¿Retroceso o soberanía energética?
Por José Ojeda Bustamante @ojedapepe
De nueva cuenta compartiendo desde las antípodas, un análisis de coyuntura con una perspectiva de luces cortas y luces largas que nos permitan precisamente comprender lo que hoy en día vivimos y el camino que como ciudadanos diariamente transitamos.
Justamente en este contexto, el anuncio del presidente Andrés Manuel López Obrador en torno a la creación de una empresa estatal denominada Gas Bienestar, que proveerá a las familias mexicanas de gas licuado de petróleo (gas LP) a un precio justo, ha generado un amplio debate público entre quienes respaldan la decisión y quienes la consideran un desacierto que puede generar distorsión en los mercados.
Otros hay también que como en el caso de las pipas de Pemex o de las vacunas, ya hacen apuestas acerca de en qué momento el presidente dará el anuncio respecto a la encomienda a Marcelo Ebrard de viajar por el mundo en búsqueda de tanques de gas al mejor precio.
Fuera de bromas, el gas no es un asunto menor en la vida de más de 100 millones de mexicanos. Basta mencionar que 8 de cada 10 hogares en nuestro país dependen del gas LP para cocinar y contar con agua caliente y que, sin embargo, el precio de tan importante insumo ha incrementado en los últimos 15 meses un porcentaje alarmante que oscila entre el 35 y el 50%. En lenguaje llano, si al principio del año un cilindro de 20 kilogramos se comercializaba en 482 pesos, hoy en día se encuentra a 518 pesos y subiendo.
Varias son las razones de este incremento, aunque parte de su origen puede rastrearse en la reforma energética producto del Pacto Por México implementada en el sexenio de Enrique Peña Nieto, la cual precisamente priorizó la importación del producto, favoreciendo con ello a un grupo reducido de empresas gaseras y teniendo como consecuencia que en la actualidad entre el 65 y el 70 por ciento del gas LP consumido en México sea importado.
¿Más mercado? ¿Menos Estado? ¿Qué hacer? Añejas disyuntivas en torno a los límites o fronteras del Estado y del mercado. La evidencia histórica, sin embargo, nos ha demostrado cada vez con mayor contundencia que el mercado tiene evidentes fallas cuando se trata de infraestructura, bienes o recursos de carácter estratégico para la nación. Y es que resulta entendible que la lógica que guía al empresario sea la de la rentabilidad y no necesariamente la del interés general o de la nación.
De igual manera ocurre con el Estado y su papel en el mercado, experiencias históricas, incluida la mexicana, han demostrado que el Estado no ha de estar presente en todas las esferas económicas, que en general suele ser un mal administrador y que su actuar se ha de limitar a aquellas áreas que sean de carácter estratégico como los recursos naturales, o en industrias que por su relevancia sean de seguridad nacional. Desastroso sería para el Estado, y hoy financieramente también imposible, incursionar como lo hacía hace más de 40 años en sectores tan bizarros como la producción de bicicletas o de centros turísticos.
¿En dónde sí y en dónde no?
Recordemos precisamente y a propósito del gas, un evento ocurrido hace unos meses en nuestro vecino país del Norte, en el estado de Texas y la crisis de gobernabilidad que se generó ante una nevada extrema producto del cambio climático.
A principios de febrero de este año una nevada atípica azotó Texas y congeló la infraestructura existente para el suministro de gas entre los pobladores del principal estado energético de la Unión Americana.
Gran parte del problema estribó precisamente en que Texas es un estado con un mercado desregularizado y privado en la producción y distribución de gas LP, que a su vez cuenta con una red independiente a la de la infraestructura nacional. Independiente sí, pero también aislado y vulnerable a sucesos extremos como el vivido a principios de año.
Todos estos factores tuvieron como consecuencia que, ante la desastrosa problemática, el precio del gas se disparará, los empresarios decidieran no arriesgar su capital y que al final de cuentas quienes pagaran los platos rotos, fueran los millones de ciudadanos de Texas y de sus 70 condados quienes por un momento vivieron una regresión en su nivel de vida e integridad, más característica del siglo XIX que de un tecnológico y avanzado siglo XXI.
Al final, en Texas, el Estado tuvo que intervenir y el presidente Joe Biden declaró un Estado de Emergencia para salvar a la población y a los mismos empresarios. Nuevamente ¿Más Estado o menos mercado?
A manera de encuadre y mencionado el reciente caso de Texas, la iniciativa del presidente Andrés Manuel López Obrador enfocada a la creación de una empresa dedicada a la comercialización de gas, no ha de verse con anteojeras empresariales, sino desde una lógica de interés y seguridad nacional.
Y es que, desde una perspectiva geopolítica, la soberanía energética no es un asunto menor, sino una prioridad que toda Nación ha de buscar para construir internamente sociedades más justas.
A los liberales a ultranza, no está de más recordarles las palabras pronunciadas por uno de los referentes de la Economía liberal; Adam Smith, quien respecto al papel del Estado y su responsabilidad social mencionó lo siguiente:
“Sirvientes, jornaleros y obreros constituyen la gran mayoría de cada gran sociedad. Ninguna sociedad puede florecer y ser feliz cuando la mayoría de sus miembros es pobre y miserable.”
Nuestro país, tuvo una sólida infraestructura energética a lo largo del siglo XX que llevó a la nación a convertirse en uno de los principales países productores de petróleo y gas natural durante muchos años. Esta condición de soberanía fue perdida lamentablemente.
Desde la lógica del presidente, ha llegado el momento de recuperarla.
¡El Diagnóstico es el adecuado!
¿Lo será su implementación?