O de la importancia de revalorizar a nuestros proceres
O del vuelo del espíritu humano
Por Dr. Melitón Lozano Pérez
En su obra de reciente publicación “A la mitad del camino” el presidente Andrés Manuel López Obrador refiere una anécdota que ilustra las consecuencias del modelo neoliberal neoporfirista y su vertiente educativa.
Vertiente que, durante los últimos 30 años no solo cedió al mercado el derecho a la enseñanza, sino también hizo de lado las ciencias sociales y las humanidades, incluida desde luego la Historia; el análisis crítico de ésta, pero también la revaloración de personajes que en tiempos aciagos y de desafíos, pueden servirnos de ejemplo, guía o faro en nuestro diario actuar como mexicanos.
Cuenta el presidente que muestra de este deterioro educativo y supina candidez a nivel de medios de comunicación, fue la expresión de un famoso comentarista de televisión, quien con mucha franqueza puso en su Twitter: «Una disculpa por la ignorancia, que alguien me diga quién es Felipe Ángeles…ya que así le pusieron al aeropuerto nuevo»[1].
Como el presidente apunta, el propósito de la educación ahora es formar alumnos solventes en matemáticas, física, química y economía, sí, pero al mismo tiempo, que sean solidarios y buenos ciudadanos, lo que en Puebla el gobernador Miguel Barbosa ha denominado como las 4A del Derecho a la Educación y la formación de ciudadanía para la transformación, pero desde una perspectiva sostenible e interdependiente con nuestra madre tierra.
Dicho lo anterior y dado que la pregunta ha quedado en el aire, vale la pena nuevamente retomarla: pero ¿quién fue Felipe Ángeles?
Dice el poeta Vicente Huidobro en un famoso poema que hizo suyo hace apenas unos días el presidente electo de Chile que el adjetivo, cuando no da vida, mata, y que los muchos adjetivos que se hacen de las personas sólo cobran vida y sustancia en la acción.
Por ello más que sumarme a los muchos, pero acertados atributos que han referido la personalidad de Felipe Ángeles, como humanista, gran estratega e intelectual incorruptible y honesto; comparto con el lector una muestra cargada de vida y ejemplo respecto a este importante personaje de la revolución mexicana, la Tercera gran Transformación de nuestro país.
Miércoles 26 de noviembre de 1919, en una mañana fría del Cuartel del 21/o. Regimiento de Caballería de Chihuahua, unas horas antes de ser fusilado por órdenes de Venustiano Carranza, y estando su hora de fusilamiento a las 6:55 de la mañana, el general Ángeles pide lápiz y papel y escribe lo siguiente:
“Mi muerte hará más bien a la causa democrática que todas las gestiones de mi vida, porque la sangre de los mártires fecunda el suelo donde brotan los ideales”
Entereza y coherencia fueron justamente dos atributos que acompañaron al General Felipe Ángeles en las diferentes etapas de su vida, incluidos los de mayor soledad y sufrimiento que es en donde se aquilata verdaderamente la experiencia.
Entereza y coherencia desde que se formó en el ejército, pasando por su nombramiento como oficial federal de alto rango durante el maderismo, hasta su participación en la lucha armada como revolucionario al lado de Pancho Villa y su división del norte.
¿Quién fue Felipe Ángeles? Sí fue un general, sí fue también un brillante estratega militar del cual el mismo Pancho Villa refirió que gracias a su genio militar había triunfado en gran parte su movimiento; pero ante todo Felipe Ángeles fue una persona humana: con matices y claroscuros, con miedos, tribulaciones y desesperanza, pero con la entereza suficiente para sobreponerse a ellos y poner por delante sus ideales.
Él mismo lo expresó horas antes de ser fusilado: voy con “el espíritu en sí mismo”.
Así de cara al amanecer, terminó la vida de uno de los caudillos más honestos y humanistas de la Revolución mexicana.
Por eso, la historia, lejos de estar caduca es más vigente que nunca, lejos de ser inservible es el mejor instrumento para la transformación de la sociedad.
La historia, lejos de ser pasiva, es activa; La Historia es posibilitadora para desplegar las alas de la inteligencia y el vuelo de ésta hacia ideales elevados.
La historia, así, en sí misma, no puede ser sino revolucionaria.
[1] López Obrador, Andrés Manuel. A la mitad del camino (Ensayo) (Spanish Edition) (pp. 199-200). Planeta México.