaba Armani años después de la desaparición de Galeotti-«.
No cabe duda que el aparato publicitario que rodeó siempre a Giorgio Armani, con las más influyentes revistas de modas que publicaban sus creaciones constantemente, fueron importantes en su imperio empresarial, que además de ropa, fabricaba marca de perfumes y otros complementos de la moda y la cosmética.
Le satisfacía mucho que muy conocidos actores vistieran sus prendas. Por ejemplo, Richard Gere, luciendo una chaqueta que llamó mucho la atención, confeccionada con una especie de material cual una segunda piel. Leonardo DiCaprio también estrenó creaciones de Armani en la película «El lobo de Wall Street». Christian Bale es otro de la clientela del modista milanés. Y así hasta llegar, entre otros, a quien fuera un as del Real Madrid, el británico David Beckham, hombre elegante fuera de los campos de fútbol, que protagonizó una campaña exhibiendo ropa interior firmada por Armani. Otro nombre destacado es Cayetano Rivera. Para el torero, Armani diseñó un especial vestido de luces. Orgulloso sentíase el diestro apareciendo fotografiado con esa prenda en varias
publicaciones.
Los grandes personajes no han llegado a triunfar de la noche a la mañana, ni tampoco sin esfuerzos. Giorgio Armani daba ejemplo a sus empleados llegando el primero a sus oficinas y marchándose el último. Siempre con la vista, el pensamiento puesto en seguir creando. A él se le atribuye haber implantado en los desfiles la alfombra roja.
A comienzos de este año su salud comenzó a resentirse. Y tuvo que renunciar a su tradicional desfile en Milán, que no perdía cada temporada, del mismo modo que tampoco pudo llevar sus creaciones a París. «Desde hacía veinte años nunca fallaba», se lamentó.
Incansable, trabajó hasta casi el final de sus días. Faltaba muy poco para que celebrara los cincuenta años de la creación de su internacional firma. Vigilaba sus negocios, a los que había incorporado algunos hoteles, que llevaban su apellido de leyenda. Lo que no quiso nunca es cotizar en Bolsa. «Dependo sólo de mi creatividad y de mis colaboradores» confesó cuando le insinuaron porqué no lo hacía.
No creemos que Giorgio Armani cediera alguna vez a diseños que rompieran su habitual estilo. Le preguntaron un día por la elegancia. Contestó: «No consiste en hacerse notar, sino en ser recordado».
Lo será durante mucho tiempo este genio de la moda italiana, gran embajador de su país en todo el mundo, aventuramos con la certeza de no equivocarnos.
Fuente: https://losperiodistas.com.mx/portal/wp-admin/post.php?post=106240&action=edit